A continuación se presenta un caso real donde se utilizó esta técnica del círculo para lograr la resolución de un conflicto de forma pacífica en Hungría. Está extraído del «Manual para facilitar círculos restaurativos» (Handbook for facilitating peacemaking circles), desarrollado por Borbala Fellegi y Dora Szegó². Se trata de un ejemplo muy claro sobre la importancia de incluir a la comunidad a la hora de gestionar un hecho delictivo cuando existen personas afectadas que no han podido ser contempladas judicialmente como víctimas directas por los hechos cometidos:
«En primavera del año 2012 dos adultos jóvenes, una chica y un chico, dibujaron esvásticas y mensajes ofensivos en cinco carteles de una presentación que realizaba una ONG que representa los intereses de personas con Síndrome de Down y en los que aparecían jóvenes que sufren este trastorno.
Los actos fueron considerados vandalismo cuya víctima oficial era el presidente de la ONG. Los jóvenes detenidos admitieron los hechos, pero puntualizando que en aquel momento se encontraban bajo los efectos del alcohol y que no se fijaron en el tema de los carteles. Ambas partes aceptaron participar en una mediación, pero el mediador les ofreció realizar un círculo ya que algunas familias que participaban en la ONG se habían sentido ofendidas (en el caso de algunas eran sus hijos e hijas quienes aparecían en los carteles que habían sido pintados) y de ese modo podrían ser incluidas en el encuentro, ya que no eran judicialmente consideradas víctimas.
También se valoró el círculo como una opción adecuada dada la relevancia de los hechos a nivel comunitario, ya que sobre él se hizo un reportaje en televisión y obtuvo una importante atención del público. Había además otras personas que fueron ofendidas por los actos y los mensajes de tipo racista dibujados por los dos jóvenes, connotación que se pasó por alto desde el sistema judicial.
Tanto los jóvenes como la víctima oficial, esto es, el presidente de la ONG, aceptaron la participación en un círculo. Se realizaron reuniones individuales con ellos y la víctima oficial invitó personalmente a familias de la ONG que querían participar.
Las personas facilitadoras por su parte, invitaron a otras personas que se sintieron ofendidas y también a un agente de la fiscalía para que pudiera representar el mundo jurídico.
La motivación de los jóvenes para participar en el círculo era, en un principio, cerrar el caso, pero en el recorrido del círculo se fueron implicando más a nivel emocional. A las víctimas, por otro lado, tanto a la víctima oficial como a las familias de los niños y niñas con Síndrome de Down y a las personas de la comunidad, lo que más les interesaba era entender por qué actuaron de aquella manera.
El encuentro se llevó a cabo en la oficina de la fiscalía, los dos infractores estaban sentados entre las personas facilitadoras y los miembros de la comunidad, el oficial de la fiscalía estaba sentado al lado de las personas de la comunidad, la víctima oficial y la comunidad de cuidado (los padres de los niños), y las victimas no oficiales (los niños) estaban sentados entre las personas facilitadoras y el oficial de la fiscalía.
Para iniciar el círculo hicieron una ronda para hablar de los valores que debían estar presentes en el círculo, en la cual se mencionaron la tolerancia, la paz, la calma y la honestidad. Después de ello las personas facilitadoras lanzaron la pregunta ¿qué ha pasado?
Como objeto para hablar se eligió una cámara fotográfica ya que las fotografías, como explico un facilitador, “tienen peso y pueden crear su propia historia de vida” y “las fotos que se exhibían en la ONG también habían empezado a tener su propia historia”.
En el transcurso del círculo hubo momentos de gran emotividad. En un momento las personas facilitadoras tuvieron que parar y hacer un descanso ya que uno de los jóvenes con síndrome de Down se acercó y abrazó a la chica que cometió el delito, la cual estaba llorando, diciéndole “no quiero que llores por mí”.
Los dos jóvenes hablaron sobre sus motivaciones y mostraron arrepentimiento, pero sólo uno de ellos habló de sus sentimientos de una manera creíble para las víctimas.
En lo que se refiere al acuerdo, todas las personas presentes participaron en su creación. Dicho acuerdo contenía una reparación económica y el compromiso de ambos jóvenes de participar en una charla en la universidad de uno de ellos. La charla consistía en explicar todo lo sucedido y las lecciones que habían aprendido mediante el círculo.
Las dos partes del acuerdo se cumplieron, y en la charla, que contó con la presencia de las víctimas indirectas, participaron 20 jóvenes. El agente de la fiscalía, tras comprobar que el acuerdo se llevó a cabo totalmente, informó de ello y el caso fue suspendido».