Como ya hemos comentado, el 11-S marcó un punto de inflexión en el tratamiento del terrorismo yihadista. Hasta entonces otros terroristas yihadistas habían cometido atentados pero no tuvieron tanta repercusión mediática como los ocurridos en la ciudad de Nueva York. A partir de ese día, empezamos a familiarizarnos con nombres como: Al-Qaeda y Osama Bin Laden; el fundador de una red terrorista que había perpetrado los primeros ataques en suelo estadounidense desde Pearl Harbor en 1941.
El 7 de agosto de 1998, la organización terrorista Al-Qaeda atacó casi de forma simultánea las embajadas que los Estados Unidos tenían en Kenia y Tanzania. Como consecuencia de los atentados, fallecieron 213 personas y hubo alrededor de 4.000 heridos en ambos países.
Se ha observado que la información sobre el terrorismo puede inspirar otros actos terroristas. Así pues, es difícil imaginar que los habitantes de un país remoto puedan actuar como los palestinos salvo que hayan visto como proceden. Las tácticas terroristas que consiguen una gran publicidad son imitadas con más frecuencia. Esto no quiere decir ni mucho menos que los medios de comunicación sean los responsables del terrorismo porque se les considere inductores del mismo pero si debemos recordarles que su deber es informar y tratar de mantenerse alejados de todo aquello que pueda desviarse de ese cometido (morbosidad, enaltecimiento del odio, etc.).
El uso de los medios de comunicación por parte de los terroristas ofrece la oportunidad de controlar la acogida favorable de sus peticiones. Los medios de comunicación representan un componente sustancial de la organización periodística. Las acciones terroristas entran de lleno en el campo de dominio público y por ese motivo no se puede limitar el derecho a la información de la opinión pública. Cuando se detiene a un supuesto integrante de la red terrorista, los medios de comunicación se apresuran a informarnos que la persona detenida probablemente en un futuro podría cometer atentados en occidente.
La muerte de periodistas o de los cooperantes es algo muy curioso y en lo que tenemos que hacer hincapié para ver el distinto enfoque de la noticia. Según sea la nacionalidad del periodista o del cooperante se le dará mayor o menor cobertura mediática a su asesinato. Por ejemplo: el asesinato de un periodista iraquí no es nada relevante para los medios de comunicación que trabajan en Europa y Estados Unidos mientras que si el asesinato afecta a un periodista occidental todas las agencias de información se hacen eco de la noticia.
Los terroristas se apoderan de rehenes dando vida a un drama confiando en la posibilidad de adquirir un mayor peso específico. La decisión de la vida o la muerte del rehén se deja en manos de un gobierno o de la familia. Esto implica que las decisiones que se tomen no van a pasar inadvertidas para nadie, así por ejemplo: si el gobierno cede a las peticiones de los terroristas, éstos obtienen una victoria importante. Normalmente, algunos países como Estados Unidos e Inglaterra no suelen pagar rescate alguno para conseguir la liberación de sus ciudadanos para evitar dar pábulo a nuevos secuestros y a una financiación extra a los terroristas.
Si por el contrario, el gobierno no accede a otorgar las exigencias reclamadas por los terroristas y el rehén es asesinado el gobierno pasará a ser el culpable antes que los terroristas, como si éstos no hubiesen tomado parte en el suceso. Es un caso flagrante de desviación en el proceso de culpabilidad.
De esta manera, el nuevo terrorismo cuenta con un potente aparato mediático que funciona de dos maneras diferentes: 1) Adoctrina haciendo proselitismo. 2) Actúa como un gran canal de difusión de los fines terroristas. Cuanta más violencia se dé en el yihadismo mayor será la propaganda que se haga de esos hechos infames en los medios de comunicación. Los terroristas son conscientes de ello y por ese motivo recurren a las decapitaciones. Los analistas han confirmado que no hay ningún detalle por escabroso que sea que se improvise en la grabación de una decapitación.
Nos hemos centrado tan solo en los medios de comunicación clásicos (televisión, radio y prensa), pero la realidad nos dice que no son los únicos canales a través de los que nos informamos en la actualidad. Así, con la aparición de Internet y posteriormente las redes sociales, el panorama informativo ha sufrido una importante transformación. Este hecho beneficia a los terroristas ya que no necesitan que cadenas televisivas retransmitan sus atentados sino que ellos mismos tienen la capacidad para grabar sus atrocidades y subirlas posteriormente a la red para difundirlas.
Al-Qaeda y el Estado Islámico cuentan con dos productoras. Una de ellas se ha hecho famosa por ser la autora de las grabaciones y encargarse de la posterior difusión de las decapitaciones que han llevado a cabo durante un tiempo los miembros de estas organizaciones terroristas. La otra se encarga de llenar las redes sociales con miles de videos con simulaciones de atentados. Ambas, están haciendo que el terror se convierta en algo apetecible. Cuentan con profesionales que utilizan técnicas de marketing occidental y la plataforma para subir sus videos es Youtube.
Aunque se intente bloquear el contenido se crean nuevas cuentas para seguir difundiéndolo y de esa forma nunca se puede atajar el problema. En este aspecto los teléfonos móviles juegan un gran papel puesto que a través de aplicaciones como WhatsApp se pueden difundir todos los contenidos y los jóvenes controlan estas tecnologías.