Violencia contra la pareja
Desde la perspectiva criminológica la violencia contra la pareja puede definirse como defiende Cerezo (2000, p. 152)
Todo tipo de actos o comportamientos abusivos, sean éstos físicos, psíquicos o sexuales que, llevados a cabo de modo reiterado por parte de la persona a la que la víctima está o ha estado vinculada sentimentalmente, con el fin de ejercer un control sobre ella, produzcan un resultado perjudicial para la misma, siendo indiferente la entidad del daño causado o su naturaleza.
Esta definición pone énfasis en cinco elementos: la acción del maltrato en sí misma, el resultado producido, la habitualidad, la relación de pareja y la motivación del maltrato. Por tanto, criminológicamente, para que un acto pueda considerarse violencia contra la pareja no debe ser un simple hecho aislado (aunque si ha de ser tenido en cuenta), sino que éste como principal condición debe ser un tipo de maltrato realizado mediante dominación y control de una de las partes sobre la otra, de tal forma que la víctima ha perdido su propia autonomía y se encuentra en una situación de desamparo (Bernabéu, 2013). Es decir, el objeto principal de esta violencia es someter y controlar a la víctima ya sea directa o indirectamente.
Atendiendo al tipo de victimización de la violencia en la pareja suelen distinguirse principalmente los malos tratos físicos definidos como “cualquier acción reiterada, e intencionada, que suponga un acometimiento exterior ejercido contra el cuerpo de la pareja” (Vicente y Benítez, 1999, p. 9), los malos psíquicos que se definen como “cualquier conducta turbadora, reiterada e intencionada, que puede producir un trastorno de tipo emocional en la víctima”. (Vicente y Benítez, 1999, p. 10) y, los malos tratos sexuales que son definidos como “todo acto de naturaleza sexual ejercido por un miembro de la pareja contra la voluntad del otro, normalmente desde una posición de poder físico o autoridad” (Vicente y Benítez, 1999, p. 10).
Ciclo de violencia en la pareja
Walker en 1979 estableció la existencia de una serie fases en la dinámica del maltrato que se caracterizan por una primera fase de tensión en la cual comienzan a suceder algunos episodios de agresiones verbales, e incluso alguno leve de carácter físico. Suele durar unas semanas (Se empieza a acumular tensión). Seguidamente, aparece la denominada fase de agresión aguda en la que sucede la agresión física o emocional y que suele durar un 47% de los casos, entre 5 y 15 minutos, y en el 25% entre 45 minutos y 5 horas. Por último, aparece la fase de reconciliación o también denominada luna de miel o fase idílica en la que el agresor se arrepiente de su conducta y convence a su pareja de que no volverá a ocurrir. Este ciclo se repite, una y otra vez, y cada vez con menor intervalo de tiempo entre fases de castigo físico y con mayor gravedad en las lesiones, acabando o rompiéndose cuando la agresión tiene consecuencias irreversibles, cuando la mujer se decide a denunciar, o con la separación definitiva (Walker, 1979).
Violencia ejercida por los padres sobre los hijos. (Maltrato infantil)
Las definiciones que parten de un carácter más restringido incluyen únicamente el maltrato físico intencional y severo, mientras que las más amplias abarcan todo aquello que pueda interferir en el desarrollo adecuado del niño. Dentro de las primeras puede citarse la del propio Kempe y colaboradores en 1962 que define esta clase de malos tratos “una condición clínica de los niños que han sido maltratados físicamente de forma severa, generalmente por sus padres o cuidadores” (Kempe, 1962, pp.17-24).
El maltrato infantil incluye aquellos actos no accidentales que comportan abuso o descuido hacia un menor de edad y que amenaza el adecuado desarrollo de la vida del niño. Estos actos deben ser realizados por su progenitor o cuidador principal, por otra persona o por cualquier institución (Conserjería de Bienestar Social, 2002).
La Clasificación general de maltrato infantil suele distinguir entre maltrato infantil definido como cualquier acción que tienda a causar lesiones físicas a un niño, maltrato psicológico que englobaría cualquier acción u omisión que provoque o pueda provocar daños emocionales, cognitivos o comportamentales en el niño, abuso sexual que es cuando se puede producir cualquier acción u omisión que provoque o pueda provocar daños emocionales, cognitivos o comportamentales en el niño y, por último negligencia que se puede dar a consecuencia de una inacción por la que se priva al niño de la supervisión o atención esencial para su desarrollo. Cabe recalcar que la forma más extrema de negligencia es el abandono (Sanmartín, 2008). En este punto, hay que añadir que recientemente la exposición a la violencia de pareja ha sido incluida entre las formas de maltrato infantil.
