Factores de protección

Se entiende por factores de protección todas aquellas circunstancias, características, condiciones y atributos vinculados al comportamiento prosocial, que potencian las capacidades de un individuo para afrontar con éxito determinadas situaciones adversas. Existen tanto factores de protección estático como dinámicos. Para valorar los factores de protección, es necesaria la utilización de instrumentos para la evaluación del riesgo de violencia en los individuos. Dichos instrumentos se utilizan conjuntamente con otras herramientas de valoración de riesgo delictivo, con el fin de poder realizar una valoración general, teniendo en cuenta tanto los factores de riesgo como los de protección, de tal forma que se pueda llevar a cabo una estimación del riesgo que tiene el sujeto de cometer un hecho delictivo, mucho más completo y preciso.

El concepto de factores de protección está muy relacionado con la teoría del aprendizaje social y la teoría del control social. Según Bandura (1977), los jóvenes pueden aprender visualizando el comportamiento pro-social de los pares, profesores o la familia. De acuerdo a la teoría del control social de Hirschi (1969), la delincuencia se puede evitar teniendo en cuenta los lazos que crean las personas a través de las relaciones sociales, la participación en actividades pro-sociales y la adhesión a creencias.

Por lo tanto, todos los lazos que se crean, pueden ser percibidos como factores de protección y se producen los hechos delictivos cuando se debilita o se rompe el vínculo que tiene la persona con la sociedad.

Analizando el término factores de protección, se puede afirmar que no solo el propio sujeto es responsable del desarrollo de los factores de protección, sino que las personas de su entorno tienen que ser conscientes de las ventajas, el valor, la responsabilidad y el esfuerzo que supone adquirirlos y desarrollarlos. Además, todos ellos deben valorar sus efectos positivos, así como el beneficio social que suponen.

David Sánchez- Teruel apunta en su artículo “Factores de riesgo y protección ante la delincuencia en jóvenes y menores” (Teruel, 2012) que los factores que protegen contra el desarrollo del comportamiento delictivo, presentan las siguientes características:

  • Reducen la sensibilidad ante los factores de riesgo
  • Disminuyen el impacto de los factores de riesgo.
  • Reducen o disminuyen las reacciones en cadena negativa.
  • Provocan reacciones en cadena positiva.
  • Fomentan la autoestima y la auto- eficacia.
  • Abren oportunidades positivas.
  • Promueven el procesamiento cognitivo positivo de experiencias negativas.
  • Tener una actitud mental de autosuficiencia.
  • Tener una personalidad resiliente.

Además, Bernard (1991), categorizó los factores de protección en tres categorías teniendo en cuenta los atributos que fomentan la protección:

Atributos individuales

Estos factores de protección se centran en las características personales del sujeto y afectan al riesgo que tiene el individuo de cometer un hecho delictivo, comportarse violentamente. Algunos ejemplos de indicadores de protección individual son:

  • Tener personalidad resiliente
  • Poseer una orientación prosocial
  • Tener visión de futuro
  • Baja irritabilidad e impulsividad
  • Tener habilidades para solucionar los conflictos
  • Tener capacidad de comunicación
  • Ser socialmente competente
  • Tomar decisiones positivas
  • Tener habilidades de resolución de problemas
  • Poseer expectativas altas

Atributos familiares

Las relaciones familiares cumplen un rol importante a la hora de desarrollar adecuadamente los factores de protección, ya que la familia ofrece apoyo, cultura y educación, los cuales afectarán en el comportamiento de todos los miembros de la familia.

Algunos ejemplos de factores de protección relacionados con la familia son:

  • Disciplina consistente
  • Reglas familiares claras
  • Compromiso/ conexión con los padres y familia
  • Cohesión familiar
  • Recompensas y reconocimiento por la participación en actividades pro-sociales en la familia
  • Apoyo por parte de los padres
  • Poseer altas expectativas
  • Comportamientos de modelado

Atributos de la comunidad

Este tipo de factores están relacionados con el entorno físico, la oportunidad económica o recreativa de cometer un hecho delictivo, la existencia o no de apoyo social y otras características o estructuras que afecten al funcionamiento de la comunidad.

