Teoría de la elección racional de Cornish y Clarke

En 1986 Cornish y Clarke formularon la teoría de la elección racional. Se trata de un enfoque que se incluye dentro de los modelos de prevención situacional del delito. Esta teoría sostiene que quienes cometen un delito lo hacen tras un proceso de toma de decisiones. También defiende que los delincuentes no son tan distintos del resto de personas, centrándose en buscar las similitudes y haciendo una crítica a la visión que hay en la actualidad que los tiende a sobrepatologizar y es motivo de dificultad a la hora de realizar programas de prevención del delito. Asímismo, los autores hacen una necesaria triple distinción entre los tipos de delincuentes, a saber: el delincuente depredador, el oportunista y el situacional, todo ello sin olvidar la importancia del proceso motivacional intrapsíquico que lleva a la comisión del delito y por lo tanto el proceso de toma de decisiones.

La teoría de la elección racional (en inglés rational choice theory, bajo las siglas RCT), se recoge en el primer capítulo de un volumen editado por Cornish y Clarke, y que surgió como resultado de la conferencia que tuvo lugar en la universidad Christ’s College (Cambridge, Reino Unido) en julio de 1985. Dicho volumen lleva por título “el razonamiento criminal: perspectivas sobre la teoría de la elección racional en el delito”. Los coordinadores habían observado que diferentes enfoques (procedentes de la psicología, la sociología, la criminología, la economía y el derecho) parecían asumir que gran parte de la delincuencia era, en general, racional por naturaleza, de forma que ese foro dio lugar a la puesta en común de cómo es el proceso de toma de decisiones dentro del ámbito de la delincuencia.

Derek B. Cornish y Ronald V. Clarke desarrollaron la teoría de la elección racional en 1986. Se trata de una de las teorías que se incluye en los modelos de prevención situacional del delito, ya que junto a otras[1] mantienen la importancia del contexto y los factores ambientales, y no sólo de la disposición criminal, que hasta el momento se presuponía constante. La teoría de la elección racional se asocia a la escuela clásica de pensamiento criminológico, pues mantiene que quienes cometen un delito lo hacen tras un proceso racional de toma de decisiones que incluye, por un lado, la elección inicial de involucrarse y, por otro, la decisión de cometer o no un acto delictivo. Por su parte, Cohen y Felson (1979), incluyeron los factores sociales dentro de la teoría de las actividades rutinarias, al hacer referencia al concepto de oportunidad (objetivo apropiado), y también considerando un delincuente motivado y la ausencia de un guardián capaz. Por último, la teoría del patrón delictivo, formulada por Brantingham y Brantingham (1994) da cuenta de la parte situacional, cerrando el triángulo de las teorías de la oportunidad delictiva.

Cornish y Clarke han elaborado este enfoque de desarrollo dentro de la teoría de la elección racional en la delincuencia, el cual plantea varias hipótesis: 1) Los delincuentes buscan beneficiarse mediante su comportamiento delictivo. 2) Lo cual implica tomar decisiones y hacer elecciones, a pesar de lo rudimentarias que puedan ser. 3) El proceso de toma de decisiones está restringido por el tiempo disponible (muchas oportunidades delictivas tienen una duración limitada), por la disponibilidad de información relevante (a menudo esta será insuficiente) y por las habilidades cognitivas propias del delincuente (relacionadas presuntamente con el Cociente Intelectual verbal). Se deduce que la racionalidad será limitada, antes que completa. 4) Tanto el proceso de toma de decisiones como los factores que tienen en cuenta los delincuentes varían significativamente según las diferentes etapas de la toma de decisiones y según el delito (y presuntamente también dependiendo de los diferentes delincuentes dentro de los diferentes delitos; existen notables diferencias en los índices de éxito, siendo la planificación por adelantado un rasgo clave en los delincuentes más exitosos). Cornish y Clarke (1987), debaten que es necesario (a) centrarse en el delito a la hora de analizar las elecciones delictivas y (b) entender que las decisiones están relacionadas con las diferentes etapas de la implicación de un delincuente en un delito determinado. De este modo, hacen una distinción entre la implicación inicial, el hecho delictivo, continuación, y desistencia[2]. La secuencia general en la implicación debería analizarse al margen de los factores, como por ejemplo la selección de un objetivo, —los cuales están relacionados con el delito en sí—.Cabe aclarar que, esencialmente, este grupo de factores afectan a la fase de implicación.

