Desde la perspectiva de la psicología clínica, los trastornos psicopatológicos capaces de originar un acto criminal, son aquellos que están relacionados con una alta impulsividad. En este apartado hacemos mención a los trastornos que recoge el actual DSM-V bajo el epígrafe de “trastornos destructivos, del control de los impulsos y de la conducta” (la descripción que aquí se presenta es íntegramente basada en este manual). Además, también se recogen, dentro de los Trastornos Parafílicos, aquellos que guardan relación con delitos recogidos en el Código Penal.
Trastorno Negativista desafiante 313.81 (F91.3)
La característica esencial del trastorno negativista desafiante es un patrón recurrente de comportamiento negativista, desafiante, desobediente y hostil, dirigido a las figuras de autoridad. El comportamiento más característico es su resistencia a las normas y demandas de los adultos. Expresan terquedad persistente, no ceden y se niegan a negociar con adultos o compañeros. Sus actos son deliberados y están pensados para molestar o comprobar los límites establecidos. Puede existir un patrón emocional caracterizado por una baja autoestima, baja tolerancia a la frustración, labilidad emocional y un consumo precoz de drogas. Suele molestarse fácilmente por otros, es colérico, iracundo, resentido y vengativo.
El trastorno suele aparecer en el ámbito familiar, en ocasiones no se amplía a la institución académica o a la comunidad. Los síntomas suelen aparecer con personas con las que hay relación y confianza y suelen justificar su comportamiento como respuestas a exigencias, incomprensión u otras circunstancias de difícil razonamiento. Por tanto, estos sujetos no consideran que su comportamiento sea desproporcionado o antisocial.
El curso del trastorno suele ponerse de manifiesto antes de los ocho años y sus síntomas tienden a incrementarse con la edad. Además, suele diagnosticarse de forma conjunta con el Trastorno por Déficit de Atención y suele ser un antecesor del Trastorno Disocial. La prevalencia se sitúa entre el dos y el dieciséis por ciento.
Trastorno explosivo intermitente 312.34 (f63.81)
La característica principal del trastorno explosivo intermitente es el arrebato recurrente de una falta de control de los impulsos de agresividad, ya sea de forma verbal (berrinches, disputas verbales, palabras malsonantes, etc.) o física contra la propiedad, los animales u otros individuos. Los arrebatos agresivos no son premeditados, ni persiguen ningún objetivo, son impulsivos. La persona puede describir los episodios agresivos como “ataques”, en los cuales su precursor ha sido una sensación de tensión o agitación interna y con dicho “ataque” tiene una sensación de liberación. Posteriormente, el individuo puede sentir remordimientos por su comportamiento. El grado de agresividad es desproporcional al episodio causante del estresante precipitante.
Trastorno de la conducta
El trastorno de la conducta se caracteriza por un patrón repetitivo y persistente de comportamientos en los que no se respetan los derechos de los demás, las normas o reglas sociales propias de la edad. Estos comportamientos se dividen en cuatro grupos:
Agresión a personas y animales: acosa, amenaza, inicia peleas, ha ejercido crueldad física hacia personas y/o animales, puede utilizar armas para hacer daño, ha robado agrediendo a la víctima y/o ha cometido una violación sexual.
Destrucción de la propiedad: ha destruido deliberadamente la propiedad de alguien o ha prendido fuego deliberado para provocar graves daños.
Engaño o robo: miente con frecuencia para obtener cosas de otros ya sean materiales o favores, ha robado objetos de valor y/o ha irrumpido en el hogar o vehículo de alguien.
Incumplimiento grave de las normas: falta con frecuencia a la escuela o instituto y se suele saltar a menudo la prohibición de los padres de no salir por la noche, llegando incluso a no regresar a casa en alguna ocasión.
El patrón de comportamiento suele darse en distintos contextos como el hogar, la institución académica o la comunidad.
Junto con las manifestaciones clínicas definitorias, suelen presentarse otros síntomas asociados como:
Falta de remordimiento o culpabilidad, es decir, una falta de preocupación sobre las consecuencias de sus acciones.
Insensibilidad, carencia de empatía. Suelen describirlo como una persona fría e indiferente, que sólo se preocupa por los efectos que sus actos tengan sobre él mismo, incluso cuando provoca daños importantes a los demás.
Despreocupación por su rendimiento. No se esfuerza por alcanzar un rendimiento adecuado, ni muestra preocupación por ello. Suele culpar a los demás de su bajo rendimiento.