Según Losel y Farrington (2012), el impacto que puede provocar una persona al sujeto, depende de la edad, la personalidad y el género. El hecho de que el sujeto se relacione con otras personas que no han cometido ningún hecho delictivo o no hayan llevado a cabo ninguna conducta delictiva o problemática, como puede ser el abuso de sustancias, puede ser muy positivo para la persona y puede ser considerado como un factor de protección.

Otros ejemplos de factores de protección de la comunidad son:

  • Actividades de ocio saludables
  • Vínculos sociales con pares positivos
  • Interacción comunitaria con apoyos positivos
  • Relaciones de apoyo y vínculo social

Hay que tener en cuenta, que los factores de protección no siempre van ligados a sucesos agradables, es decir, un suceso negativo para el sujeto puede tener consecuencias positivas, ya que ha generado en el individuo mecanismos que haga que se adapte, fortalezca y aprenda a vivir bajo presión.

Los factores de protección pueden ser estáticos (no sufren ninguna modificación) o dinámicos (son susceptibles de cambio en algún momento de vida de la persona).

Los factores de protección varían dependiendo de las características individuales, familiares y del entorno, sin embargo, se puede hacer una recopilación de los mismos teniendo en cuenta cuáles son los más relevantes a la hora de prevenir la conducta delictiva en general:

  • Tener proyecto y sentido de vida
  • Poseer habilidades sociales tales como la comunicación, el manejo de sentimientos, la toma de decisiones y solución de problemas.
  • Tener redes de apoyo prosociales.
  • Manejar adecuadamente las actividades de ocio y el tiempo libre.
  • Manejar el estrés de forma saludable y prosocial.
  • Ser asertivo
  • Promover valores positivos.
  • Desarrollar métodos eficaces de afrontamiento.
  • Tener sentido del humor.
  • Locus de control interno, es decir, ser consciente de que la responsabilidad de nuestros actos es uno mismo.
  • Contribuir al bien común y ser reconocido.
  • Tener apoyo familiar y familia prosocial.
  • Practicar deporte de manera regular.
  • Poseer unos valores firmes de salud y autocuidado.
  • Llevar un estilo de vida positivo.
  • Buscar un buen sentido a la vida propia.
  • Tener una actitud positiva hacia el futuro.
  • Tener información y formación sobre el uso y abuso de drogas y alcohol.
  • Adoptar una actitud proactiva ante las situaciones estresantes.
  • Poseer la habilidad para internalizar el apoyo social.
  • Tener la habilidad para internalizar el apoyo social.
  • Tener la oportunidad de involucrare en proyectos vitales.
  • Poseer un sesgo optimista, esperanza y fe.
  • Tener unas expectativas altas y apropiadas a la edad y condición social.
  • Poseer competencias cognitivas tales como un nivel intelectual medio, tener facilidad de comunicación, ser una persona empática y poseer capacidades de planificación realistas.
  • Tener responsabilidades sociales y expectativas de logro.
  • Que el temperamento favorezca el enfrentamiento, es decir, que sea flexible y que la persona posea la capacidad de reflexionar y controlar sus impulsos.
  • Que el clima educativo sea abierto, positivo y orientador, con normas y valores claros.
  • Tener una relación emocional estable con un adulto prosocial.
  • Tener una adecuada autorregulación emocional.
  • Poseer redes sociales de apoyo tanto dentro como fuera del entorno familiar.
  • Tener habilidades de adaptación a diferentes contextos sociales.
  • Saber anticiparse al cambio, considerándolo como un reto hacia nuevas metas.
  • Conocer los modelos sociales que valoren el enfrentamiento positivo ante los problemas.