Una perspectiva de la elección racional sostiene que los delincuentes eligen cometer delitos específicos y que esos delitos se cometen por razones específicas. Es necesario entender los factores que los delincuentes tienen en cuenta a la hora de exponerse a una situación de riesgo determinada: análisis de beneficios de una variedad de factores, incluyendo los incentivos, los beneficios anticipados, el peligro que conlleva, las habilidades requeridas, todo ello relacionado con sus objetivos, móviles, experiencia, habilidades, especialización y preferencias. Todas estas variaciones se combinan con el fin de hacer atractivas las oportunidades delictivas a individuos y grupos determinados (Cornish y Clarke, 1987).

Cornish y Clarke se refieren a dichas variaciones mediante la expresión “propiedades que estructuran la elección” (del inglés choice-structuring properties). A continuación aparece una lista de esas propiedades, aportada por los autores, las cuales estructuran la elección en el caso concreto de los delitos relacionados con el dinero en efectivo (por ejemplo, robos de dinero en lugar de bienes, que pueden ir desde el robo de bancos al fraude informático):

  1. Disponibilidad (número de objetivos, accesibilidad).
  2. Conocimiento del método.
  3. Probabilidad de conseguir dinero efectivo.
  4. Especialización requerida.
  5. Necesidad de planificación.
  6. Recursos requeridos.
  7.  Necesidad de actuar solo o en grupo.
  8.  Tiempo requerido para cometer el delito.
  9. La posibilidad de necesitar actuar con la cabeza fría.
  10. Riesgo de ser detenido.
  11. Severidad del castigo (en caso de detención).
  12. Violencia instrumental requerida (por parte del delincuente).
  13. Confrontación con la víctima.
  14. Víctima conocida.
  15. Caché social en el ámbito delictivo[3].
  16. Herramientas necesarias[4].
  17. Evaluación moral[5].

En el futuro, investigaciones más detalladas podrían dar lugar a modificaciones en esta lista que, por supuesto, no debe aplicarse a todos los delincuentes.

Los autores basan el RCT de forma muy explícita en los modelos económicos de la toma de decisiones delictiva, los cuales “desmitifican de forma efectiva y vuelven rutinaria la actividad delictiva”. Se presupone que el delito […] implica reflexión racional y es una transacción económica o una cuestión de elección ocupacional (Cornish y Clarke 1985, p.156). Los modelos económicos de delincuencia no son sólo aquellos que están motivados por bienes gananciales, sino que también se extienden a los delitos violentos.

Otra fuente de RCT puede encontrarse en los modelos de procesamiento de información y estrategias que se relacionan con la toma de decisiones que se da en casos no delictivos (Kahneman, Slovic y Twersky, 1982), los cuales se aplican a la toma de decisiones de los casos delictivos posteriormente.

[1] Estas otras teorías son las actividades rutinarias (Cohen y Felson, 1979); la teoría del patrón delictivo (Brantingham y Brantingham, 1984, 1993); prevención criminal basada en la modificación del ambiente físico (Jeffery, 1971) y la teoría del espacio defendible (Newman, 1972); la policía orientada a la solución de problemas (Goldstein, 1979)

[2] Términos traducidos del inglés: implicación inicial (initial involvement), el hecho delictivo (the event), continuación (continuation), y desistencia (desistance).

[3] No se adquiere el mismo prestigio por robar una caja fuerte que por cometer un atraco, por ejemplo.

[4] Por ejemplo, para la intrusión en propiedades.

[5] En el sentido de autoevaluación.

En primer lugar, se parte de la hipótesis de que los delincuentes buscan beneficiarse a través de su comportamiento delictivo; de que esto implica un proceso de toma de decisiones y de realización de elecciones, a pesar de lo rudimentarios que puedan resultar esos procesos en ocasiones; y de que estos procesos muestran cierta racionalidad, aunque pueda verse restringida por límites de tiempo, capacidad y la disponibilidad de información relevante. Cornish y Clarke admitieron que esta concepción de la criminalidad parecía encajar algunas de sus formas (de la delincuencia) mejor que otras concepciones. Sin embargo, incluso en el caso de aquellos delitos que parecían haber sido motivados de forma patológica o ejecutados impulsivamente, se consideró que los componentes racionales también estaban a menudo presentes y que la identificación y descripción de éstos podría entrañar lecciones para la política de control de la delincuencia (Cornish y Clarke, 1986, pp.1-2).

