Estos correlatos generales del delito y la violencia, y la naturaleza del delito que suponen, ayudaron a modelar la teoría del autocontrol. Los teóricos del control suponen que todas las personas están motivadas a perseguir el interés propio, y que el comportamiento individual está motivado por la búsqueda del placer y por el hecho de evitar el dolor. Con toda seguridad, existen incontables constelaciones de placeres y dolores, desde los físicos a los emocionales, desde los que son a corto plazo a los que son a largo plazo. La búsqueda incontrolada de estos deseos en la vida diaria dará lugar inevitablemente al conflicto con los deseos y derechos de otros. Los actos agresivos, y de intimidación pueden dar lugar a una satisfacción inmediata de los deseos únicamente si no se tienen en cuenta los costes a largo plazo. En consecuencia, los controles vienen establecidos por los grupos sociales (incluidos los padres, las comunidades y los estados) para canalizar la búsqueda de estos deseos de modos que minimicen el daño a otros.
Los sociólogos han identificado diversas formas de control del comportamiento criminal. Existe una variedad de tipos posibles de control. Por supuesto, el sistema jurídico es el método formal, que trata de controlar el delito y la violencia a través del miedo a las sanciones legales. Sin embargo, multitud de mecanismos no legales también ayudan a controlar el comportamiento no deseado, como la aprobación, el respeto y la afectividad de la familia, los profesores, y los amigos. La medida en que las personas son «libres de desviarse» varía en función del hecho de que estos controles se ejerzan o no en el entorno social, y del hecho de que las personas experimenten diferentes entornos relacionados con estos controles. Cuando estos controles deben estar siempre presentes en el entorno para ser eficaces, suelen denominarse controles externos o sociales. Cuando el proceso de socialización durante los primeros años de la vida establece una tendencia a preocuparse por los demás, y por los costes a largo plazo de los comportamientos, nos estamos refiriendo al autocontrol. Así, la teoría del autocontrol postula una variación importante entre las personas en sus tendencias a subordinar a un largo plazo los placeres o satisfacciones momentáneos o inmediatos.
Dicho de otro modo, el autocontrol es la tendencia a retrasar los beneficios personales a corto plazo en aras de intereses personales y colectivos a largo plazo. El delito y la delincuencia pueden proporcionar la satisfacción de deseos humanos universales, aunque únicamente arriesgando objetivos a largo plazo (el hecho de evitar un castigo, la capacidad de obtener logros convencionales como una educación y un empleo, las relaciones interpersonales). Así, quienes tienen unos menores niveles de autocontrol, en igualdad de circunstancias, tienen más probabilidades de comportarse violentamente, cometer delitos o participar en actos delictivos que las personas con mayores niveles de autocontrol. Y tienden a tener unos índices relativamente elevados de éxito escolar y en el empleo, así como relaciones interpersonales duraderas.
El autocontrol ayuda a explicar el hecho de que multitud de delincuencias, crímenes y otros comportamientos problemáticos parecen «ir de la mano», de que la violencia interpersonal, el robo, la utilización de las drogas, los accidentes y el mal comportamiento en el colegio están frecuentemente relacionados. Los actos relacionados con estos problemas proporcionan un determinado beneficio inmediato al actor (dinero, placer, el final de una controversia problemática), tal y como lo hacen muchos otros comportamientos. Pero cada uno de ellos también lleva consigo la posibilidad de consecuencias nocivas para el actor u otras personas. Lo que diferencia a las personas no consiste en que tales actos puedan proporcionar beneficios, sino en que algunas ignoren por rutina los costes potenciales y los lleven a cabo en cualquier caso. Así, la teoría del autocontrol se considera en ocasiones una teoría de «restricción», teoría que se centra en por qué las personas no participan en el delito y la delincuencia, más que en por qué lo hacen (Hirschi, 1969).
La teoría del autocontrol está influida por la observación de que las diferencias entre las personas en la tendencia a ignorar los costes a largo plazo parecen establecerse en la infancia y, una vez establecidas, tienden a persistir toda la vida. La teoría del control supone que la naturaleza humana incluye la tendencia general a obtener la satisfacción de las necesidades y deseos individuales. Si se deja sin regular, la persecución de esta naturaleza ocasiona un inevitable conflicto con otros y, debido a esta circunstancia, consecuencias potencialmente nocivas para el actor. Como resultado, quienes se preocupan por los intereses a largo plazo del niño, tratan de educar a éste para que restrinja la persecución del interés propio, teniendo en cuenta las necesidades y deseos de los demás. Para la teoría del autocontrol, este proceso es lo que conlleva la socialización.