Numerosos estudios apuntan que la conducta violenta en adolescentes es el factor predominante a la hora de llevar a cabo hechos delictivos en el futuro. (Deptula y Cohen, 2004).

Es importante señalar, que no todas las conductas delictivas se llevan a cabo con violencia, ni todas las conductas de carácter violento son delitos.

Durante la adolescencia, la familia es el entorno que mayor influencia y relevancia tiene para la persona y en esta coexisten un gran número de factores de riesgo y de protección que pueden provocar o no, futuras conductas delictivas ya que el estilo parental de socialización que emplean los padres, influye en la conducta de los hijos.

Baumrind (1971, 1977, 1978) comprobó que algunas características generales de los hijos, correlaciona con el estilo de socialización de los padres, por ejemplo, los padres autoritarios tienen hijos conflictivos, irritables, descontentos y desconfiados, tienen baja autoestima, carecen de competencia interpersonal, carecen de habilidades para resolver conflictos, los resultados académicos no son buenos y presentan dificultad para comprender y llevar a cabo de manera adecuada las normas sociales; los padres permisivos tienen hijos impulsivos, más agresivos, tienen menos competencias sociales, presentan una baja autoestima, tienen problemas de ansiedad, depresión y falta de empatía ; y los autorizativos, sus hijos son enérgicos, amistosos y tienen gran confianza en sí mismos, una alta autoestima, gran capacidad de autocontrol, tienen un mejor rendimiento académico y eficacia en la escuela.

Varios autores han coincidido en la gran relevancia que presenta el apoyo familiar a la hora de potenciar los factores de protección, de hecho, numerosos estudios apuntan que un gran apoyo familiar, suele tener consecuencias positivas a la hora de neutralizar las conductas delictivas y violentas, a pesar de que en el entorno familiar haya una situación de estrés y conflictos familiares, ya que el apoyo que proporciona la familia, crea un ambiente de protección sobre el menor, de tal forma que le protegerá frente el desarrollo de problemas relacionados con la delincuencia y la violencia.

Por tanto, el comportamiento delictivo y violento por parte de los adolescentes, está relacionado con un clima familiar negativo que se caracteriza por:

  • Falta de cariño y apoyo familiar.
  • Aceptación de la conducta violenta del hijo.
  • Ausencia, inutilidad o severidad disciplinaria.
  • Padres muy autoritarios que utilizan el castigo de manera excesiva.
  • Dificultades comunicativas dentro del entorno familiar.
  • Conflictos frecuentes entre los padres.
  • Utilización de la violencia en el entorno familiar como medio de resolución de conflictos.
  • Padres que rechazan a sus hijos y se comportan de manera hostil.
  • Que el control parental se encuentre ausente o sea parcialmente débil.

Se puede concluir que, teniendo en cuenta esta serie de factores, se puede reafirmar, que no solo la persona es responsable a la hora de potenciar los factores de protección, sino que en edades tempranas sobre todo, el entorno familiar cumple un rol imprescindible para desarrollar adecuadamente conductas favorables que eviten futuras acciones que presenten una repercusión negativa para el individuo.

Actualmente, solamente existen dos herramientas que valoren de una forma estructurada y fundamentada empíricamente los factores de protección del comportamiento violento. Hay que tener en cuenta que para llevar a cabo un análisis más complejo y que se ajuste lo máximo posible a la realidad, es necesario utilizar una segunda herramienta de valoración del riesgo delictivo con el fin de complementar los resultados obtenidos tras la administración de un primer instrumento.

