Cuando una persona muere su cuerpo pierde temperatura, la cual se equilibra con el medio ambiente en 24 horas, siempre que la temperatura exterior no sea demasiada baja. Van apareciendo livideces en el cuello y en las partes declives en la primera hora, mientras que la rigidez cadavérica se generaliza al cabo de unas siete horas para desaparecer en los posteriores cuatro días. En este proceso, es cuando las primeras moscas se van acercando al cuerpo para lamer la sangre y otras secreciones y a su vez depositar sus huevos. Así es cómo comienza a desarrollarse la fauna cadavérica, que atraviesa distintos periodos que podrían clasificarse en los siguientes:
Además de esta clasificación existen muchas otras que clasifican el tipo de insecto o el momento de descomposición del cuerpo. Una de las más destacadas es la clasificación de Leclercq citada en Cohen et al. (2006), sobre los artrópodos y el uso que le dan al cadáver, siendo la siguiente:
- Necrófagos: se alimentan del cadáver.
- Necrófilos: se alimentan de los necrófagos. Se puede distinguir entre los Predadores y los Parásitos.
- Omnívoros: comen tejidos muertos, insectos necrófagos, o ambos.
- Oportunistas: usan el cadáver como refugio.
- Accidentales
Otra de las clasificaciones más destacadas es el Sistema de Mégnin (citado en Cohen et al. (2006)) sobre las oleadas o “cuadrillas” por el que pasa el cadáver de una persona, ya sea como cualquier sustrato orgánico o por la acción de los organismos que viven él. Mégnin distinguió las 8 oleadas siguientes:
- Cadáver fresco
- Olor cadáverico
- Grasas rancias (“fermentación butírica”)
- Proteínas en descomposición (“fermentación caseica”)
- Fin de la anterior (“fermentación amoniacal”)
- Desecación del cadáver por ácaros
- Cuerpo momificado
- Desaparación de los restos de oleadas anteriores
Cuando la Entomología Forense es llevada a la práctica, existen diversos procedimientos que han de llevarse a cabo. Siguiendo el artículo de la autora Magaña (2001), cuando un investigador criminalista se enfrenta a un cadáver siempre ha de plantearse tres cuestiones principales:
- Causa de la muerte y circunstancias en las que se produjo
- Data de la muerte
- Lugar en el que se produjo la muerte
La Entomología no puede aportar respuestas a la primera cuestión, pero sin embargo tanto en la fecha como en el lugar de la muerte pueden ofrecer muchas respuestas y en muchos casos las únicas y definitivas. En muchos casos de homicidio, estudiando el intervalo postmortem se puede confirmar o refutar la coartada de un sospechoso, y además estudiando la fauna del lugar donde se encuentra el cuerpo, la temperatura y los artrópodos encontrados en el cadáver se puede determinar si el cuerpo se ha movido de un sitio a otro o si ese fue el lugar del crimen. El problema que surge a la hora de determinar el tiempo transcurrido desde la muerte es complejo, ya que a veces existen muchos factores desconocidos que impedimenta que se establezcan conclusiones definitivas. En general, este tiempo transcurrido desde la muerte es determinado por el análisis de los restos a través de la observación externa, el control físico-químico y la estimación del deterioro producido por el paso del tiempo en materiales como la ropa o los zapatos. La observación externa incluye diversos factores como la temperatura del cadáver, las livideces que aparecen en él, la rigidez, lesiones externas, acción por animales e invasión de insectos, etc. El segundo método incluye técnicas como determinación de elementos químicos y compuestos como el nitrógeno, aminoácidos y ácidos grasos. Y por último, la tercera técnica consiste en la valoración del deterioro de los tejidos plásticos, nylon y materiales semejantes que se encuentren en los objetos o ropa que se encuentre. (Magaña, 2001)
Además de esto, después de la muerte hay dos grupos de fuerzas postmortem que cambian la morfología del cuerpo:
- Un primer grupo que incluyen factores externos como el crecimiento bacteriano, la invasión del cuerpo por diversos insectos y mordeduras de animales.
- Un segundo grupo que se compone por los factores que proceden desde el interior del cuerpo, como por ejemplo el crecimiento de bacterias intestinales que aceleran la putrefacción y la destrucción enzimática de los tejidos. Dentro de este proceso de descomposición del cuerpo se pueden distinguir cuatro periodos importantes:
- Periodo Cromático: en esta fase es cuando se instaura la mancha verde en la fosa ilíaca derecha (a partir de las 24 horas del fallecimiento) y se empieza a ver el entramado venoso por la transformación de la hemoglobina.