Afectividad superficial o deficiente. No expresa sentimiento con los demás salvo de una forma superficial o cuando para obtener algún beneficio.
La prevalencia del trastorno suele ser más frecuente en los hombres que en las mujeres, llegando a alcanzar en los primeros un dieciséis por ciento y en las segundas un nueve por ciento.
El inicio del trastorno suele producirse entre los cinco o seis años, aunque usualmente se observa al final de la infancia. Es raro que comience después de los dieciséis años. No obstante, para su clasificación en el DSM-V se ha de especificar si es de inicio en la infancia [312.81 (F91.1)], antes de los 10 años, o de inicio en la adolescencia [312.82 (F91.2)] cuando no muestran ningún síntoma característico antes de los 10 años.
Todos los trastornos hasta ahora expuestos tienen su inicio en la infancia o en la adolescencia temprana. Estos trastornos tienen como nexo común una falta de control de impulsos y comportamientos disruptivos, lo que sumado a las características propias de cada trastorno, limitan la adaptación del menor, tanto en el ámbito de la institución educativa y con los iguales, como en el ámbito de la comunidad y posteriormente en el laboral.
El trastorno negativista desafiante suele aparecer entre los cinco y los ocho años y si bien suele tener un buen pronóstico si su inicio es tardío, este suele ser el antecesor del trastorno de la conducta en hasta un cuarenta por ciento. A su vez, alrededor de un cuarenta por ciento de los diagnosticados con trastorno de la conducta presenta en la edad adulta un Trastorno de la Personalidad Antisocial.
Los tres Trastornos hasta ahora presentados son los que a priori pueden desencadenar conductas de gran violencia, encontrando en ellos incluso una secuencia evolutiva que iría desde el Trastorno Negativista Desafiante, al Trastorno de la Conducta y terminaría en un Trastorno de la Personalidad Antisocial. Además, siguiendo a Garrido (2009) y a la comorbilidad presentada por estos trastornos con un Déficit de Atención con Hiperactividad, pasaremos a describir también este último. El Déficit de Atención con Hiperactividad no conlleva consigo una intención de desobediencia o de dañar a los demás, pero sí que junto con ciertos factores de riesgo puede llegar a provocar conductas de gran violencia (Garrido, 2008).
Trastorno por déficit de atención e hiperactividad
La característica esencial del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad es un patrón persistente de desatención e hiperactividad-impulsividad, que es más frecuente y grave que el observado en sujetos de un nivel de desarrollo similar. Los signos del trastorno pueden ser mínimos o nulos cuando la persona está sometida a una situación con estricto control, a una relación personal de uno a uno o a situaciones novedosas y/o de gran interés o estimulantes. Los síntomas tienden a producirse con más frecuencia en situaciones de grupo. Las características de inatención son con frecuencia: dificultades para mantener la atención, parece no escuchar, no sigue instrucciones, evita o se muestra poco entusiasta en comenzar nuevas tareas, se distrae con facilidad y olvida tareas cotidianas. Las características de hiperactividad e impulsividad son: se muestra con hipercinesia en diferentes situaciones, tiene dificultades para jugar de forma tranquila, habla excesivamente, responde antes de terminar una pregunta e interrumpe.
Otras características asociadas a este trastorno pero no definitorias son: baja tolerancia a la frustración, labilidad emocional, baja autoestima, disforia, autoritarismo, e insistencia excesiva para satisfacer sus deseos.
Aunque las personas con este trastorno tienen un comportamiento impulsivo que puede llegar a ser hostil, de desafío y oposición, éste no suele violar las normas sociales características de la edad, cuando esto último ocurre suele existir una comorbilidad con el Trastorno de la Conducta. No obstante, siguiendo a Garrido (2008) pueden darse una serie de circunstancias que predispongan al sujeto a involucrarse en situaciones violentas y/o delitos de gravedad.
Trastorno de la personalidad antisocial 301.7 (F60.2)
La característica esencial del Trastorno Antisocial de la personalidad es un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que comienza con síntomas del Trastorno del Comportamiento antes de los quince años y continúa en la edad adulta. Algunos de los rasgos característicos de la personalidad antisocial son: un fracaso reiterativo para adaptarse a las normas sociales y legales, deshonestidad con la intención de obtener un beneficio o placer personal, impulsividad o incapacidad para planificar el futuro, irritabilidad y agresividad manifiestas en agresiones físicas repetidas, irresponsabilidad constante y ausencia de remordimiento ante cualquier acto que viole los derechos de los demás, incluido un acto de gran crueldad con graves consecuencias para los otros.