La primera de ellas es el Structured Assessment of Protective Factors for violence risk (SAPROF). Fue creada por Vivienne Vogel, Corine de Ruiter, Yvonne Bouman y Michiel de Vires Robbe. Esta herramienta ha sido diseñada para ser utilizada como complemento de herramientas de evaluación de riesgo, como por ejemplo el HCR-20, de tal forma que la valoración sea más completa y precisa. El SAPROF contiene 17 factores de protección divididos en factores internos, factores motivacionales y factores externos. Los factores han de ser evaluados en un periodo de tiempo corto, más o menos entre 6 y 12 meses. Además de evaluar cada factor, esta herramienta permite indicar cuáles son los factores más relevantes, de tal forma, que una ver llevada a cabo la valoración, se pueda realizar un juicio final de riesgo teniendo en cuenta el periodo de tiempo citado con anterioridad.

También se creó la versión juvenil, la cual se utiliza como complemento al SAVRY. (de Vogel, de Ryuter, Bouman, & de Vries Robbé). El SAPROF Youth Versión tiene como objetivo valorar el riesgo de reincidencia está compuesto por 16 factores de protección dinámicos, los cuales se dividen en cuatro subescalas: cuatro factores de resiliencia, seis factores de motivación, tres factores relacionales y tres factores externos.

La segunda herramienta es el Short- Term Assessment of Risk and Treatability (START), la cual ha sido desarrollada para valorar el riesgo a corto plazo por Webster, Martin, Brink, Nicholls y Desmarais. Esta herramienta evalúa 20 factores dinámicos teniendo en cuenta la situación actual del sujeto, de tal forma que se realiza una valoración teniendo en cuenta la probabilidad de que el sujeto reincida en las próximas semanas o meses. Es de origen clínica y evalúa la violencia hacia los demás, las conductas suicidas, el consumo de sustancias y el riesgo de ser víctima, entre otros.

En la actualidad, la mayoría de los estudios que abordan conflictos sociales se centran en el análisis de los factores de riesgo, obviando o dejando en un segundo plano los factores de protección.

Para comprender la importancia del estudio de los mismos, a continuación voy a exponer tres casos que muestran que la valoración de los mismos, es imprescindible para realizar una intervención o una prevención adecuada.

Estudio 1

Los factores de protección frente a la conducta antisocial: ¿Explican las diferencias entre chicos y chicas?

Este estudio fue llevado a cabo por Raquel Bartolomé, Marta Montañés, Cristina Rechea y Juan Montañés, en el año 2009 (Bartolomé, Montañés, Rechea, y Montañés, 2009)

A pesar de que numerosos autores afirman que una de las vías de investigación con más desarrollo es aquella dedicada a identificar los factores de riesgo y protección de la conducta antisocial y violenta, según Belknap (1996) y Pollock (1999), todavía hay una carencia tradicional en la investigación sobre la delincuencia ya que apenas hace hincapié en el rol que representa el sexo/ género en los mismos.

Si bien es cierto, se considera que la mayor parte de las investigaciones y teorías sobre delincuencia juvenil, en realidad son teorías sobre delincuencia juvenil masculina y por tanto, los programas de intervención están dirigidos a ese sexo, de tal forma, que no se diseñan teniendo en cuenta las características y necesidades femeninas. Por tanto, el sexo femenino se encuentra en una clara situación de desventaja.

En el estudio llevado a cabo por Bartolomé, Montañés, Rechea y Montañés, se plantean dos hipótesis:

La primera de ellas consiste en explicar la mayor tendencia de los chicos a cometer conductas antisociales serias y violentas, de tal forma, que se compruebe si los chicos y las chicas están expuestos de la misma manera a los factores de protección.

La segunda hipótesis que plantea que las variables de riesgo y protección tienen efectos diferentes en los chicos que en las chicas.

Para comprobar ambas hipótesis plantean un estudio en el cual pretenden:

  • Comprobar las diferencias y semejanzas entre chicos y chicas a los mismos patrones de conducta antisocial.
  • Analizar si existe una exposición diferencial entre los chicos y las chicas a los mismos factores de protección.
  • Estudiar si los efectos de las variables de protección identificadas tienen efectos diferentes en chicos que en chicas.

