Factores sociodemográficos
En lo que respecta a los factores sociodemográficos que afectan a los hijos, hay que decir que, en principio, la VFP se asoció en mayor medida a los varones que a las mujeres, sin embargo se realizaron estudios suficientemente amplios y representativos de la población general que desmienten esa afirmación.
Sin embargo, en otros estudios como el de Ibabe y Jaureguizar (2010) si se encuentran diferencias de sexo en cuanto al tipo de agresión o abuso que ejercen. Así el sexo masculino es más proclive a ejercer un tipo de agresión física, mientras que el sexo femenino tiene más probabilidades de ejercer un tipo de agresión de tipo psicológico o emocional.
Además, se ha observado que el sexo también influye en el desarrollo del incidente lesivo, pues las mujeres utilizan en las agresiones objetos del hogar como elemento intimidatorio, mientras que los varones utilizan otro tipo de objetos con mayor capacidad lesiva como cuchillos. A esto se le une que el tipo de lesión suele ser más leve si proviene de una agresora- sexo femenino- que si lo es por parte de un agresor-sexo masculino-(Walsh y Krienert, 2007).
En cuanto a la edad de los agresores, son múltiples los estudios que se refieren a la adolescencia como período crítico, aunque muchos de los padres ya encuentran problemática la crianza de estos hijos en edades menores. La edad media de inicio de la violencia se sitúa en torno a los 11 años, con extremos que van desde los 4 a los 24 años (Pérez y Pereira, 2006) con una especial relevancia porcentual entre los 15 y los 17 (Moreno, 2005).
También Walsh y Krienert (2007) han apreciado en sus estudios que a medida que aumenta la edad de los agresores, también lo hace la intensidad de sus agresiones, en parte justificado por la mayor fuerza física que poseen a medida que van creciendo.
Por otro lado, los padres suelen presentar una edad avanzada, estando la media de la primera agresión sufrida en los 54 años. El nivel socioeconómico es medio alto y suelen tener una titulación académica superior.
En cuanto al sexo del progenitor agredido, prevalece el de la mujer, las madres, ya sean biológicas, adoptivas o de acogida (Pérez y Pereira, 2006) tienden a verse como más débiles y accesibles (Ibabe y Jaureguizar, 2011). Además la estructura familiar en la que más se da es en aquellas en las que hay una situación de monoparentalidad
Factores sociales
Se entiende que los cambios socio-históricos han supuesto la base para la emergencia de conductas de VFP, pues han favorecido un desequilibrio de poder tanto en la familia como en el sistema educativo-escuela-.
Distintos autores coinciden en que a partir de la segunda mitad del s XX se ha pasado de un sistema claramente autoritario a otro “democrático” mal entendido, en el que se confunde la democracia con la ausencia de autoridad e igualdad para la toma de decisiones (Pereira y Bertino, 2009). La estructura familiar se ha visto desequilibrada pues aunque no han sido despojados de su responsabilidad de criar a los hijos, los padres se han visto desprovistos de autoridad, y de algunos medios utilizados para mantenerla (Suárez, 2012).
A esto hay que sumarle otros cambios sociales que, según Pereira y Bertino (2009), aumentan la dificultad de padres y educadores para mantener su autoridad:
– Disminución del número de descendientes, con incremento importante de los hijos únicos. Estos hijos, cada vez más escasos, se convierten en un “tesoro” que hay que mimar y cuidar, a los que hay que prestarles atención en todo momento. Convirtiéndose en los “reyes del hogar”.
– Cambios en los modelos familiares. La familia nuclear va disminuyendo progresivamente su presencia, suponiendo en la actualidad un 50% menos de los modelos familiares de la sociedad occidental. Se crean nuevos tipos de familia: monoparentales, reconstituidas, adoptivas de acogimiento…En los que el mantenimiento de la autoridad, aunque por razones distintas, y en el fondo muy parecidas entre sí, se hace más difícil.
