La teoría del círculo se basa en la suposición de que los criminales van a cometer el crimen en las zonas que conocen y no exactamente en la que viven. Es decir, es más probable que los delitos que cometan sean alrededor de su casa o base y no ella misma. El autor sugiere que si todos los crímenes cometidos por un delincuente se sitúan en el interior de un círculo, es probable que el domicilio se encuentre dentro de ese mismo círculo.
Dichas afirmaciones tienen su origen en la “Hipótesis de la consistencia delictiva” del propio autor. En ella se afirma que los delincuentes actúan de un modo consistente a través del tiempo y en diferentes situaciones, por lo que la forma en la que cometan un crimen reflejará la conducta diaria así como las razones del delincuente. La citada hipótesis consta de dos partes diferenciadas, una “consistencia interpersonal” que se mantiene en la interacción víctima-victimario y una “consistencia espacial” que identifica el área geográfica en la que se comete el delito. De aquí podemos concluir que existe un continuo más o menos estable en el comportamiento de los individuos, modificable según la ocurrencia de sucesos determinados, pero que no suele variar las motivaciones y factores subyacentes en la conducta de las personas Es decir, en la comisión de un delito, el delincuente refleja sus rasgos y comportamiento, teniendo consistencia delictiva en la interacción que establece con la víctima y consistencia geográfica en los lugares donde el criminal actúa.
En esta línea trabaja la hipótesis que nos ocupa. Según expone Vicente Garrido en su obra “El rastro del asesino” (Ed. Ariel, 2006), David Canter encontró en uno de sus estudios que entre el 50 y el 75 por ciento de los violadores analizados vivían en un área que puede ser definida por un círculo cuyo diámetro unía los dos lugares más alejados donde habían atacado. A esto lo denominó la “teoría del círculo”. Cabe indicar, que el autor aclara más adelante: “Nunca pretendí implicar que los lugares elegidos por los criminales para cometer sus fechorías formaran de forma natural un círculo. Un circulo es, simplemente, la forma más sencilla de definir el área compuesta por una serie de puntos. Mi idea fue que si la base del delincuente ni siquiera estaba incluida dentro de esta definición más bien simplista de la zona del crimen, entonces no tenía sentido emplear el perfil geográfico para la investigación del culpable de los delitos. Nuestro descubrimiento de que muchos criminales tenían ciertamente su base dentro de ese círculo me animó a proseguir con esas ideas”.
Dentro de su teoría Canter distinguió entre dos tipos de criminales: los cazadores (hunters) son los que salen de su base para buscar víctimas por una zona más o menos amplia y luego regresan a la seguridad de su hogar (su base se incluiría dentro del círculo); y por otro lado tendríamos los viajeros (commuters) que son aquellos que prefieren desplazarse lejos de su domicilio, para llegar a un área y cometer allí sus delitos. En éste segundo caso, si trazáramos un círculo con los puntos delineados por los lugares de sus delitos, su base no estaría en él.
Como características de los merodeadores, podemos indicar que siguen un patrón de conducta similar a los depredadores: salen desde su punto de anclaje (domicilio o base de operaciones) hasta escenarios alejados para trabajar con seguridad, posibilitar la huida si algo falla y prevenir el hecho de ser identificados. Los violadores en serie se clasifican dentro de los criminales organizados, por lo que sólo actúan si se sienten seguros. Además, por norma general repiten su modus operandi a la hora de abordar las víctimas y consumar el delito, lo que sirve para relacionar las distintas agresiones y determinar el perfil criminológico.
En referencia a los itinerantes, como características podemos destacar que realizan largos desplazamientos para cometer los delitos y no regresan posteriormente a su punto de anclaje. Debido a ello, suele pasar más tiempo hasta que se relacionan las agresiones entre sí (salvo que se tenga pruebas de ADN u otras evidencias concluyentes). Una vez que se establece que son cometidos por un mismo individuo, queda por averiguar las causas que originan el desplazamiento, que suelen estar vinculadas a motivos laborables. El violador itinerante no se considera organizado, como en el caso del merodeador, por lo que no planifica previamente sus delitos, sino que aprovecha las circunstancias que se le presentan, intentando del mismo modo evitar ser identificado.
Es importante destacar que una vez elaborado el perfil geográfico y trazado el Círculo de Canter, no podemos descartar que el agresor actúe fuera del mismo. De hecho, en caso de que sus acciones se alarguen en el tiempo sin ser capturado, es posible que lo haga, pero se considera poco probable en base al “Principio de decaimiento con la distancia”.
El principio de decaimiento fue postulado por Kim Rossmo, el cual tras realizar un análisis matemático de múltiples casos, llegó a la conclusión de que a medida que aumentan los desplazamientos para cometer lo crímenes, la frecuencia de los mismos disminuye. El principio se basa en la afirmación de que tenemos una mayor probabilidad de elegir objetivos que supongan una menor modificación ambiental. Es decir, tenemos preferencia por cometer delitos cerca de nuestro domicilio. No obstante, y con la finalidad de evitar la identificación y facilitar la huida, el autor argumenta que existe también una zona de seguridad o confort cercana al domicilio en la que el criminal no comete sus delitos.
Conviene indicar, que la distancia en referencia a los mapas mentales es una percepción individual. Lo que para una persona puede ser una distancia larga, para otra puede que no lo sea. Es decir, para una persona residente en una pequeña isla, no es lo mismo recorrer 200km en coche que para una persona residente en una gran ciudad que trabaja a las afueras. Este dato es importante a la hora de realizar el estudio estadístico de una serie de delitos, donde una agrupación de los mismos, suele correlacionar mejor con la proximidad del domicilio del delincuente.
En relación a la realización del perfil geográfico, Canter y Godwin (2005) realizaron un estudio de asesinos en serie donde concluyeron que en la creación del perfil no solo hay que tener en cuenta la escena del crimen, sino que es fundamental conocer el lugar donde víctima y victimario contactaron. Para averiguar éste dato, se hace necesaria una investigación policial donde se indiquen los pasos habituales de la víctima, el lugar donde se vio por última vez, o datos sobre cómo y por qué llego hasta allí. En base a dicha investigación se desarrollo el conocido “Modelo de los cinco factores” de Canter, el cual nos permite predecir cinco características del autor en relación a su conducta: la localización de la residencia (obtenida a partir del perfil geográfico), la biografía criminal y las características sociales (en base al modus operandi), las características de personalidad (las denominadas consistencias) y la historia educativa y/o profesional del agresor (analizando su conducta durante la agresión).
En relación con la perfilación del agresor, Canter propone otros cinco enfoques concretos: La coherencia interpersonal, definida como las hipótesis de que los delincuentes seleccionan a víctimas con características similares porque son significativas para ellos; la importancia del tiempo y del lugar, la cual nos indica de qué tiempo libre dispone el agresor, pudiendo dar pistas sobre el tipo de trabajo y posible residencia; las características criminales, donde se desarrollan subsistemas de clasificación de los grupos de agresores, definiendo sus características personales; la carrera criminal, considerada como la valoración que se hacen en torno al agresor sobre los antecedentes delictivos y de qué tipo; y la conciencia forense, definida como el grado de conocimiento que tiene el criminal con las técnicas de investigación de la policía, pudiendo llegar a no dejar pruebas en la escena del crimen.