A medida que el niño se desarrolla, sus cuidadores (padres, otros parientes, amigos y vecinos, y el colegio) sancionan su comportamiento egoísta. Se enseña a los niños a prestar atención a las consecuencias a largo plazo de su acción. Cuando un adulto cuidador está presente en el entorno del niño que se está desarrollando, y desempeña un papel activo en la socialización, se originan unos niveles elevados de autocontrol, que parecen convertirse en una característica estable de la persona (Gottfredson y Hirschi, 1990). Sin embargo, en algunas ocasiones, estos cuidados tan tempranos no están presentes en el entorno del niño. Asimismo, existen diferencias entre grupos e incluso entre naciones en cuanto al nivel y duración de este proceso de socialización. Se cree que estas diferencias dan lugar a las diferencias en los niveles de delito, violencia y otros comportamientos problemáticos entre personas, comunidades, y en diferentes periodos de tiempo. Es decir, es la naturaleza de la socialización en la primera infancia la que produce las diferencias en los índices de delincuencia, no las diferencias entre las personas en cuanto a motivación para el delito, o en cuanto a valores, o creencias culturales sobre el delito. Las teorías del control pueden distinguirse de este modo de la mayoría de las otras teorías sobre el delito y la violencia.
Gottfredson y Hirschi (1990; 2003) describen el modo en que la socialización de los jóvenes genera autocontrol: 1) El afecto de los padres por el niño establece un interés a largo plazo en el éxito del niño; 2) Que permite un estilo de educación que se caracteriza por los esfuerzos positivos por realizar un seguimiento del comportamiento, y sancionar la desviación de un modo adecuado; 3) Que crea el autocontrol; 4) Que se expresa mediante el afecto del niño al padre y, por extensión lógica, a otras instituciones de socialización como los colegios y los amigos. Este modelo implica que los vínculos sociales entre los padres y los niños, y el autocontrol en el niño van a ser muy difíciles de separar empíricamente, y en determinadas circunstancias, pueden conducir a lo mismo.
Es importante poner de relieve que en la creación del autocontrol, la clave es el afecto por el niño: «Una premisa destacada del modelo expuesto en líneas generales es que el padre, el cuidador, o el tutor deben preocuparse lo suficiente por el niño o por el comportamiento del niño para dedicar las grandes cantidades de tiempo y de energía que exigen el seguimiento y la disciplina …El interés en el resultado, con independencia de su fuente, tiende a asegurar el seguimiento y la disciplina.
También limita gravemente la variedad de sanciones utilizables o aceptables» (Hirschi y Gottfredson, 2003:156-7).
Gibbs et al. (2003:443) describen la teoría correctamente: «Para que sus hijos desarrollen unos elevados niveles de autocontrol, los padres deberán efectuar un seguimiento regular de éstos, reconocer el comportamiento desviado cuando tiene lugar, y castigar el comportamiento por medios no corporales. El autocontrol está relacionado con la aplicación coherente de estos principios durante el desarrollo temprano del niño.
La inversión en el niño, que con frecuencia adopta la forma de vinculación emocional, es fundamental. Es una condición necesaria pero insuficiente para la implantación de prácticas de educación de los hijos que aumentan el autocontrol».
Una cantidad considerable de pruebas sugieren que los padres u otros cuidadores tempranos son cruciales para el desarrollo del autocontrol. Wright y Cullen (2001; véase también Burton et al., 1995) estudiaron la relación entre los comportamientos de educación de los hijos y la delincuencia autoinformada, a partir de los datos de la Encuesta Nacional sobre la Juventud, que documenta importantes efectos de la educación de los hijos: «A partir de estos datos, parece ser que los padres que educan, que transmiten fiabilidad, que están vinculados estrechamente a sus hijos jóvenes, y les proporcionan directrices en forma de normas y supervisión, reducen la delincuencia de sus adolescentes, aun cuando se controlen los efectos de los amigos delincuentes y las fuentes de heterogeneidad parental….Nuestro análisis empírico descubrió que la delincuencia quedó reducida en virtud de la vinculación padre-hijo, de las normas del hogar, y de la supervisión parental… Nuestra investigación refuerza y especifica la opinión de que el control es central respecto a la etiología de la participación en la delincuencia» (2001: 693, 695; véase también Feldman y Weinberger (1994)).
Los efectos de la educación de los hijos no necesitan operar completamente a través del autocontrol, ya que la propia supervisión restringe la oportunidad de algunos tipos de delincuencia.