Millon (2006) considera que “en la personalidad antisocial, la maldad y la locura parecen entremezclarse. Algunas veces, los delitos de los antisociales son tan incomprensibles y moralmente repugnantes que el acto por sí solo nos hace dudar de su cordura” (Millon, 2006, p. 158). Millon (1990, visto en Millon 2006), dentro del patrón principal de la personalidad antisocial, distingue cinco variantes: el codicioso, el defensor de su reputación, el arriesgado, el nómada y el malevolente. Desglosados estos subtipos los que presentarían unas características más cercanas a la posibilidad de cometer un acto criminal son: el codicioso y el malevolente.
El antisocial codicioso es la variante que más se aproxima al prototipo puro descrito por el DSM-V. Este tipo considera que la vida no les ha ofrecido lo que se merecen y se muestran celosos con aquellos con los que la vida les ha ofrecido aquello que ellos envidian. Su móvil es compensar la sensación de vacío que experimentan guiados por la envidia, para ello pueden utilizar cualquier tipo de artimaña, llegando incluso al crimen.
El antisocial malevolente es una combinación de la personalidad antisocial y la paranoide. Este tipo lleva a cabo acciones cargadas de odio y de destrucción hacia los demás por el maltrato que considera ha recibido anteriormente. Desconfían de la buena voluntad de los demás y por ello siempre deben mantenerse en alerta. Para asegurarse sus límites con los otros y llevar a cabo su deseo de venganza utiliza acciones de gran crueldad realizadas con sangre fría.
A pesar de la gran crueldad con la que las personas antisociales tratan a los demás, ya sean de forma más explícita o de forma más implícita bajo su capacidad camaleónica (Garrido, 200), no todos los antisociales son criminales ni todos los criminales son antisociales (Millon, 2009). Los rasgos de la personalidad van de la normalidad a la patología, por tanto hay rasgos antisociales que están dentro del intervalo de la normalidad que son admirados en la sociedad actual como el ser intrépidos, arriesgados o el ser escurridizo y saber dar la vuelta a las cosas hacia el propio beneficio, entre otros. Muchos individuos con rasgos antisociales, pero también con personalidad antisocial, tal y como ya se ha venido diciendo, no se encuentran en la cárcel sino que ostentan cargo de poder en el mundo de los negocios, la política o el ejército.
El trastorno antisocial ha sido el trastorno de la personalidad más estudiado, y tal y como hemos descrito en la evolución histórica, se ha denominado también psicopatía y sociopatía. Actualmente, estos términos se utilizan (en ocasiones) de manera indistinta para describir a las personas que trasgreden los derechos de los demás. No obstante el término psicópata y sociópata se distinguen en su origen. Psicópata tiene una disposición constitucional hacia la patología y sociópata hacia el modo de socialización (Millo, 2009). Para Millon (2009) la mejor forma de entender estos dos conceptos es situarlos en un continuo, pues ambos pueden presentar una predisposición biológica, pero además, los dos conceptos, se desarrollan en un ambiente social que puede ser poco adecuado. No obstante, hay autores que diferencian la psicopatía de la personalidad antisocial, como Cleckley y Hare. Estos autores consideran que el psicópata no sólo es antisocial, sino que va más allá, siendo una de sus características principales la gran indiferencia interna con la que destruyen la vida de los demás (Millon, 2009).
Trastornos parafílicos
Las parafilias se caracterizan por impulsos sexuales recurrentes e intensos, fantasías o comportamientos que implican objetos, personas o situaciones poco habituales. Estos trastornos incluyen: el voyeurismos, exhibicionismo, frotteurismo, masoquismo sexual, sadismo sexual, pedofilia, fetichismo y travestismo. Todos los trastornos parafilicos citados son delito a excepción del fetichismo y el travestismo. De los demás trastornos sexuales, los que están caracterizados por una mayor crueldad son: el sadismo sexual y la pedofilia. El sadismo sexual es la excitación sexual derivada del sufrimiento psicológico o físico de otra persona que no ha dado su consentimiento. El trastorno de pedofilia es la excitación, fantasías o acto sexual con niños prepúberes. Los delitos descritos, en ocasiones, suelen llevar además al asesinato de sus víctimas.