– Cambios en el ciclo vital familiar. Existe un progresivo atraso en la media de edad en que se tienen los hijos dando como resultado unos padres “añosos” con menos energías y por ende más dificultades para establecer normas y límites.
– Cambios laborales. Con frecuencia los horarios son más y más extensos o es necesario hacer un largo desplazamiento hasta el centro laboral, lo que produce que se pase más tiempo fuera de casa y menos con los hijos, así como también la entrada de la mujer al mercado laboral ha dado lugar a la existencia de los “niños llave”. Toda esta situación provoca que los progenitores lleguen más cansados a casa, con menos ganas de enfrentarse a situaciones conflictivas o de tensión y por tanto se vaya en camino de una educación más permisiva, dificultando el establecimiento de normas.
Además, se han invertido los roles, y cuando son los profesores y educadores los que tratan de poner límites, no solo es que no son escuchados, sino que los padres con frecuencia se ponen del lado de los hijos. De manera que se ha perdido parte de la colaboración necesaria de este sector en relación con el sostenimiento de una conducta cívica y adecuada.
– La evolución de la sociedad hacia un modelo educativo basado más en la recompensa que en la sanción ha llevado a restringir significativamente la capacidad sancionadora de los educadores. Ahora se restringe el papel educador a los padres, padres que a veces pasan pocas horas en casa y que llegan sin fuerzas para desempeñar su concreta labor, y que ahora cuentan con medios distintos y nuevos para ellos- hay que resaltar que se ha prohibido el castigo físico-.
– La sociedad es cada vez más permisiva con la violencia de los hijos. Los mensajes violentos se multiplican en los medios, televisión, los videojuegos que son cada vez más sanguinarios.
– La sociedad se dirige hacia un hedonismo y nihilismo creciente, existe una desorientación general importante y una pérdida y disipación de valores alarmante en la guía de los miembros familiares que dificultan más la situación.
Otro factor de calada importancia para el estudio de la VFP son los estilos o prácticas de crianza. Estos estilos de crianza se entienden como una característica de la relación entre padres e hijos, más que como algo privativo de los padres.
Maccoby y Martin definieron dicho estilo parental a través de la fusión de dos dimensiones: afecto/comunicación y control/exigencia. Ambas dimensiones, relacionadas ortogonalmente entre sí, se distribuyen a lo largo de los polos dando lugar a la aparición de cuatro tipos de estilos parentales: autoritario (alto control y exigencia/bajo afecto y comunicación), democrático (alto control y exigencia/alto afecto y comunicación), negligente (bajo control y exigencia/bajo afecto y comunicación) y permisivo (bajo control y exigencia/alto afecto y comunicación) (Musitu y García, 2004).
Tradicionalmente se asociaba la VFP a un estilo educativo autoritario en que se ejercía un fuerte control sobre los hijos e incluso se hacía uso del castigo físico; sin embargo, actualmente, se asemeja más a un estilo de crianza permisivo en el que no se establecen límites y en donde la ausencia de una estructura jerárquica ocasiona déficits en el establecimiento de normas y en la supervisión de su cumplimiento (Calvete et al., 2011). El abandono de la disciplina lleva a un entorno de pseudoautonomía en que los menores se sienten poco seguros y reaccionan de forma violenta precisamente en búsqueda y por la falta de límites.
Se encontrarían ante unos padres que llevan a cabo los deseos de sus hijos sin más, evitándoles cualquier acontecimiento que les pueda suponer frustración. Como consecuencia, el niño cada vez demanda más y va desarrollando un comportamiento tiránico (Suarez, 2012).
De manera que la nueva VFP se vincula con estilos educativos permisivos y negligentes, relacionándose principalmente con la fusión emocional entre el joven violento y el progenitor agredido, y se conceptualiza como un intento primitivo de alejamiento en una relación en la que la educación (entendida como poner límites y normas y, por tanto, generar frustración), se sacrifica para mantener la relación (extremadamente cercana, fusional, creada y mantenida por ambos).
