Abuso infantil

A los menores se les reconoce sus derechos desde hace aproximadamente dos siglos, no existía conciencia social sobre esta problemática. El abuso infantil también es denominado como maltrato infantil, se puede resumir indicando que un menor es maltratado cuando recibe cualquier acción violenta u omisión que le ocasiona daño tanto físico, psíquico o emocional; así como la falta de atención por parte de sus padres o cuidadores (incluyéndose también instituciones) de las cuales depende el desarrollo del menor.

La infancia no siempre ha tenido reconocidos sus derechos, ya que no existía una conciencia social sobre el problema, pero bien es cierto que el abuso infantil existe desde nuestros antepasados. Kempe (1962) recalcó el término síndrome del niño maltratado y presionó para la promulgación de una ley que obligara a los médicos a denunciar los casos de abuso infantil que conocieran. Más adelante se empezó a dar importancia al tratamiento de los padres-agresores, dejando la intervención con los menores a un lado, ya que se consideraba que no necesitaban una intervención específica. Las lesiones físicas de los niños maltratados eran consideradas como traumas no accidentales y el abandono se retrataba como fracaso en el crecimiento del menor.

La definición de abuso infantil implica lo que es inadecuado para el desarrollo del menor, por lo que se puede decir que definirlo tiene gran dificultad, no existe una definición de maltrato infantil aceptada universalmente. Resulta complicado establecer cuál es el límite entre lo que es un maltrato y lo que no.

Por lo que se puede decir que, el abuso infantil también es denominado como maltrato infantil, y se puede resumir indicando que un menor es maltratado cuando recibe cualquier acción violenta u omisión que le ocasiona daño tanto físico, psíquico o emocional; así como la falta de atención por parte de sus padres o cuidadores (incluyéndose también instituciones) de las cuales depende el desarrollo del menor.

En la definición hay que tener en cuenta tres criterios: el primero, la consideración de una acción u omisión como maltrato puede depender de la edad del menor; el segundo, la situación psico-fisiológica del menor puede condicionar las consecuencias de la acción u omisión ejercidas sobre él; y por último, hay que tener en cuenta que no todos los actos de maltrato tienen por qué dejar secuelas inmediatas y visibles en el menor, las consecuencias más importantes en el maltrato infantil son las de carácter psicológico, que afectan al desarrollo y crecimiento del menor.

En Estados Unidos se creó una organización la cual, se dedicó ayudar a niños desamparados y la misma fue conocida como Child Welfare Movement (Movimiento Bienestar de la Infancia). Además surgieron otras organizaciones contra el maltrato infantil tal como la Sociedad Neoyorquina para la Reforma de los Delincuentes Juveniles en 1825, cuyos propósitos fue ayudar a niños maltratados y abandonados por sus padres o familiares. Años más tarde se fundó en el estado de Nueva York la Society for Prevention of Cruelty of Children la cual, surgió como fuente de inspiración para desarrollar otras organizaciones contra el abuso infantil en los Estados Unidos y Europa.

Se considera maltrato cuando hay una determinada situación de daño tanto físico como psicológico a un menor de dieciocho años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño.

 

 

Para explicar la evolución de la investigación e intervención sobre el abuso infantil existen diferentes modelos explicativos:

Modelos de primera generación. Modelos tradicionales

En los años sesenta comenzaron los estudios sobre la investigación sobre el abuso infantil. Se consideró el abuso infantil como el resultado de unos padres con trastornos de la personalidad y del comportamiento. Esta problemática estaba relacionada directamente con el plano médico psiquiátrico. Se analizaban cinco variables a los progenitores: la personalidad, el alcoholismo y drogadicción, transmisión intergeneracional del abuso, cognición social y prácticas de crianza.

La evidencia empírica nos demuestra que los padres abusivos tienen dificultades para controlar sus impulsos, poseen escasa capacidad empática y presentan una baja autoestima.

Hay una gran relación entre el alcohol y drogas y los abusos infantiles.

En cuanto a la transmisión intergeneracional del abuso infantil, la mayoría de los niños que son objeto de este maltrato al llegar a la edad adulta no se convierten en maltratadores.

Los padres que abusan de sus hijos expresan sus emociones de forma poco clara y también tienen dificultades en reconocer las expresiones emocionales de los demás en situaciones menos óptimas.

En cuanto a los estilos de crianza, las familias negligentes y las físicamente abusivas tienen un número importante de interacciones negativas con los menores a su cargo, apoyando poco a los menores y dirigiendo menos conductas positivas hacia ellos.

Si los padres no cuentan con un sistema de apoyo social que ayude a controlar el estrés y el aislamiento social existe una mayor exposición a que los menores sean víctimas de abuso.

Hoy en día, se sigue aceptando socialmente la violencia, el castigo físico, como método de disciplina en la educación de los hijos. Si los menores pasan gran parte del tiempo con sus padres, las posibilidades de violencia aumentan.

Modelos de segunda generación. Modelos integradores

Hay que tener en cuenta a los padres, a los niños, el contexto y la interacción entre todo. Si un padre tiene que atender a un menor aversivo bajo unas condiciones de estrés/frustración, es muy probable que acuda al castigo físico y al maltrato.