La tabla siguiente (centro CRIMINA, 2015) resume los diferentes tipos de maltrato según la combinación de dos ejes que son: el tipo de maltrato según las características externas de intencionalidad (activos o pasivos) y el ámbito individual en que se ocasiona el daño (físico o emocional). Añadir también que la siguiente clasificación no es excluyente y un menor puede sufrir diferentes tipos de maltrato a la vez.
Violencia filio-parental.
La violencia filio-parental encuadra aquellas conductas reiteradas de violencia física, verbal o no verbal, dirigida a los padres, o a los adultos que ocupen su lugar (Pereira, 2006). Excluyéndose, por tanto, los casos aislados, la relación con consumo de productos tóxicos, psicopatología grave, la deficiencia mental y el parricidio.
En cuanto a las posibles causas de este tipo de conductas Linares (2006) coincide en que esta nueva forma de violencia constituye un fenómeno bastante complejo que forma parte de una secuencia interactiva mucho más larga y bidireccional. La “nueva” VFP (Pereira, 2006) apareció repentinamente en nuestro país en los medios de comunicación durante aproximadamente el año 2005, caracterizándose principalmente en la realización de actos violentos ejercidos por menores en familias aparentemente normales, procedentes de cualquier clase social (lo que difiere bastante, de la antigua violencia filio-parental que tenía entre sus principales agresores a los toxicómanos, enfermos mentales, etc.). Esta nueva forma de violencia ha generado un aumento de las denuncias a lo largo de los últimos años.
Las posibles causas de la violencia filio-parental son variadas y multifactoriales, pero entre ellas se encuentra interiorizada en los niños el desarrollo de actitudes egocéntricas y materialistas que se agravan en situaciones de crisis económica como la que hemos sufrido en España y Europa en los últimos tiempos. Esta crisis de valores no apunta tanto a unos jóvenes “inmorales” sino que apunta principalmente a una juventud “amoral”, líquida (Bauman, 2007), indiferente que, entre otros síntomas específicos nos ofrece el “síndrome de Peter Pan” (asociado a actos de violencia filio-parental perpetrados por adultos), el “síndrome del pequeño emperador” y el “síndrome del pequeño dictador”. Otros factores que han influido en el surgimiento de este nuevo tipo de violencia en las nuevas sociedades son cambios en la vida de las personas como: La disminución en el número de descendientes (hijos tesoro), los cambios en los modelos familiares (dificultades para las funciones normativas), los cambios en el ciclo vital familiar (padres añosos), los cambios laborales (hijos llave), la sobrevaloración de la juventud (padres “adolescentes”). La evitación del conflicto (mito de “armonía familiar), las crisis de autoridad de las instituciones-guía tradicionales o la restricción de la capacidad sancionadora de los educadores (dimisiones y delegaciones) (Rodríguez Fernández, 2015).
Síndrome de Peter Pan
En los años 80, el prestigioso psicólogo Dan Kiley observó que algunos de los pacientes que tenía se negaban a aceptar las responsabilidades que vienen asociadas a la edad adulta. Kiley asoció y acuñó los comportamientos que presentaban sus pacientes bajo el nombre de ‘Síndrome de Peter Pan’. Dicho síndrome, por tanto, hace referencia a aquellas personas que no han sabido o no han querido aceptar en sus vidas, las obligaciones que supone encontrarse en edad adulta, es decir, no aceptan haber dejado su niñez y, por tanto no pueden desarrollar correctamente las funciones que les tocaría realizar según su edad, tales como el rol de padre o de pareja (Kiley, 1983).
Síndrome del Emperador.
