Teoría de la Oportunidad Diferencial de Richard A. Cloward y Lloyd E. Ohlin

R. Cloward y L. Ohlin explican en 1960, en su libro “Delincuencia y oportunidad: Una Teoría de las Bandas” (Delinquency and Opportunity: A Theory of delincuent Gangs) la sociedad como resultado de la coexistencia de subculturas independientes que se generan como consecuencia de la disociación entre metas y fines. Entienden que el origen de la subcultura desviada está en la frustración que sienten los jóvenes de clase baja al intentar lograr, sin éxito, el nivel económico y el status social de otros grupos sociales. Se trata, por tanto, de subculturas que no asumen el fracaso, sino que buscan alcanzar los objetivos que la sociedad establece como metas a alcanzar mediante mecanismos menos ortodoxos, es decir, mediante acciones delictivas. En definitiva, éstos autores definen la subcultura delictiva como aquella en la cual resultan indispensables para el desempeño de roles dominantes, ciertas formas de actividad delictiva.

Basados en el modelo desarrollado por Robert Merton, los sociólogos norteamericanos Richard Cloward y Lloyd Ohlin (1966) llevaron a cabo algunos estudios sobre la delincuencia juvenil. Cloward y Ohlin sostenían que las formas de conductas criminales pueden producirse no sólo por la falta de mecanismos culturalmente aprobados para alcanzar el éxito, sino que también de la disponibilidad de una serie de medios no convencionales para lograr el mismo objetivo. Jóvenes provenientes de clases sociales acomodados, sin lugar a dudas, presentan una mayor disposición para lograr niveles de éxito social y material más altos por medio del ajuste a las formas socialmente aprobadas. Por el contrario, aquellos jóvenes que carecen de las mismas oportunidades y están expuestos únicamente a medios considerados ilegales no deberían extrañar a nadie que se éstos se valgan de ellos para alcanzar las mismas metas. En este sentido, el trabajo de Cloward y Ohlin intenta explicar la delincuencia en términos de la existencia de una relativa estructura de oportunidades disponible para las diferentes categorías sociales de gente joven.

Respecto, y para una mejor comprensión de la teoría que a continuación se explicará, de los términos “desviación”, “delincuencia” y “delincuencia subcultural”, son varios los significados que se les da, nacidos en la literatura teórica. Es por ello por lo que Cloward y Ohlin aportan su propio significado de esta terminología.

Hecho delictivo

Un acto delictivo está incluido en una categoría especial de los actos desviados. Toda desviación implica la violación de normas sociales que regulan el comportamiento de los participantes en el sistema social. Es esta transacción del comportamiento en la que el sujeto viola las reglas que definen las víctimas por las expectativas del sistema social legítimo. La principal esencia del acto desviado es, en otras palabas, que no es coherente con el comportamiento que la víctima ha sido llevada a esperar de los demás sobre la base de la posición social que ocupa. El desviado no acata las normas aceptadas del juego en el que la víctima está jugando. En efecto, este acto cambia la legalidad y la autoridad de estas normas. Representa un alejamiento del sistema de normas a las que la víctima ha dado su consentimiento y confianza.

Los actos delincuenciales son distinguidos desde una amplia clase de comportamientos desviados por el hecho de que los funcionarios adscritos a la administración de la justicia penal correspondiente seleccionan, de entre muchos actos desviados, a partir de las conductas proscritas por las normas de la sociedad aprobadas. Estos actos adquieren su carácter irregular por ser violaciones de las normas sociales. Adquieren su carácter específicamente delincuencial al ser tratados normalmente como violaciones de las normas oficiales que representan el sistema oficial.

Las normas del sistema regulan la interacción de los participantes de las relaciones sociales las cuales representan las inversiones de gran importancia a los grupos de poder dominantes en la sociedad. No se hace un gran daño al interés básico de estos grupos de manifestaciones de «modales prohibidos», tales como el uso de malas palabras en público, negarse a recibir a un invitado, o mantener una conversación ruidosa durante una actuación musical.