Algunas pruebas experimentales procedentes de las intervenciones planificadas en la educación de los hijos parecen coherentes con estas expectativas, y proporcionan un soporte empírico para la teoría. Clarke y Campbell (1998) revisan estos estudios y concluyen: «Está cada vez más claro que el enfoque más eficaz para la prevención de los comportamientos problemáticos crónicos exige una intervención temprana antes de que estos comportamientos surjan en la infancia tardía y en los primeros años de la adolescencia» (1998: 319). Eckenrode et al. (2001: 876, 886) comentan que «Existen muchas formas de apoyo familiar y programas de educación de los padres cuyo objetivo es reducir el abuso y abandono de los niños, pero las intervenciones que han recibido la mayor atención en los últimos años han incluido servicios de visita a los hogares para los nuevos padres», y que «Estos hallazgos parecen extremadamente coherentes con la investigación, lo que sugiere que es tan probable que los niños abandonados participen en comportamientos antisociales, incluso en delitos violentos, como que lo hagan los niños que son víctimas de abusos físicos». Olds et al. (1998:73-4) argumentan que las diferencias en la educación de los hijos pueden explicar el efecto de prevención descubierto en sus famosos experimentos de visita.
Los elementos del autocontrol
En general, el comportamiento delictivo produce una gratificación inmediata de los propios deseos, tales como dinero, venganza, sexo. Gratificación que se obtiene sin demasiado esfuerzo, implica actividades excitantes y arriesgadas, produce escasos beneficios a largo plazo, requiere poca habilidad y planificación, a menudo supone dolor para las víctimas, produce más que un auténtico placer el alivio de alguna tensión generada y, además, puede implicar un cierto riesgo de dolor físico para el propio delincuente, aunque sabemos que el riesgo a ser detenido y luego castigado por el delito cometido es muy bajo. Pues bien, las personas con un elevado nivel de auto control poseen características contrarias al modo de funcionamiento delictivo que acabamos de describir: saben diferir las gratificaciones, suelen ser esforzadas, tienden a ser prudentes con su conducta, desean beneficios a largo plazo como los derivados del trabajo, de la estabilidad afectiva, de la familia o de los amigos, suelen planificar sus acciones, no son ajenas al sufrimiento de otras personas y sopesan los riesgos de su comportamiento. Todas estas características de funcionamiento humano, propias del auto control, no se adaptan convenientemente a la vida delictiva.
Por el contrario, los individuos que poseen un bajo auto control tienden a apetecer recompensas inmediatas, de fácil obtención, gustan de la aventura, son inestables en sus relaciones humanas, carecen a menudo de las habilidades académicas y cognitivas necesarias para la planificación de su conducta, son egocéntricos e insensibles frente al sufrimiento tanto ajeno como propio, y no suelen considerar las consecuencias de su comportamiento. Todas estas características individuales, propias de la falta de auto control, se adaptan más fácilmente al modo de vida delictiva.
El autocontrol bajo:
Los delincuentes tienen un autocontrol bajo. El autocontrol surge ante la ausencia de disciplina y educación en la familia De acuerdo con Gottfredson y Harschi, las personas que más probablemente delinquirán serán las personas con un autocontrol bajo. Puesto que, nos encontramos ante una teoría del control social, el autocontrol bajo no es algo que se cree, sino que más bien es el resultado de que no se pongan los medios para desarrollar un autocontrol en lo sujetos. No hay propiamente hablando causas positivas de la autocontrol bajo, sino que éste será ante la ausencia de disciplina, educación, etc. El autocontrol es una variable continua que va desde niveles muy bajos a niveles muy altos. La idea de autocontrol bajo no tiene nada que ver con el concepto psicológico de la personalidad antisocial o criminal.
Una educación inefectiva del niño en la familia es origen principal de un autocontrol bajo. Una educación correcta del niño o la niña se caracteriza, de éste un punto de vista mínimo, por una serie de elementos.
- Un seguimiento de su comportamiento.
- El reconocimiento del comportamiento desviado cuando éste se produce.
- El castigo de tal comportamiento.
Una variable y que parece estar muy relacionada con el delito es la educación errática. Se trata de supuestos en que los padres castigan con dureza comportamientos leves y dejan sin castigo conductas graves.
Cuando la socialización en la familia ha sido insuficiente, es posible todavía que el niño aprenda el autocontrol mediante otras instituciones, como es el caso sobresaliente de la escuela. En teoría, el papel de la escuela puede ser muy importante ya que los profesores tienen una gran capacidad para observar el comportamiento desviado de sus alumnos; el profesor y la propia escuela tienen un interés enorme en mantener la disciplina; y a menudo cuentan con los medios necesarios para conseguirlo. Para Gottfreson y Hirschi, la escuela tiene en la práctica un efecto mucho más limitado por el hecho de que los padres de chicos problemáticos a veces no se muestran muy cooperativos con los profesores.