En segundo lugar, adoptaron un enfoque centrado en el delito, no sólo porque delitos diferentes pueden tener necesidades diferentes, sino también porque el contexto situacional de la toma de decisiones y la información que se maneja pueden variar mucho entre un delito y otro. Ignorar estas diferencias podría reducir significativamente el alcance de la investigación para identificar los puntos calientes para la intervención […]. Es probable que un enfoque que se centre en el delito implique unas distinciones más precisas que las que normalmente se han hecho en criminología. Por ejemplo, puede que dividir el robo simplemente en sus formas comerciales y residenciales no sea suficiente. También puede que sea necesario distinguir entre los robos cometidos en los suburbios de clase media, en viviendas públicas y en enclaves residenciales de clases adineradas. Los estudios empíricos sugieren que los tipos de delincuentes que participan en estas diferentes formas de robo doméstico, sus motivaciones y sus métodos varían considerablemente. Podrían exponerse argumentos similares para distinguir entre las diferentes formas de robo, violación, hurto en tiendas y robo de vehículos, por poner algunos ejemplos más obvios. Un corolario de este requisito es que el enfoque explicativo de la teoría se encuentra en los delitos, en lugar de en los delincuentes. Tal enfoque, proporciona un contrapeso a las preocupaciones teóricas y políticas sobre el delincuente (Cornish y Clarke, 1986, p.2).

En tercer lugar, sostuvieron que un enfoque (de la toma de decisiones delictiva requiere hacer una distinción fundamental entre la implicación delictiva y el hecho delictivo. La implicación delictiva se refiere a los procesos mediante los cuales los individuos deciden involucrarse inicialmente en formas determinadas de delito, seguir delinquiendo, y desistir. Los procesos de toma de decisiones en estas diferentes etapas de implicación delictiva se verán influenciados en cada caso por diferentes conjuntos de factores[1]. De la misma manera, los procesos de toma de decisiones que se dan en la comisión de un delito específico (es decir, el hecho delictivo) recurrirán a sus propias categorías especiales de información. Habitualmente las decisiones sobre la implicación tienen varias etapas, que se extienden en períodos considerables de tiempo, y hacen uso de una amplia gama de información, aunque no toda se relacione directamente con los propios delitos. Además, las decisiones sobre los hechos delictivos a menudo son procesos más cortos, y utilizan la información más limitada, en gran medida relativa a las circunstancias y situaciones inmediatas (Cornish y Clarke, 1986, p.2).

La teoría de la elección racional según Cornish y Clarke

Los autores parten de la idea de que el pensamiento del delincuente racional, en tanto que razona, emplea las mismas estrategias cognitivas que cualquier otra persona cuando se plantea tomar decisiones, es decir, se rige por castigos y recompensas al igual que ocurre en el pensamiento económico, sociológico, psicológico y jurídico.

En la actualidad se observa una tendencia teórica a sobrepatologizar la delincuencia y a subestimar su racionalidad, lo que dificulta el diseño de estrategias más eficaces para el control de la conducta delictiva. Los autores plantean que, en lugar de concentrar exclusivamente la atención en el delincuente y en aquellos factores que influencian su implicación en ciertos delitos, debe prestarse más atención al propio acto delictivo y a los factores situacionales, como ya se ha mencionado previamente. Clarke y Felson (1998) remarcan la importancia del papel del elemento de oportunidad en la causación del delito, y para ello hacen una compilación en la que incluyen también el enfoque de la actividad rutinaria, la teoría del patrón delictivo y la perspectiva de la elección racional.

Hasta el momento, los intentos de explicación de la conducta delictiva en determinadas personas que habían hecho los criminólogos no habían dado lugar a identificar similitudes entre los delincuentes y el resto de personas, agravando así las diferencias intergrupos. Cornish y Clarke (1986) subrayan esas similitudes. Si bien no niegan la existencia de componentes irracionales y patológicos en algunos delitos, sugieren que deben examinarse más de cerca los aspectos racionales y adaptativos de la delincuencia y deje de analizarse como un fenómeno individual, sino como uno circunscrito a lo social.

En el prólogo al libro “el razonamiento criminal: perspectivas sobre la teoría de la elección racional del delito”, Cornish y Clarke hacen una aclaración sobre la elección pragmática del concepto “perspectiva de la elección racional del delito”. En primer lugar destacan que con “perspectiva” se obvia el concepto de teoría pues se trata de un enfoque: un esquema organizativo que intenta arrojar luz sobre las teorías previas al respecto. El término “elección” enfatiza la idea de que los delincuentes toman decisiones sobre sus actos. El vocablo “Racional” pone de relieve el concepto de pensamiento estratégico, es decir, el delincuente hace un procesamiento de la información y evalúa las oportunidades y las alternativas. Dicho de otro modo: los autores afirman que se trata más bien de un enfoque que de una teoría en su sentido más estricto.