Para el control social de tal conducta desviada, diversos tipos de sanciones informales, como la burla, la crítica o el desprecio, se producen con cierta habitualidad. Es una cuestión diferente, sin embargo, si un acto interfiere con el logro del bien común según la definición de los grupos de interés que controlan en una sociedad. Por ejemplo, las reglas que protegen a las personas, la reputación, la propiedad y el acuerdo contractual regulan los intereses de los individuos y grupos que se consideran importantes para el mantenimiento y la estabilidad del orden social existente. Una violación de estas reglas no sólo amenaza a un individuo o grupo en particular, sino que, además, es visto como un desafío a la legitimidad de las instituciones básicas de la sociedad. Un acto delictivo, a diferencia de otras violaciones de las normas sociales, constituyen un hecho o una amenaza potencial para la legitimidad y la seguridad de estas instituciones fundamentales en el juicio de los funcionarios que representan a las agencias de la justicia penal. El acto delincuencial, a continuación, se define por dos elementos esenciales: por un lado, es una conducta que viola las normas básicas de la sociedad, y, (por otro lado) cuando se conoce oficialmente, evoca un juicio por los agentes de la justicia penal de que tales normas han sido violadas.

Definición “oficial” de delincuencia

Muchos intentos se han hecho para definir la actividad delictiva, independientemente de la respuesta oficial a la misma. Algunos investigadores, sensibles a la posibilidad de encontrar «sesgo de clase» en la aplicación de la ley, son reacios a tratar a las estadísticas oficiales como representante de la distribución real de la conducta delictiva en toda la estructura de clases sociales. Además, es bien conocido que se detecta sólo una pequeña fracción de los delitos, incluso si no hay sesgo de clase opera en procedimientos de delincuencia, las estadísticas oficiales seguirían sin revelar el alcance de la conducta delictiva en nuestra sociedad. Por último, los investigadores interesados en el estudio de las tendencias en el comportamiento delictivo se enfrentan con el problema de determinar si una determinada tendencia refleja un cambio en las políticas oficiales o en las tasas reales de la conducta delictiva. Por estas razones, muchos investigadores han tendido a evitar el uso de las estadísticas oficiales y han tratado de desarrollar otros caminos para estudiar la distribución de la conducta delictiva.

Hasta la fecha en la que fue publicado este libro, tales esfuerzos habían fracasado invariablemente, dado que los actos delictivos se distinguen de otros actos desviados por el hecho mismo de que tengan , o puedan dar lugar , en el inicio de los procedimientos oficiales por parte de agentes de la justicia penal . Las normas impugnadas por actos de delincuencia están respaldadas por las sanciones oficiales. Para definir la delincuencia, hay que descubrir los criterios que controlan las decisiones de invocar o retener estas sanciones oficiales.

La ley confiere una amplia discrecionalidad a los funcionarios para definir muchos tipos de actividad juvenil como delincuente. De hecho, las definiciones legales de la delincuencia son normalmente tan amplias que todos los niños en un momento u otro, son propensos a involucrarse en comportamientos que puedan ser definidos como delincuenciales (Cloward & Ohlin, 2000).

Según estos autores, y respecto a la explicación de la oportunidad diferencial, cuando la oportunidad para la innovación organizada es más frecuente que las formas convencionales para alcanzar el éxito social es posible que se desarrolle una subcultura criminal.     Dicha subcultura proporciona recursos, tales como personas, conocimientos, contactos, infraestructura y las habilidades necesarias para salir adelante y alcanzar el éxito a través de mecanismos no convencionales. Por otro lado, ambos sociólogos sugieren que cuando no es posible que la innovación organizada se desarrolle pueden generarse conductas delictivas bajo la forma de subcultura conflictiva, en donde los jóvenes se organizan a través de pandillas o grupos similares, al mismo tiempo que le otorga a sus miembros ciertos niveles de prestigio dentro del grupo(Gilbert Ceballos, 1997).

Cloward y Ohlin hablan del fundamento de la oportunidad diferencial como la diferencia de oportunidades que existe entre los diversos medios ecológicos urbanos. Respecto a cómo surge esta subcultura desviada, el principio básico es la frustración de los jóvenes adolescentes de clase baja al no poder conseguir el status económico, anhelado según las pautas de la cultura dominante. Semejante situación deriva de la ausencia de oportunidades legítimas de éxito en las áreas que habitan. En un determinado momento, éstos vislumbran que el fracaso de que son víctimas no se debe tanto a sus fallas personales, cuanto al modo concreto en que está organizada la sociedad, y entonces se unen a otros adolescentes con problemas similares y construyen la subcultura propia. En ésta reciben respaldo, superan los sentimientos de deshonra, los temores y remordimientos, a la vez que logran éxito personal y aprobación conforme a pautas distintas a las oficiales.