El autocontrol es una característica que se fija a una edad muy temprana en la vida de las personas y que se mantiene relativamente constante a partir de ese momento: hacia la edad de 8 o 10 años la mayoría de nosotros aprende a controlar tales tendencias hacia la desviación.
Los autores han sintetizado su concepto de auto control, integrado por los elementos mencionados, de la siguiente manera:
En síntesis, las personas que carecen de auto control tenderán a ser impulsivas, insensibles, físicas (en oposición a mentales), son las que asumen riesgos, son imprevisoras, y no verbales, y tenderán por tanto a implicarse en actividades delictivas y similares con facilidad. Como quiera que estos rasgos pueden identificarse con antelación a la edad de responsabilidad delictiva, debido a que existe una considerable tendencia a que estos rasgos aparezcan juntos en las mismas personas, y debido a que los rasgos tienden a persistir a lo largo de la vida, parece razonable considerarlos como un constructo comprensivo y estable de utilidad para la explicación de la delincuencia.
Las diversas manifestaciones del auto control:
Es evidente que el delito no es una consecuencia automática de la falta de auto-control, sino que éste puede manifestarse de formas diversas, tales como la bebida incontrolada, el consumo abusivo de sustancias toxicas, el comportamiento arriesgado en la conducción de automóviles, etc. De este modo, Gottfredson y Hirschi consideran que la evidencia criminológica recogida durante décadas apoya la tesis de la versatilidad o variabilidad de los comportamientos delictivos: en general, los delincuentes cometen una diversidad de delitos distintos sin mostrar especiales inclinaciones excluyentes.
Con esta afirmación estos autores se muestran contrarios a la idea de la especialización delictiva.
Validez empírica
Desde su formulación, en 1990, la teoría del autocontrol ha dado lugar a múltiples investigaciones sobre la validez de sus principales constructos. En general, según Siegel, existe amplia evidencia criminológica que relaciona la impulsividad con la conducta delictiva. El rasgo impulsividad puede discriminar también entre delincuentes reincidentes y no reincidentes. Incluso en algunos estudios las medidas de autocontrol han resultado buenos predictores de la futura conducta ilícita de muestras de jóvenes estudiantes.
Tal vez el principal mérito de la teoría del auto control resida en su distinción y posterior combinación de los conceptos de criminalidad, como tendencia y delito como acción. Esta distinción permite explicar que personas con bajo auto control puedan no delinquir si han sido adecuadamente controladas por los procesos educativos o carecen de las oportunidades para ello y, paralelamente, permite explicar también que individuos con un alto auto control puedan acabar delinquiendo si son expuestos reiteradamente a oportunidades delictivas (Siegel, 1998).
Pese a todo, la teoría del auto control ha recibido las siguientes críticas importantes:
- La teoría puede resultar tautológica. Esta crítica se basa en la circularidad que supone argumentar que quienes delinquen lo hacen porque carecen de auto control, y paralelamente, afirmar que quienes carecen de auto control cometen actos delictivos.
- La teoría aduce que la falta de auto control supone la presencia en los individuos de algunos desordenes de personalidad, que les hacen más impulsivos. Sin embargo, durante décadas la investigación criminológica no ha podido documentar la existencia de una personalidad criminal.
- Diferencias individuales contextuales. La teoría ha prestado poca atención a la influencia que los elementos culturales, ambientales o económicos pueden tener sobre la delincuencia. Su perspectiva básica realza las diferencias individuales en las tendencias delictivas. ¿Quiere ello decir que las diferentes tasas delictivas de, por ejemplo, el ámbito rural y el urbano son debidas a que los habitantes de las ciudades son más impulsivos que los de los pueblos? ¿puede afirmarse que los hombres son más impulsivos que las mujeres?
- Creencias morales. La teoría del autocontrol ignora las influencias de las creencias individuales sobre la conducta, perspectiva que constituía, sin embargo, un elemento fundamental de la previa teoría de los vínculos sociales de Hirschi (1969)
- La teoría presupone la estabilidad a lo largo del tiempo de ciertos rasgos individuales. Sin embargo, existe abundante investigación, sobre el desarrollo evolutivo, que contradice esta supuesta estabilidad.
Diferencias transculturales. La teoría asume una serie de estereotipos muy norteamericanos de lo que constituye o no una conducta de riesgo o ilícita. Por ejemplo, los autores reiteradamente mencionan como comportamientos inapropiados e ilícitos el fumar y el mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Es evidente que esta perspectiva limita culturalmente la teoría, ya que el concepto de conductas de riesgo de ciertos ámbitos socioculturales no necesariamente coincide con el de otros.