Modelos de tercera generación

Milner (1993, 1995) afirmaba que los padres desarrollaban y mantenían ciertas ideas y valores sobre sus hijos y sobre ellos creaban su conducta paternal. Los padres abusivos tenían una visión distorsionada del comportamiento de sus hijos, teniendo dificultades para reconocer su estado afectivo. Los padres maltratadores interpretaban las conductas de sus hijos como mucho peores y realizaban predicciones equivocadas y expectativas inadecuadas sobre el comportamiento del menor. Esto unido a la carencia de habilidades de crianza para responder adecuadamente ante el comportamiento inadecuado del menor, daba lugar a un episodio de maltrato.

Dentro del contexto familiar hay diferentes tipos de abuso infantil:

Abuso físico

El maltrato físico infantil o trauma infantil no accidental se refiere a fracturas y otros signos de lesión que ocurren cuando se golpea a un niño con ira. Los signos físicos de maltrato infantil solían denominarse síndrome del niño maltratado. Este síndrome se refiere a múltiples fracturas que ocurren en momentos diferentes en niños demasiado pequeños como para haberlas sufrido a raíz de un accidente.

El maltrato físico tiende a ocurrir en momentos de gran estrés. Muchas personas que infligen maltrato físico también fueron maltratadas en su infancia y, como resultado, a menudo no se dan cuenta de que el maltrato no es la forma apropiada de disciplina.

Las personas que maltratan físicamente, también tienen muy poca capacidad de controlar sus impulsos, lo cual impide que piensen en lo que sucede como resultado de sus acciones.

Los mayores factores de riesgo que predisponen al maltrato infantil abarcan: alcoholismo, violencia doméstica, drogadicción, ser padre o madre soltera, falta de educación, pobreza.

Sin embargo, es importante destacar que los casos de maltrato infantil se encuentran en toda clase social u origen étnico.

Los síntomas de maltrato físico infantil son: Ojos morados, fracturas óseas inexplicables o inusuales, marcas de contusiones o hematomas con forma de manos, dedos u objetos (como un cinturón), hematomas o contusiones en áreas donde las actividades normales de la infancia no ocasionarían este tipo de lesiones, fontanelas prominentes (puntos blandos) o suturas separadas en el cráneo de un bebé, quemaduras (escaldaduras) que usualmente se ven en las manos, los brazos o las nalgas del niño, marcas de estrangulación alrededor del cuello, quemaduras hechas con cigarrillo en áreas expuestas o los genitales, marcas circulares alrededor de las muñecas o tobillos (signos de torsión o ataduras), marcas de mordeduras humanas, marcas de látigos, pérdida inexplicable del conocimiento en un niño.

Las lesiones típicas en los niños maltratados abarcan: Cualquier tipo de fractura observada en un niño demasiado pequeño para caminar o gatear, sangrado en la parte posterior del ojo que se observa en los casos del síndrome del bebé sacudido o un golpe directo en la cabeza, acumulación de sangre en el cerebro (hematoma subdural) sin una buena explicación, evidencia de fracturas en la punta de los huesos largos o fracturas espiroideas que resultan de una torsión, evidencia de fractura craneal, costillas fracturadas, especialmente en la espalda, daño interno, como sangrado o ruptura de algún órgano, debido a un trauma contundente, múltiples contusiones o hematomas ocurridos en diferentes momentos, especialmente en áreas inusuales del cuerpo o en patrones que sugieren ahogamiento, torsión o golpes fuertes con objetos o las manos, otros daños cutáneos inusuales, entre ellos quemaduras o cicatrices de quemaduras.

En cuanto a la prevención, hay distintos signos de advertencia de maltrato. Es posible que un cuidador: Tenga problemas de consumo del alcohol o de drogas, tenga antecedentes de maltrato o haya sido maltratado de niño, tenga problemas emocionales o enfermedades mentales, tenga factores de gran estrés, como pobreza, no logre brindarle los cuidados e higiene propios del niño, parezca no sentir amor o preocupación por el niño.

Si se presenta alguno de los factores mencionados, el maltrato se puede prevenir con asesorías u orientación para los padres.

 

Abuso psicológico y abandono infantil

El abandono infantil, también llamado maltrato psicológico, es una forma de maltrato a los niños y ocurre cuando alguien intencionalmente no le suministra al niño alimento, agua, vivienda, vestido, atención médica u otras necesidades (también denominado negligencia), que esto entorpece en el desarrollo y crecimiento del menor.

Algunas formas de abandono infantil abarcan: permitir que el niño presencie actos de violencia o maltrato severo entre los padres o adultos, ignorar, insultar o amenazar al niño con violencia, no suministrarle al niño un ambiente seguro y de apoyo emocional por parte de los adultos, mostrar descuido imprudente por el bienestar del niño.