El nacimiento de las subculturas estriba en la oportunidad diferencia, ya mencionada, de los distintos ambientes sociales o barrios en que se desenvuelve el adolescente. Al respecto hay que tener en cuenta los tipos, cantidad y calidad de medios tanto legítimos como ilegítimos a que realmente puede acceder el joven para lograr los objetivos culturalmente inducidos. La oportunidad diferencial depende, a su vez, del grado de organización y estabilidad del vecindario.

Más que las tensiones socioculturales, lo que explica la desviación es la oportunidad que el sujeto tiene de desviarse. En toda sociedad existen diferentes grados de acceso a medios legítimos e ilegítimos de lograr el éxito, y por ello existen diversas modalidades de desviación. La forma de desviación que un sujeto adopte depende del ambiente social en que se mueva.

Cloward y Ohlinhablan de tres clases de subculturas independientes entre sí: la criminal, la conflictiva y la abstencionista o retraída. Todas ellas cuentan con un factor determinante en común, el cual es la ya mencionada brecha entre los objetivos culturalmente prescriptos por la sociedad global y los medios socialmente disponibles -ya sean éstos legítimos o ilegítimos- en los diferentes lugares de residencia de los adolescentes.

Subcultura criminal

El factor determinante específico de la subcultura criminal es un vecindario que aloja en su zona un mundo criminal adulto. Este último comprende dos elementos importantes. Primero, una organización piramidal por edades, donde los mayores dirigen, controlan, enseñan y entrenan a los menores. En segundo lugar, conexión y connivencia del mundo criminal con el mundo convencional o supuestamente conformista.

El tipo de desviación social predominante tiene que ver con una motivación de tipo utilitario, es decir, el lucro que permite alcanzar los símbolos de status socialmente prescritos. Ejemplos de ilícitos de esta índole son el hurto, el robo, el secuestro, etc.

El modus operandi es racional. La banda se organiza en muchos aspectos como si fuera una empresa. Dispone de una dirección, control y apoyo económico, técnico, jurídico y emocional.

Subcultura conflictiva

El factor determinante específico de la subcultura conflictiva es un barrio inestable e inestructurado y, por lo tanto, incapaz de ejercer un control social efectivo sobre sus habitantes. Esto se debe en gran parte a la elevada movilidad de los vecinos. En consecuencia, carece, por un lado, de un mundo criminal adulto, sin el cual los adolescentes no pueden acceder a los medios u oportunidades ilegítimas.Por otro lado, tampoco cuenta con un vecindario inestable pero que cuyo mundo convencional adulto sea organizado, elúnico capaz de surtir al joven con oportunidades legítimas para su proyecto de vida.

En síntesis, los adolescentes se hallan huérfanos de apoyo comunitario y se tienen que arreglar solos. Por eso crean la subcultura del conflicto con el fin de que los contenga, motive, apoye y dignifique según patrones propios y peculiares. Por consiguiente, esta subcultura es propia de barrios pobres y desorganizados, con alta movilidad social y geográfica, cuyos habitantes viven en condiciones de precariedad. Los valores desviados no están integrados con la sociedad del crimen organizado. La criminalidad tiene un marcado carácter individualista. Todo ello incrementa el desencanto y la frustración dado que viven en áreas donde el triunfo no puede lograrse de forma convencional, ni se poseen modelos adultos para lograrlo de forma lícita. La única forma de conseguir cierto estatus social es mediante la violencia, manteniendo un conflicto permanente.

El tipo de desviación social predominante consiste en conductas de índole rebelde, violenta y vandálica. Estas responden a una motivación fundada en una profunda frustración ante la desatención comunitaria, que los lleva a protestar simbólicamente mediante actos negativos y violentos.

Debido a que los jóvenes atrapados en las subculturas conflictivas a menudo ponen en peligro sus propias vidas y las vidas de otros y causan considerables daños materiales, la forma de conflictos de la delincuencia es una fuente de gran preocupación pública. Su prevalencia, por lo tanto, es probablemente exagerada. No hay evidencia que sugiera que la subcultura conflictiva está más extendida que en las otras subculturas, pero la naturaleza de sus actividades hace que sea más visible y así atrae la atención del público. Como consecuencia de ello, muchas personas erróneamente equiparan la delincuencia con la conducta delictiva.

Subcultura abstencionista o retraída

El factor determinante específico de esta subcultura es un barrio de clase baja (slum), dotado, por lo menos, de algunas oportunidades para la actividad tanto criminal como conformista. En este ambiente el menor prueba ambos caminos, pero fracasa una y otra vez. Lo que conlleva finalmente a un estado de frustración.