Factores familiares
Existen una serie de factores familiares que tienen que ver con la aparición de la VFP, esto se explica teniendo en cuenta la continua interacción de los participantes en la relación, una interacción circular que no tiene principio ni fin y que se condiciona mutuamente. En concreto, en la VFP se trata de conocer las interacciones familiares en torno a la conducta violenta para poder comprenderla y analizarla. Según Perrone (2007), el modelo sistémico entiende la violencia familiar como el resultado de una determinada interacción entre los diferentes miembros de la familia, en el curso de la cual los roles de víctima y agresor pueden intercambiarse.
De manera que se tienen en cuenta los siguientes elementos:
– La utilización de la violencia previamente como medio de resolución de conflictos. Esto es, si los menores aprenden que ante una situación problemática el modo de resolución y de descarga de la tensión creada es recurrir a la violencia, es probable que cuando estos niños, adolescentes o jóvenes crezcan y se encuentren en situaciones similares repitan esos mecanismos aprendidos previamente. Se trata de la Teoría de la Transmisión Intergeneracional que explica como supone un factor de riesgo el haber sido espectador o haber sufrido malos tratos en la infancia de forma recurrente, de manera que esos menores podrán ser más fácilmente hijos maltratadores. Se entiende que puede aparecer de tres maneras diferentes: bien de forma generalizada en la que la violencia familiar se ejerce por todos contra todos; bien dirigida al agresor cuando se identifica con la víctima en el maltrato previo; o bien, dirigida a la víctima cuando se identifica con el agresor. Esta última es la más frecuente, es más inteligible desde una óptica de supervivencia y miedo identificarse con el agresor que con la víctima. Pese a todo, esto no deja de ser un factor de riesgo, y no podemos afirmar que todas las personas que han vivido un suceso semejante vayan a ser agresores en el futuro, pues pueden existir otros factores que lo impidan o dificulten internos o externos a la propia persona, en este caso, al propio menor.
– Padres excesivamente permisivos, no normativos, que se han planteado explícitamente educar “democráticamente” a sus hijos -y que ha menudo lo han “anunciado” así públicamente- (Cyrulnik, 2005), se trata de aquellos progenitores que establecen desde temprana edad una relación filio-parental simétrica, en la que todo es negociable y no existen normas imperativas o educativas de ningún tipo que puedan ser impuestas a los hijos.
– La llamada “generación de los padres obedientes” son padres que vivieron con carencias y que evitan por cualquier medio que sus menores pasen por lo mismo que ellos. Son padres que evitan ser vistos como autoridad, pretenden ser los amigos de sus hijos o sus compañeros, no ponen normas creen en la absoluta libertad, eluden cualquier tipo de privación respecto de sus hijos porque creen que produce baja autoestima y tratan por cualquier medio que sus hijos no sufran tal estigma y les otorgan todo tipo de premios con independencia de que lo merezcan por pensar que de lo contrario se sentirían frustrados(Prado y Amaya, 2005).
– Padres sobreprotectores: dispuestos a satisfacer todas las necesidades y deseos de sus hijos hagan lo que hagan sin establecer ningún tipo de límites.
– Padres insatisfechos con sus roles que no encuentran sentido a sus vidas o aquellos que tuvieron a sus hijos accidentalmente o de forma indeseada y no ocultan, sino que expresan su disgusto y disconformidad con la situación.
– Padres o progenitores que tienen una relación muy conflictiva y discuten y se desvaloran ante los hijos. Suelen entrometer a los menores creando una situación de triangulación en la que se busca la alianza por uno o ambos padres con el hijo/os. Para ello se hace uso de todo tipo de instrumentos y se recurren a métodos que conducen a una inadecuación y desacuerdo en la educación de los menores. La situación se caracteriza por la arbitrariedad y termina por no establecerse ningún límite a los hijos.