Los factores de riesgo pueden abarcar: enfermedad mental, pobreza, estrés en la familia, consumo de sustancias por parte de los padres o personas a cargo…

Los síntomas de maltrato psicológico pueden abarcar: dificultades en la escuela, trastornos en la alimentación, que llevan a pérdida de peso o aumento de peso deficiente, cuestiones emocionales como baja autoestima, depresión y ansiedad, comportamiento rebelde, trastornos del sueño, quejas físicas vagas…

En cuanto a la prevención, los programas comunitarios, como las visitas domiciliarias por parte de enfermeras y trabajadoras sociales, pueden ayudar a las familias a cambiar los comportamientos o a prevenir el inicio del maltrato en familias de alto riesgo.

Los programas escolares diseñados para mejorar la crianza, la comunicación y la propia imagen pueden ayudar a prevenir el maltrato futuro y pueden ayudar a identificar a niños maltratados.

 

Abuso sexual

Es todo aquel acto, no fortuito, consciente o inconsciente, violento aunque no obligatoriamente físico, y siempre psíquico, que sirve exclusivamente para satisfacer las necesidades del adulto y que se practica ejerciendo un poder, psíquico o físico, que ataca a la esfera sexual de los niños, y que se produce con mayor frecuencia en familias e instituciones antes que por extraños; por lo general no es un hecho aislado, causa lesiones físicas y sobre todo psíquicas que con frecuencia influyen negativamente a lo largo de toda la vida, y que afecta y amenaza  al bienestar y sobre todo a los derechos del niño; y el niño lo identifica como abuso.

Este abuso incluye: Sexo oral, pornografía, tener relaciones sexuales, tocar (acariciar).

Con frecuencia, los niños temen comentarle a alguien el hecho y muchos casos de abuso no se denuncian.

El abuso sexual de niños ocurre en todas las clases socioeconómicas y tiene el mismo tipo de factores de riesgo que el maltrato físico infantil, como: Consumo excesivo de alcohol y drogas, problemas familiares, pobreza.

Los síntomas del abuso sexual de niños son similares a los síntomas que se observan en la depresión o en la ansiedad severa y el nerviosismo, y pueden abarcar los siguientes: Trastornos intestinales, como ensuciarse o incontinencia fecal (encopresis), trastornos alimentarios, como la anorexia nerviosa, síntomas rectales o genitales, como dolor con la micción o las deposiciones, o prurito o secreción vaginal, dolores de cabeza repetitivos, problemas para dormir, dolores de estómago (dolencia vaga).

Los niños abusados pueden: mostrar comportamientos perturbadores, tales como consumir alcohol y drogas psicoactivas o involucrarse en comportamientos sexuales de alto riesgo, tener un rendimiento escolar deficiente, tener miedos excesivos, apartarse de las actividades normales.

En cuanto a la prevención se puede decir, que implica enseñarles a los niños a nunca mantener secretos y la diferencia entre las caricias “buenas” y las “malas”. Es necesario que los padres inicien esta labor en el hogar. La mayoría de las escuelas ahora tienen programas para enseñarles a los niños pequeños en edad escolar acerca del abuso sexual y su prevención.

Los adolescentes también necesitan educación acerca de cómo evitar una violación intempestiva y una violación en una cita.

La supervisión y vigilancia constantes por parte de los adultos es esencial para prevenir todas las formas de maltrato infantil.

En cuanto a la intervención en el maltrato infantil, hay que preocuparse por una adecuada intervención intrafamiliar (dentro del contexto familiar), que tenga como objetivo una paternidad competente y que haga que sea innecesario el uso de la fuerza a la hora de educar a los hijos. Serán objetivos de intervención la angustia emocional, los problemas de personalidad, la escasa capacidad de afrontamiento hacia los problemas de personalidad, el bajo control de la ira, los métodos inadecuados de enseñanza mediante el uso de la coacción y los problemas con el alcohol y las drogas. También serán objetivos de intervención los conflictos de pareja de sus padres, los problemas económicos, el estrés y aislamiento social y la escasez de redes sociales de ayuda que puedan servir de apoyo.

Los programas principales dentro de la prevención primaria están enfocados a desarrollar habilidades de crianzas adecuadas y mejoras en el cuidado infantil, así como aquellas intervenciones creadas para disminuir el estrés relacionado con la paternidad. Estos programas se realizan a través de asociaciones de padres y madres, dentro de asociaciones de mujeres y a través de medios de comunicación.

La prevención secundaria se centra en la intervención sobre familias son alto riesgo de abuso a menores ya sea por estar pasando una etapa de alto estrés ambiental o tener una mayor vulnerabilidad psicológica.

Son importantes los programas centrados en el entrenamiento del manejo de la ira, es estrés y el enfado ante los conflictos con el niño. Los objetivos de estas intervenciones serán mejorar los patrones de crianza, el mejorar la autoestima de los padres y las habilidades sociales.

Beate, B. (2001). Abusos sexuales en los niños. Barcelona: Herder, S.A.

Cantón, J. y Cortés, M.R (2003). Guía para la evaluación del abuso sexual infantil. Madrid: Ediciones Pirámide.

MedlinePlus. Información de salud para usted (2014). Maltrato Infantil. Recuperado de: http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/001552.htm

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