El tipo de desviación social preponderante tiene como motivación dicho doble fracaso ante el bloqueo de la vía que conduce a las actividades legítimas y también a lasilegitimas. Estos adolescentes se dedican, por caso, al uso de drogas, alcohol, y otras conductas de evasión antisocial.

El modus operandi se basa en la participaciónsubcultura en actividades de huida de la realidad, que sumergen al menor en el mundo fantasmagórico de la evasión antisocial.

Cabe advertir que las subculturas delincuentes, concebidas desde la perspectiva que aportan Cloward yOhlin, son tipos puros. En el mundo real de las ciudades, las tres clases de subculturas se mezclan y yuxtaponen en distintas formas y medidas, aunque casi siempre es posible detectar el predominio de una sobre las otras dos.

Es preciso, además, considerar, en relación a todo el tema de las subculturas delincuentes, el proceso de maduración del adolescente, quien avanza gradualmente hacia formas de conducta adulta, sujeto a presiones sociales que lo impulsan hacia la conformidad. Por eso, la mayor parte de los delincuentes juveniles suelen convertirse en adultos convencionales, transcurrido cierto tiempo. Sin embargo, una minoría adopta alguna forma de delincuencia adulta. Por ejemplo, los más identificados y capaces de la subcultura criminal tienen una alta probabilidad de hacer carrera en el crimen adulto organizado, mientras que el resto de los que no logran adaptarse a un rol adulto convencional, es muy posible que adhieran a alguna modalidad de conducta retraída[i][ii].

Por otro lado, respecto a las condiciones sociales específicas que contribuyen a la aparición de las diferentes subculturas delincuentes, Cloward yOhlin atienden a la integración de los diferentes niveles de edad de los delincuentes, y la integración de los portadores de los valores convencionales y desviados, ya que las respuestas delincuenciales varían de un barrio a otro según la articulación de estas estructuras en el barrio.

La subcultura delictiva, como el conflicto y las adaptaciones retraídas, requieren un entorno especializado para prosperar. Entre los apoyos ambientales de un estilo de vida criminal podemos observar las integraciones de los delincuentes en diversos niveles de edad y una estrecha integración de los portadores de los valores convencionales y los ilegítimos.

Tal y como citan Cloward y Ohlin en su libro Delincuencia y oportunidad: «En ninguna parte de la literatura criminológica está el concepto de integración entre los diferentes niveles de edad del infractor más explícito que en los debates sobre el aprendizaje criminal. La mayoría de criminólogos están de acuerdo en que el comportamiento criminal presupone conjuntos estampados de las relaciones a través del cual los valores y las habilidades requeridas son comunicadas o transmitidas desde un nivel de edad a otro».

En cuanto a los modelos criminales a imitar, la clase baja no está exenta de sus propios modelos de éxito ilegítimos distintivos e indígenas. Muchas cuentas en la literatura sugieren que los adultos de la clase baja que han alcanzado el éxito por medios ilegítimos no sólo son altamente visibles para los jóvenes de los barrios pobres, sino que además, a menudo están dispuestos a establecer relaciones íntimas con estos jóvenes.

Simplemente como un joven de clase media, como consecuencia de la íntima relación con un banquero o un hombre de negocios, él aspirara a ser un banquero o un hombre de negocios, de la misma manera que un joven de clase baja puede asociar sus aspiraciones con la “política del pez gordo”. El punto crucial aquí es que los medios- metas no están igualmente disponibles para una persona en diferente posición social.

En la medida en que las líneas de clase social actúan como barreras para la interacción entre personas de diferentes estratos sociales, los modelos de éxito convencionales pueden no ser importantes para los jóvenes de la clase más baja. El criminal exitoso, por otro lado, puede ser una figura íntima y personal en la creación de la zona de clase baja. De ahí que una de las fuerzas que conducen a la racionalidad, la disciplina y la delincuencia organizada puede ser la disponibilidad de modelos de éxito criminales a seguir.

Respecto a la integración de los valores, a menos que los portadores de los valores penales y convencionales están estrechamente vinculados entre sí, los roles delictivos estables no pueden desarrollarse. El criminal, como el ocupante de un papel convencional, debe establecer relaciones con otras categorías de personas, los cuales contribuyen todos de una forma u otra para el buen desarrollo de la actividad criminal. Los rebuscados sistemas de relaciones entre estas personas legítimas e ilegítimas constituyen el tipo de entorno en el que la subcultura criminal juvenil puede llegar a darse.