- Periodo Enfisematoso: los gases de putrefacción comienzan a aparecer y además el cadáver empieza a hincharse. A parte de esto, se empieza a producir el desprendimiento de la epidermis.
- Periodo colicuativo: los tejidos se van transformando en un magma putrilaginoso y su forma habitual va desapareciendo.
- Periodo de reducción esquelética: desaparecen las partes blandas.
Todos estos periodos se encuentran afectados por diversos factores que pueden acelerar o retardas la descomposición. Dichos factores son: las circunstancias de la muerte, las condiciones del cuerpo anteriores a la muerte, la temperatura, la humedad, el tipo de suelo donde se produce la putrefacción, los insectos y otros animales. (Magaña, 2001)
Durante todo este proceso de putrefacción llegan diversos tipos de artrópodos al cadáver. Siguiendo la clasificación anterior de Leclercq citada en Cohen et al. (2006) y el artículo de Magaña (2001), dichos artrópodos pueden ser:
Especies negrófagas: se incluyen dípteros (Calliphoridae y Sarcophagidae) y coleópteros (Silphidae y Dermestidae).
Especies predadoras y parásitas de necrófagos: coleópteros como (Silphidae, Staphylinidae e Histeridae), dípteros (Calliphoridae y Stratiomydae) e himenópteros parásitos de las larvas y pupas de dípteros.
Especies omnívoras: se encuentran grupos como las avispas, las hormigas y los coleópteros que se alimentan tanto del cuerpo como de los otros artrópodos.
Especies accidentales: por ejemplo Collembola, arañas y ciempiés. Además, algunas familias de ácaros pueden alimentarse de hongos y moho que crecen en el cuerpo.
Usando la evidencia de los artrópodos en un cadáver, se puede determinar el tiempo transcurrido desde su muerte, utilizando dos métodos. El primer método se basa en estudiar la edad de las larvas y su tasa de desarrollo. El segundo, por otro lado utiliza el estudio de la sucesión de insectos en la descomposición del cuerpo. Ambos estudios se pueden utilizar tanto por separado como en conjunto dependiendo del cadáver que se esté estudiando. En las primeras fases de descomposición las estimaciones se basan en el crecimiento de una o dos especies (particularmente dípteros), mientras que en las fases más avanzadas se utiliza la composición y el grado de crecimiento de los artrópodos encontrados en el cuerpo y se comparan con patrones conocidos de sucesión de la fauna del lugar. (Magaña, 2001)
Los parámetros médicos se utilizan también para determinar el tiempo transcurrido desde la muerte, pero pasadas las 72 horas la Entomología Forense puede ser más exacta y muchas veces el único método para determinar el intervalo postmortem. Existen casos de homicidios en que los cuerpos de las víctimas son cambiados de lugar o el asesinato se produce en lugares remotos donde es muy difícil encontrar el cuerpo. En estos casos la Entomología Forense es de vital ayuda para determinar el momento de la muerte. A pesar de esto, la Entomología estudia la actividad de los artrópodos y en muchos casos la fecha que determina el entomólogo puede ser distinta a la que determina el médico forense. Esto puede deberse a diversos factores, como que los insectos no han podido acceder al cadáver en el momento de la muerte o por ejemplo en casos de niños y ancianos que sufren malos tratos y son abandonados pueden existir heridas que por falta de higiene son colonizadas por los insectos antemortem. Así pues y siguiendo a la autora Magaña (2011) para realizar una correcta estimación del intervalo postmortem hay que tener en cuenta que cada caso es único y diferente a los demás aunque el proceso siga una secuencia general. Dicha secuencia según Magaña (2011) fue presentada por Catts & Haskell en su monografía «Entomology and Death : A Procedural Manual» y es la siguiente:
- Determinar la fase o estado físico de descomposición en que se encuentra el cuerpo.
- Realizar un estudio exhaustivo de los insectos que se encuentran sobre el cadáver así como de los recogidos debajo de él para descartar la posibilidad de que el cadáver haya sido trasladado de lugar. Si se tiene alguna sospecha sería necesario un examen adicional tanto de los restos como de las áreas cercanas.
- Clasificar los especímenes recogidos tanto de los restos como de la escena del crimen lo más exactamente posible. Criar los estados inmaduros hasta el estadio adulto para su correcta identificación. La conservación de estos estadios inmaduros debe ser correcta para no afectar al tamaño que poseen en el momento de la recogida. La distribución estacional, geográfica y ecológica de cada grupo debe ser determinada bien por la literatura o por alguna persona cualificada para ello.