Este término fue acuñado por Garrido Genovés en el año 2007 y hace referencia a un fenómeno cada día más frecuente en el que los papeles son invertidos: los hijos dominan a los padres y, en los casos más extremos, les maltratan. Esta expresión es utilizada para referirse a aquellos niños que presentan algunas de las siguientes características: Insensibilidad emocional, poca responsabilidad ante el castigo, dificultades para desarrollar sentimientos de culpa o ausencia de apego hacia los progenitores y otros adultos. No existe un patrón determinado ya que unas veces es el hermano pequeño; otras, el mayor; otras, hijo único o adoptado, otra: hijos de padres mayores, de familia monoparental. En dónde parece que hay consenso es que se da más entre clases altas y medias y entre niños que niñas, aunque las niñas están ganando terreno (Garrido, 2007)
Maltrato a personas mayores
Siguiendo al Centro Reina Sofía el maltrato a personas mayores puede definirse como: “cualquier acción voluntariamente realizada, es decir, no accidental, que dañe o pueda dañar a una persona mayor; o cualquier omisión que prive a un anciano de la atención necesaria para su bienestar, así como cualquier violación de sus derechos” (Iborra, 2009, p. 1).
Atendiendo al centro Reina Sofía se pueden establecer cinco categorías dentro del maltrato de personas mayores atendiendo al tipo de daño que se causa:
Maltrato físico: “Toda acción voluntariamente realizada que provoque, o pueda provocar, daño o lesiones físicas en la persona mayor” (Iborra, 2009, p. 1).
Maltrato psicológico: “Toda acción (habitualmente de carácter verbal) o actitud que provoque o pueda provocar daño psicológico a la persona mayor.” (Iborra, 2009, p. 2).
Negligencia: “Abandono o descuido de las obligaciones en los cuidados de una persona mayor. Consiste en desatender las necesidades básicas, entendiendo por tales la alimentación, la higiene, entre otras” (Iborra, 2009, p. 2).
Abuso económico: “Utilización ilegal o no autorizada de los recursos económicos o de las propiedades de una persona mayor” (Iborra, 2009, p.2). Entre las conductas que se pueden incluir en este tipo de maltrato resaltan el aprovechamiento del dinero de la persona mayor, la falsificación y coacción para hacer firmar documentos como por ejemplo testamentos, la apropiación, etc.
Abuso sexual: “Cualquier contacto sexual no deseado en el que una persona mayor es utilizada como medio para obtener estimulación o gratificación sexual” (Iborra, 2009, p. 2). Entre las conductas de este tipo de maltrato se pueden incluir el acoso sexual, los tocamientos, la introducción oral, anal o vaginal de objetos, dedos o pene, etc.
Por otro lado, los principales factores de riesgo del maltrato a personas mayores a nivel individual y en referencia a las víctimas son pertenecer al sexo femenino, tener más de 74 años, padecer una discapacidad física o intelectual, tener una enfermedad mental tipo Alzheimer o trastornos como la depresión. En referencia a los agresores los principales factores de riesgo suelen agrupar el consumo de alcohol, trastornos psicológicos como la depresión, si tenemos en cuenta el sexo, las mujeres suelen perpetrar más casos de negligencia y los hombres más casos de maltrato físico. Otros factores son: la dependencia económica del agresor respecto de la víctima o a nivel social o comunitario, la ausencia de recursos sociales que sirvan de apoyo a estas personas o la cultura violenta o normalización que atesoran muchas de las personas que se encuentran en esta situación (Iborra, 2009).
Violencia entre hermanos
Hasta el momento existe poca literatura al respecto. Por ejemplo Millet (2014) manifiesta que al producirse este comportamiento en el seno de la intimidad familiar y también porque los padres se niegan a reconocer este hecho es más difícil conocer la distribución real de este tipo de violencia.
Por otro lado, siguiendo estudio reciente de la Sociedad Mexicana de Psicología Social SOMEPSO (2007) centrado en identificar algunos de los factores que explican la violencia entre hermanos se concluyó que: “Al desaparecer el padre dentro del seno familiar, desaparece también su rol como de mediador de los conflictos entre los hijos. Esto influye para que las familias sin figura paterna presenten un mayor número de incidencias de violencia entre hermanos” (p. 259).
Recalcar que la violencia entre hermanos suele producirse mediante agresiones físicas, burlas, gritos, insultos, etc. Además en muchas ocasiones se puede observar la posición de superioridad por parte de un hermano sobre el otro, destacándose como factor la diferencia de edad que suele marcar el desequilibrio físico e intelectual.