El tipo de ambiente que alienta una orientación criminal entre los delincuentes es, por tanto, el que se caracteriza por la estrecha integración de los portadores de los valores convencionales y los ilegítimos. El contenido de la subcultura delictiva es una respuesta más o menos directa con el entorno local en el que surge. Y es el barrio «integrado» es el que produce el tipo criminal de la subcultura delincuente.

En resumen, la subcultura criminal es probable que se produzcan en un barrio caracterizado por estrechos lazos entre los diferentes niveles de edad de los delincuentes, y entre los elementos criminales y convencionales. Como consecuencia de estas relaciones de integración, una nueva estructura de oportunidades surge y proporciona vías alternativas para el éxito de las metas. De ahí que las presiones generadas por las restricciones al acceso legítimo del éxito de las metas se drenan.

Cloward y Ohlin aceptaron también la hipótesis de Merton de que la tensión conduce a la desviación y a la delincuencia, como resultado de la situación de anomia[iii]. Incorporaron también algunas de las sugerencias de Cohen sobre los factores que propician la aparición de las subculturas juveniles y, como novedad, añadieron un nuevo elemento teórico: la noción de estructuras de oportunidad ilegítima. En este concepto propusieron que las bandas juveniles surgirían en contextos en los cuales las oportunidades legítimas de conseguir los objetivos sociales típicos (tales como el dinero, bienestar o estatus) son escasas. De ahí que en aquellos barrios en los que la delincuencia profesionalizada se encuentra organizada, los miembros de las bandas juveniles acabarán enrolándose en los estamentos delincuenciales adultos, y perpetuando de este modo sus carreras delictivas. En cambio, si no existen organizaciones delictivas adultas, la subcultura de la banda adoptará formas divergentes más blandas, y se manifestará en forma de conductas vandálicas o de peleas entre bandas. Finalmente, quienes, en tales contextos sociales, no se ubiquen ni en el orden social establecido ni en la subcultura delincuencial de la banda, acabarán, según Cloward y Ohlin, como sujetos refugiados en actividades marginales tales como el consumo de drogas.

En síntesis, las teorías subculturales, de la que forma parte la teoría de las oportunidades diferenciales de Cloward y Ohlin, unidas a los postulados sobre la anomia y la tensión, propusieron que las discrepancias entre fines y medios, que se dan en la colectividad, especialmente entre las clases menos pudientes, producen estrés e incomodidad social, y que estas vivencias, a su vez, conducirían a la delincuencia (Siegel, 2010). Estos análisis también sostuvieron que un joven marginal que realice pequeñas actividades delictivas no necesariamente se convertirá en un delincuente de carrera, si no existen referentes delincuenciales adultos. La falta de modelos delictivos, de recompensas sociales por el delito y de medios adecuados para llevarlo a cabo, puede sustraer al joven de la delincuencia, o, en el peor de los casos, reducirlo a una situación de marginalidad no delictiva.

Tal y como señalan Garrido Genovés y Redondo Illescas, en el manual “Principio de la Criminología” (2013) que, en todo caso, es muy frecuente que los jóvenes cometan delitos en compañía de otros (Melde y Esbensen, 2011). Melde y Esbensen (2011) exploraron, a partir del análisis empírico de 1.400 jóvenes, los mecanismos mediadores que podían facilitar el efecto criminógeno de la entrada de un joven como miembro de una banda juvenil. La incorporación a la banda favorecería en el individuo cambios emocionales, actitudinales y en sus rutinas vitales, los cuales incidirían directamente en el incremento de su actividad delictiva. Estos cambios podrían incluso tener efectos duraderos y no revertir pese al abandono posterior de la banda juvenil.

Un análisis específico sobre las bandas delictivas juveniles en diversos países europeos, bajo el patrocinio del EuropeanProgram, ha puesto de relieve dos datos relevantes (Klein, Weerman y Thornberry, 2006). El primero, que los jóvenes vinculados a bandas delinquen de forma más violenta que los delincuentes juveniles que actúan de modo aislado. El segundo, que, a pesar de todo, la violencia delictiva de las bandas juveniles en Europa es significativamente menor que la violencia de banda existente en Estados Unidos, apareciendo como razones principales para ello la menor disponibilidad de armas de fuego y los menores niveles de propensión a defensa de un territorio.