- En los cadáveres encontrados al aire libre, es imprescindible recolectar datos como la temperatura, pluviosidad, nubosidad, etc. además de factores como vegetación, arbolado, desniveles del terreno etc. Para las escenas en el interior es igualmente necesario anotar temperatura, existencia de calefactores automáticos, posición del cadáver con respecto a las puertas y ventanas, así como cualquier otro detalle que nos pueda dar información de cómo y cuándo han llegado los insectos al cadáver.
- Durante la autopsia es importante tomar nota de la localización exacta de los artrópodos en el cuerpo, así como de la causa y manera de la muerte. También es importante anotar si existe evidencia de la administración antemortem de algún tipo de drogas o productos tóxicos dado que la presencia de este tipo de sustancias puede alterar la tasa de desarrollo y los patrones de insectos que se hayan alimentado de los restos.
Además de este proceso general existe un protocolo a la hora de recoger muestras. Dicho protocolo se encuentra en el artículo de Magaña (2001) y es el que se presenta a continuación:
- Recolectar una muestra completa de todos los insectos o ácaros que se encuentren tanto encima como debajo del cadáver.
- Recolectar ejemplares tanto vivos como muertos, en estado adulto o larvario. Así como sus mudas.
- En cadáveres recientes, se buscarán los huevos y larvas pequeñas en orificios naturales así como en las posibles heridas.
- Las muestras se guardarán por separado y convenientemente rotuladas, si es posible indicando la zona de donde se obtuvieron.
- Parte de las larvas se sumergirán en agua hirviendo para después conservarlas en alcohol y es conveniente que otra parte se mantengan vivas, para su posterior desarrollo en el laboratorio.
- Los ácaros, si los hubiese, serán conservados en alcohol de 70ºC.
- Se realizará una estimación de abundancia de cada muestra.
- Se precisarán los datos de fecha y lugar y metodológicos del entorno del cuerpo.
- Las muestras se enviarán al entomólogo a la mayor brevedad posible.
A pesar de estos procedimientos y siguiendo el artículo de Arnaldos et al. (2006) muchas veces existen errores en la práctica de la Entomología Forense. Existen situaciones diversas donde se puede producir un crimen y a la hora de estar en el análisis del escenario forense el entomólogo no puede estar presente, que es lo que suele ocurrir la mayoría de veces en España. En estas situaciones, es de vital importancia recabar toda la información que sea posible del escenario forense y sus características ambientales, debido a la gran influencia que poseen los factores ambientales sobre la fauna artropodiana. En estos contextos, cuando el entomólogo no se encuentra presente la recogida de evidencias entomológicas, en la mayoría de los casos, es recogida por profesionales formados en áreas de conocimiento totalmente distintas a la entomología. Estos profesionales utilizan protocolos y procedimientos muy diferentes, y además, no están entrenados para la localización de evidencias materiales tan particulares. Los procedimientos utilizados no son los adecuados, y no solamente para la recogida de las muestras sino también para su conservación.
El aspecto central del uso de los artrópodos como indicadores en el ámbito forense se centra en el reconocimiento adecuado de las especies encontradas, en su recogida, conservación y envío de muestras. (Haskell et al. (2001) citado en Arnaldos et al. ,2006). La conservación y el envío de estas muestras son de vital importancia, ya que la identificación de los ejemplares a nivel especifico sólo se puede lograr si los caracteres morfológicos de índole taxonómica se han conservado adecuadamente. Además de la obvia necesidad de experiencia en la recogida de estas muestras, y lo más importante, sin producir contaminación del escenario forense, la identificación de grandes evidencias en el escenario es de trascendental importancia. Por lo tanto, se espera de quien examina el escenario realice un filtrado de muestras entomológicas relevantes sin dejar ninguna evidencia importante en el transcurso del procedimiento. No deben producirse errores por parte de los investigadores y hay que tener muy en cuenta que el análisis científico depende de todas las evidencias aportadas. Teniendo en cuenta todo lo comentado, el papel del entomólogo es muy importante, puesto que al estar entrenado en la búsqueda de evidencias muy pequeñas, que son fácilmente ignorables y pasables por alto, el entomólogo es capaz de encontrar, además de las evidencias entomológicas, otro tipo de evidencias físicas (Haskell et al. (2001) citado en Arnaldos et al. ,2006).