Para ello, han empleado una muestra de 642 estudiantes de Educación Secundaria Post- obligatoria de tres centros de la provincia de Albacete, de los cuales 319 son chicos y 323 son chicas. Las edades de los participantes oscilan entre los 12 y los 21 años.

Para poder realizar el estudio, se ha empleado un cuestionario auto- aplicado denominado Encuesta sobre Estilos de Vida de los Adolescentes, el cual ha sido creado por el Centro de Investigación en Criminología de la Universidad de Castilla la Mancha. En este cuestionario, se incluyen factores de protección y resiliencia externos, tales como la familia (relación con los padres, altas expectativas, oportunidad para la participación significativa y revisión), la escuela (alta vinculación escolar, participación significativa y percepción del trato justo con los profesores) y los amigos ( alto nivel de apoyo, amigos prosociales), además, se han incluido factores de protección internos tales como: apoyo social en la resolución de problemas, empatía, auto-eficacia, autoconocimiento, objetivos y actitudes hacia el futuro y resolución pacífica de problemas. Los resultados que obtuvieron fueron varios.

Teniendo en cuenta el primer objetivo, tras realizar el estudio, se ha llegado a la conclusión de que el porcentaje de chicos y chicas que han cometido las conductas antisociales estudiadas, es similar en ambos grupos. Además, analizando la frecuencia, se ha observado como la incidencia en las conductas antisociales en el último año del estudio, es semejante en ambos grupos, aunque es ligeramente mayor en los chicos.

Teniendo en cuenta la variedad de los hechos analizando el índice de violencia, el índice de la conducta anti- normativa y el índice de consumo, se observa que no hay diferencias significativas en la variedad de conductas antisociales cometidas, ni de sustancias consumidas, pero sí que han variedad de conductas violentas, siendo esta última superior en chicos que en chicas, es decir, a pesar de que los datos indican que hay grandes semejanzas entre los chicos y las chicas en su conducta antisocial, sí que hay mayor participación en conductas violentas por parte de los chicos.

Explicando las posibles diferencias entre los chicos y las chicas a la hora de llevar a cabo conductas violentas, se ha analizado si las chicas se encuentran más influenciadas por los factores de protección que los chicos.

Los resultados que obtuvieron es que las chicas tienen una mayor supervisión por parte de los padres, tienen más interés en seguir estudiando y su vía para resolver los conflictos se centra más en la comunicación y es más pacífico. Tienen además, más relaciones con amigos prosociales. Es decir, las chicas están más expuestas que los chicos a los factores de protección que están relacionados con la teoría del control social.

Estudio 2

Diferencias en factores de protección del consumo de sustancias en la adolescencia temprana y media (Cava, Murgui, y Musitu, 2008)

Este estudio se ha llevado a cabo por María Jesús cava, Sergio Murgui y Gonzalo Musitu.

Como consecuencia de la preocupación de educadores e investigadores por las múltiples repercusiones negativas que se derivan del consumo de sustancias tanto en chicos como en chicas, se han llevado a cabo diversos modelos explicativos y preventivos. Estos modelos, comenzaron centrándose en los factores individuales de cada sujeto, pero actualmente, se considera que hay tanto factores de protección como de riesgos individuales, sociales y familiares.

Por tanto, este estudio, tiene como objetivo evaluar las diferencias en la influencia que presenta el consumo entre la adolescencia temprana y media, así como, ver qué diferencias puede tener la influencia tanto la autoestima familiar y social del adolescente, como la calidad de comunicación paterno-filial.

Para dicho estudio se emplearon dos muestras. La primera de ellas estaba formada por 450 chicos y chicas en la etapa de la adolescencia temprana (12-14 años) y la segunda, por 203 chicos y chicas adolescentes medios (15-17 años).

El Cuestionario de Comunicación Familiar de Barnes y Olson (1982) sirve para medir si hay buena o mala comunicación paterno filial.

Ilustración 1.