Un aspecto vinculado a las subculturas es la observación frecuente de que en barrios de concentración subcultural existiría una gran impunidad delictiva, de modo que muy pocos delitos llegan realmente a conocerse y ser perseguidos. Kirk y Matsuda (2011) han acuñado la expresión “cinismo normativo” para referirse al descreimiento de algunas personas y grupos sociales acerca de la legitimidad de la ley. Según estos autores, en muchos barrios de concentración de minorías de clase baja existiría un alto “cinismo normativo”, que se asociaría a una menor eficacia colectiva en dirección a la prevención del delito y, a la postre, a una menor cooperación para el control de los delitos cometidos, muchos de los cuales quedarían de este modo impunes.

En la misma dirección, recientes estudios han obtenido que la probabilidad autoinformada de denuncia de hechos delictivos se asocia inversamente al nivel de pobreza del barrio en que se vive, pero no de forma aislada, sino en interacción con variables individuales como las actitudes y experiencias de los sujetos en relación con la policía, el delito y sus percepciones de la comunidad(Garrido Genovés & Redondo Illescas, 2013).

Por otro lado, según cita Vázquez González (2003) Una combinación de la teoría de la anomia y de la teoría de la asociación diferencial, en la que también intervienen elementos de la teoría de la subcultura, constituye la teoría de la desigualdad de oportunidades (opportunitystructure) desarrollada por Richard Cloward y Lloyd Ohlin.

En palabras de los propios autores, “el concepto de la estructura de la desigualdad de oportunidades nos permite unir la teoría de la anomia, que reconoce el concepto de diferencias en el acceso a medios legítimos, y la “tradición de Chicago” en la que el concepto de diferencias en el acceso a los medios ilegítimos está implícito”. Estos autores aceptan muchos de los argumentos esgrimidos por Merton.

 

Admiten que en la sociedad norteamericana se produce una profunda desigualdad entre diversas clases sociales a la hora de acceder de un modo legítimo a las metas cultural y socialmente aceptadas. En respuesta a esta frustración los miembros de los grupos más deprimidos utilizan medios ilegítimos para conseguirlo. Pero no en todos los casos, ¿por qué? De acuerdo con Cloward y Ohlin, la clave se encuentra en el diferente o desigual acceso a las oportunidades ilegítimas (differentialaccess to illegitimateopportunities). Mantienen que los medios ilegítimos no son igualmente accesibles para todos. El adquirir un rol o papel conformista o desviado no es necesariamente algo fácil o sencillo de disponer; su acceso depende de una variedad de factores, como la posición económica, la edad, el sexo, la raza, la personalidad, etc.

Solamente en aquellos barrios en los que el crimen aparece como algo estable e institucionalizado, operará como un fértil campo de aprendizaje en el medio ambiente de los jóvenes. Por ello Cloward y Ohlin concentran su teoría de las diferentes oportunidades en un grupo: los jóvenes varones de clase social baja que viven en grandes centros urbanos(Vázquez González, 2003).

Teoría de la oportunidad diferencia

 

*Imagen1. Esquema aportado por Vázquez González donde aparecen reflejados los principales constructos teórico de la desigualdad de oportunidades de Cloward y Ohlin.

 

 

 

 

 

 

Cloward, R. A., y Ohlin, L. E. (2000). Delincuency and Opportunitty: A Theory of Delinquent Gangs.Florence, KY: Routledge.

Garrido Genovés, V., y Redondo Illescas, S. (2013). Principios de la crimonología. Valencia: Tirant Lo Blanch.

Gilbert Ceballos, J. (1997). Introducción a la Sociología. Santiago: Colección sin norte.

Kirk, D., Matsuda, M., (2011).Legal cynicism, collective efficacy, and the ecology of arrest. American Society of Criminology. Vol.49(2), pp. 443-472.

Klein, M. W., Weerman, F. M., y Thornberru, T. P. (2006). Street gang violence in Europe. European Journal of Criminology, Vol. 3(4), pp. 413-437

Melde, C., y Esbensen, F.-A. (2011). Gang membership as a turning point in the life course. Criminology, Vol.49(2),pp. 513-552.

Pérez López, J. A., La explicación sociológica de la criminalidad. Recuperado el 20 de Febrero de 2014, de Derecho y Cambio social: http://www.derechoycambiosocial.com/revista022/explicacion_sociologica_de_la_criminalidad.pdf

Vázquez González, C. (2003). UNED. Recuperado el 22 de Febrero de 2014, de UNED: http://www.uned.es/dpto_pen/delincuencia-juv/documentos/delincuencia/teorias-criminologicas.pdf