Redondo, Pérez y Martínez, (2007 citado en Martín, N. y Vozmediano, L., 2014) establecen “dentro de las conductas antisociales, los delitos contra la libertad e indemnidad sexual son algunas de las más complejas desde una perspectiva psicológica, en cualquiera de las dos formas en las que se clasifican habitualmente estas conductas en la investigación: los abusos y las violaciones”.
Asimismo dichas autoras establecen una serie de definiciones sobre violación:
De una perspectiva científica, no necesariamente correspondiente con la jurídica, la violación es definida de distinta manera en función de los autores y su respectiva área de conocimiento. Por ejemplo, Marshall y Serran (2001), consideran la violación “desde un tocamiento sexual no permitido hasta la agresión sexual acompañada de violencia”. Por su parte Noguerol (2010) define violación como “la relación sexual no consentida en la que una persona impone a otra, por fuerza o intimidación con un mal mayor, su determinación de mantener una relación sexual no consentida, y la obliga a acceder a sus deseos en contra de su voluntad”. No existe una definición estandarizada de la violación y se detecta en general una falta de ajuste con la perspectiva jurídica, pero en todo caso las distintas definiciones vinculan la conducta de violación a conductas de violencia e intimidación (Martín & Vozmediano, 2014)
Meléndez, C. D., Millán, V. H. & Pérez, A. A., (2014, citan a Douglas, J., Burges, A. & Ressler, R., 1995) definen:
El asalto sexual incluye delitos en los que las víctimas son forzadas o coaccionadas para participar en la actividad sexual. La violencia física puede o no puede estar involucrada. En muchos delitos relacionados con niños, el delincuente puede obtener la cooperación de la víctima utilizando poca o ninguna fuerza. Esta “seducción” de los niños víctimas no tiene características comparables cuando se comete contra los adultos. (pp. 193-195)
Kalichman (1990, citado por Pereira, A. & Zubiaur, M., 2011) nos informa que “al establecer distintas categorías de violadores, cita un tipo de ellos que se caracterizan por ser altamente hostiles, inestables y probablemente más peligrosos que otros. Este tipo de violadores actúa impulsivamente y no persigue satisfacer su instinto sexual a través de la violación”.
Según Garrido (1993, en González, 2013), en la violación sádica “a diferencia de la violación de hostilidad, no hay una explosión de agresión concomitante con la agresión, sino que el asalto es aquí totalmente premeditado, proporcionando la perpetración de las lesiones una satisfacción sexual ascendente, en un feed-back a modo de espiral”.
Asimismo, Garrido (1993, en González, 2013) distingue cuatro tipos básicos de violadores según Colmes (1989); el sádico lo define como:
El más peligroso de todos. El propósito de la violación es la expresión de sus fantasías agresivas y sexuales. Tiene el propósito de dañar a sus víctimas tanto física como psicológicamente. Muchos de ellos tienen personalidades antisociales y son bastante agresivos en su vida diaria, especialmente cuando son criticados o resultan obstaculizados en su búsqueda de satisfacción personal. En la infancia-adolescencia manifiesta ya problemas sexuales, como excesiva masturbación y voyerismo. En su edad adulta, suele estar casado y ostentar una posición de clase media, teniendo el respeto de sus vecinos. Se trata de una persona inteligente, que planea sus asaltos, difícil de apresar. Su agresión está dirigiendo a disfrutar horrorizando a la víctima, de ahí que utilice parafernalia variada y en un ritual en su ejecución. Generalmente su violencia irá incrementándose, llegando probablemente a matar a sus víctimas, convirtiéndose en un asesino en serie. La periodicidad de sus ataques no está establecida, su perfil es el de un psicópata, y dependerá de su empleo de drogas, los planes que establezca, etc.
Por último, como expone Hare (1993, citado por Meléndez, C. D., Millán, V. H. & Pérez, A. A., 2014):
…la violencia sexual es un buen ejemplo del uso de una violencia insensible, egoísta e instrumental por parte de los psicópatas. Pero no a todos los agresores sexuales se les debe considerar como psicópatas. Algunos son individuos desequilibrados, con problemas psiquiátricos y psicológicos. Otros son el producto de actitudes sociales y culturales cuyo objeto es ver a las mujeres en roles serviles. Los actos delictivos de esos hombres, aunque repugnantes para la sociedad y horriblemente traumáticos para sus víctimas, podemos entenderlos mejor que los que cometen los psicópatas. Quizá la mitad de los violadores reincidentes sean psicópatas. Sus actos sexuales son el resultado de una potente mezcla: la expresión desinhibida de impulsos y fantasías sexuales, deseo de placer y control y la percepción de las víctimas como objetos de placer y satisfacción.