Cuestionario de Comunicación Familiar de Barnes y Olson

*Fuente: Barnes y Olson (1982)

*Fuente: Barnes y Olson (1982)

 

Para medir la autoestima social y la autoestima familiar se utilizó el Cuestionario de Autoestima de García y Musitu (1999), el cual está formado por 30 ítems que miden la autoestima académica, emocional, social, familiar y física.

Para la medición del consumo habitual de sustancias de los adolescentes, se realizó un cuestionario compuesto por cinco ítems, los cuales miden el consumo de bebidas alcohólicas y sustancias ilegales, la autoestima que presenta el sujeto cuando se relaciona en sociedad, la autoestima emocional, la autoestima física y la autoestima que presenta cuando se relaciona con su familia.

Tras realizar el análisis de los datos, se llegó a la conclusión de que la comunicación dentro del entorno familiar afecta positivamente en la autoestima familiar y esto provoca que se relacione negativa y significativamente con el consumo de sustancias. A pesar de esto, en la adolescencia media, la comunicación con la familia y la aceptación de la autoridad institucional sufre un ligero descenso y por tanto, es más débil. En la adolescencia temprana, aumenta la comunicación familiar así como el autoestima social.

Analizando la autoestima social, hay diferencias con respecto a la autoestima familiar, ya que en la muestra de los adolescentes de edad temprana, la autoestima social y la familiar correlacionan significativa y positivamente, mientras que no existe en esta etapa relación significativa entre la autoestima social y el consumo de sustancias. Sin embargo, en la muestra de la adolescencia media, la correlación entre autoestima familiar y social no es significativa, pero, la correlación entre la autoestima social y el consumo de sustancias sí que lo es.

Haciendo referencia al rechazo a la autoridad y el consumo de sustancia, se llega a la conclusión de que se relacionan significativa y positivamente tanto en los adolescentes de edad temprana como en los adolescentes de edad media.

En conclusión, Los resultados del estudio confirman:

  • La importancia que tiene la familia como factor de protección frente al consumo de sustancias en adolescentes.
  • Las expectativas motivaciones de los adolescentes sobre el consumo de sustancias, podrían tener relación con su actitud de rechazo hacia la autoridad.

 

Estudio 3

Las variables de protección que influyen en el consumo de alcohol y tabaco en adolescentes (Martinez González y Robles Lozano, 2001).

Este estudio ha sido realizado por José Miguel Martínez González y Luis Robles Lozano.

El objetivo principal del estudio es conocer el efecto que provocan algunas variables de protección sobre el consumo de sustancias legales, de tal forma, que se permita ahondar en qué factores de protección se encuentran en el entorno de los adolescentes, centrándose en el consumo de alcohol y tabaco. Para ello, se han analizado 21 variables las cuales nos permitan conocer la relación entre los factores de protección y el consumo de alcohol y tabaco en adolescentes, además, poder comprobar si dichas variables de protección, actúan de manera diferente dependiendo de la sustancia que se trate y también, se ha podido contrastar si existen diferencias estadísticamente significativas entre sexos teniendo en cuenta el lugar de residencia de los menores.

Para realizar el estudio, se ha seleccionado una muestra aleatoria de 534 sujetos, cuyas edades oscilan entre los 14 y 21 años. Además, para poder establecer los grupos de comparación teniendo en cuenta el criterio de residencia, se clasificaron los municipios en función de si tenían más o menos de veinte mil habitantes.

Para llevar a cabo el estudio, se realizó un cuestionario, el cual estaba compuesto por dos partes. La primera de ellas hacía referencia al estudio de los datos demográficos, características relacionadas con el consumo de alcohol y tabaco dentro del entorno familiar del sujeto, consumo propio tanto de alcohol, tabaco y otras drogas, existencia de algún problema con el alcoholismo en alguno de los padres, características específicas del tipo de alcohol que consume, tipo de tabaco, consumo previo de otras drogas y consumo actual de otras drogas ilegales. La segunda parte estaba compuesta por 21 preguntas sobre los diferentes factores de protección que se pretendían medir en el estudio.