– Padres que mantienen una relación excesivamente cercana o fusional con alguno de sus hijos, por distintos motivos. Generalmente se trata de familias en situación monoparental o con uno de los progenitores ausente o distante.
En todos los casos, padres que renuncian a ser padres.
Factores individuales
Estos menores que agreden a sus progenitores se caracterizan por el egocentrismo, la impulsividad, la baja tolerancia a la frustración, la ira y la falta o disminución de empatía. Su primer objetivo es la satisfacción del propio interés, independientemente de cuál sea y de las vías para conseguirlo. Se sienten únicos y carecen de reglas morales de convivencia. No aceptan responsabilidades ni exigencias. Los demás son instrumentos para satisfacer sus deseos y cuando se resisten a serlo, son un obstáculo con el que hay que enfrentarse e incluso acabar. No ven otros puntos de vista o necesidades más que las suyas. Son auténticos déspotas y procuran insertarse en grupos formados por individuos con su mismo sistema de vida y valores (Moreno, 2005).
Por otro lado, ciertos autores han observado que estos mismos menores presentan una baja autoestima. Omer defiende que la autoestima se asocia más con el ser capaz de enfrentarse a situaciones difíciles y ser capaz de superarlas por uno mismo que con la consecución de premios u objetivos. Como veremos más adelante, esto tiene que ver con las tendencias educativas actuales que descuidan el aspecto del afrontamiento de dificultades, de manera que no tienen posibilidad de aprender lo que es el esfuerzo o la superación, lo que les impide conocer como mantener e incrementar su propia autoestima (Pereira y Bertino, 2009).
Por tanto esa omnipotencia que presentan en el hogar no es más que una ilusión que se despliega en el ámbito doméstico. Estos menores a menudo sienten miedo y ansiedad del mundo exterior, son personas dependientes e incapaces de enfrentarse a la realidad que les rodea (Laurent y Derry, 1999).
Por último, destacar que la VFP se asocia a menudo a la presencia de psicopatología diversa:
– Trastorno por déficit de atención con Hiperactividad: que presenta muchas características asociadas a la VFP como la impulsividad, consumo frecuente de tóxicos, escasa tolerancia a la frustración, etc. En estos casos ha de tenerse en cuenta si se produce en el ámbito familiar o si por el contrario, se despliega a cualquier otro contexto adicionalmente. Pues sólo en el primer caso, tendríamos un indicio de que se trate de una conducta que podemos incardinar en la VFP.
– Trastornos de Personalidad. Se diagnostican frecuentemente dentro de la VFP, sin embargo, esto no significa que vaya unido o que sea condición necesaria para que hablemos de VFP, solo en algunos casos de VFP aparece un trastorno de este tipo, y no en todo trastorno de la personalidad se dan capítulos de VFP. Estos son:
– Trastorno Histriónico de la Personalidad: como la ausencia de empatía, grandiosidad, utilizan la violencia si con ello pueden conseguir sus objetivos.
– Trastorno Límite de la Personalidad: conlleva una conducta imprevisible e inestable, alteraciones en las relaciones y la identidad.
– Trastorno Antisocial de la Personalidad: características como la frialdad afectiva, la falta de empatía, o la manipulación son propias de este trastorno y son propicias para la emergencia de una conducta de VFP. Sin embargo, hay que tener en cuenta de nuevo si la conducta antisocial o delictiva se desarrolla sólo o no dentro del núcleo familiar, o únicamente en el exterior, pues la terapia se desarrollaría dentro del circuito violento en el que se dé la violencia.
– Trastornos en el ámbito de la Ansiedad: se relacionan mucho con la VFP, especialmente con trastornos fóbicos y obsesivos se trata de niños y jóvenes tiranos y exigentes en el hogar aunque miedosos y dóciles fuera de él- especialmente en la escuela- (Mouren y cols., 1985). Pueden aparecer compulsiones o síntomas como agorafobia o fobia escolar en estos casos.