Tras realizar el estudio, se pudo concluir que existe una mayor presencia de factores de protección en el grupo de sujetos que no consume alcohol de manera habitual. Además, los efectos que producen los factores de protección en los menores son diferentes dependiendo del tipo de droga que consuman.

Otra conclusión a la que se llegó es que el hecho de que el padre, la madre o una persona de su entorno cercano, sean fumadores supone un factor de riesgo para el menor y puede propiciar su consumo. Sin embargo, el hecho de que los padres estén separados, no supone un factor de riesgo que vaya a desencadenar el consumo del menor.

 

Resiliencia:

Carmen Masias Claux define resiliencia como la capacidad que posee un individuo para desarrollar sus potenciales y recursos al verse inmersa en una situación de riesgo.

Factores de riesgo

Garrido, Stangeland y Redondo, los definen como aquellos factores individuales, sociales y ambientales que pueden facilitar y aumentar la probabilidad de desarrollar desórdenes emocionales o conductuales, como puede ser, el comportamiento delictivo.

Arce, R., y Fariña, F. (s.f.). Teorías de riesgo de la delincuencia. Una propuesta integradora. Santiago de Compostela, A Coruña.

Arce, R., Seijo, D., Fariña, F., y Mohamed-Mohand, L. (2010). Comportamiento antisocial en menores: RIesgo social y trayectoria natural de desarrollo. Revista Mexicana de Psicología, 27(2), 127-142.

Barnes, y Olson. (1982). Escala de Comunicación Familiar.

Bartolomé, R., Montañés, M., Rechea, C., y Montañés, J. (5 de Marzo de 2009). Los Factores de Protección frente a la Conducta Antisocial: ¿Explican las diferencias en violencia entre chicas y chicos? Revista Española de Investigación Criminológica(7).

Cava, M., Murgui, S., y Musitu, G. (2008). Diferencias en factores de protección del consumo de sustancias en la adolescencia temprana y media (Vol. 20).

De Vogel, V., de Ryuter, C., Bouman, Y., y de Vries Robbé, M. (s.f.). Manual para la valoración de factores de protección para el riesgo de violencia.

De Vries Robbé, M., Geers, M., Stapel, M., Hilterman, E., y de Vogel, V. (2015). SAPROF Youth Version. Manual para la valoración de los factores de protección para el riesgo de violencia en jóvenes.

Ecolectiva. (22 de Abril de 2014). Lo que la solidaridad puede lograr. Obtenido de http://www.espiritualidadcolectiva.com/lo-que-la-solidaridad-puede-lograr/

Garrido, V., Stangeland, P., y Redondo, S. (s.f.). Principios de Criminología. Valencia: Tirant lo Blanch.

Hirschi, T. (1969). Causes of Delinquency.

Martinez González, J. M., y Robles Lozano, L. (2001). Variables de protección ante el consumo de alcohol y tabaco en adolescentes (Vol. 13). Psicothema.

Musitu, G., Estévez, E., Jiménez, T., y Herrero, J. (2007). Familia y Conducta Delictiva y Violenta en la Adolescencia. Convivir con la violencia, 135-150.

Protective Factors Against Delinquency. (2005). Obtenido de http://www.ojjdp.gov/mpg/litreviews/Protective%20Factors.pdf

Romera, C. B. (2012). Descripción y análisis de los factores protectores de adolescentes en las competencias emocionales asociadas.

Teruel, D. S. (15 de Julio de 2012). Factores de riesgo y protección ante la delincuencia en menores y jóvenes. evista de Educación Social.

Webster, D., Martin, M., Brink, J., Nicholls, T., y Demarais, S. (2009). Manual for the Short-Term Assessment of Risk and Treatability (START).