Cabe hacer mención de que la perspectiva de la elección racional fija su atención en la toma de decisiones del delincuente, siendo esta una conducta intencional, que el delincuente realiza para obtener unos beneficios. Como ya se ha explicado previamente, el pensamiento durante la decisión está limitado por las circunstancias, la cantidad de tiempo y esfuerzo que dedican a la decisión así como a la calidad de información disponible, por lo que no es habitual que dispongan de una imagen completa de todos los costes y beneficios de cometer el delito a corto plazo, obviando aquellos más remotos. En la comprensión de las elecciones delictivas es necesario hacer un análisis muy específico de las categorías de los delitos, pues el móvil de cada uno responde a factores situacionales diversos. Sin embargo, no se excluye que quienes cometan un tipo de delito puedan cometer otro distinto, sino que depende de la circunstancia que acontezca.

Tipología del delincuente

En la teoría de la elección racional se considera que el delincuente medio está centrado en el momento presente. Por consiguiente, se considera que los costes o repercusiones futuras probablemente tendrán consecuencias limitadas. El individuo más propenso a responder a la idea de consecuencias futuras es el “delincuente marginal”.

Malatesta (2008), aclara que a pesar de que la prevención situacional se centra fundamentalmente en los factores ambientales, y no en el delincuente, Cornish y Clarke han ampliado el marco teórico para incorporar tipologías de delincuente que reflejen de forma más precisa la manera en que el ambiente podría influir sobre su comportamiento. Dicha ampliación ha sido valorada positivamente en este aspecto, pues la prevención situacional sigue aplicándose en áreas más amplias de la participación delictiva. En respuesta a la ampliación que Wortley realizó en el modelo de control situacional, Cornish y Clarke revisaron la perspectiva teórica para incluir unas “tipologías” de delincuente más imprecisas, las cuales afectaron la trascendencia de las claves ambientales (del inglés enviromental cues). Ellos afirman que, “a pesar de que la prevención situacional aplica sus técnicas a delincuentes que no han sido clasificados en una tipología, existe un peligro similar al ignorar ciertas hipótesis sobre su naturaleza, pues es fácil que éstas pasen desapercibidas”. (Cornish y Clarke p.56, 2003). (pp. 56-57).

Los tres tipos de delincuente que describen los autores son los siguientes: el depredador antisocial, el delincuente oportunista y el delincuente situacional.

Depredador antisocial (Predatory or “Anti-Social Predator”)

Busca activamente objetivos y lugares para involucrarse en la actividad delictiva. Cornish y Clarke (2003) argumentan que “muchas de las hipótesis sobre la naturaleza de los delincuentes depredadores antisociales son también coherentes con aquellas que se formularon en las teorías tradicionales del control de la delincuencia” (p.57). Este tipo de delincuente está dispuesto a tomarse el tiempo necesario para embaucar a la víctima para implicarse a largo plazo. Estos delincuentes ya han tomado la decisión de tener un comportamiento delictivo antes de que se les presente la oportunidad de delinquir.

Delincuente oportunista (Mundane or “opportunists”)

Estos delincuentes son menos propensos a delinquir de forma impulsiva porque “tienen un interés superior en ser deseables socialmente, y por lo tanto están sujetos a mayores restricciones personales y sociales sobre su comportamiento” (Wortley, 2006, p.15). Cornish y Clarke afirman que éstos son delincuentes “cuyos modos de vida son convencionales en lugar de delictivos, y cuyas necesidades están satisfechas en general […]. Como mínimo, este tipo de delincuente es el que siente la necesidad de justificar su conducta” (p. 63, 2003). Además, están comprometidos con la sociedad y demuestran tener razonamiento moral. En comparación con el depredador antisocial, los delincuentes oportunistas son mucho más propensos a involucrarse en la actividad delictiva de forma transitoria. Sus compromisos morales y sociales limitan su participación en la actividad delictiva, además del miedo al castigo y la posibilidad de ser descubierto (Malatesta, J. 2008).

Delincuente situacional (Provoked ofender or “Situational”)

“Los delincuentes situacionales reaccionan a un conjunto determinado de circunstancias ambientales (frustraciones situacionales, irritaciones, presiones sociales, entre otras) que les induce a cometer determinados delitos que, de otra manera, no habrían cometido” (Wortley, 2006). A menudo, este tipo de delincuentes actúan “en caliente”. Es decir, es poco probable que delinca, salvo si ocurre un cambio en una situación determinada que le provoque o instigue a cometer un delito.

Motivación

Para los delincuentes depredadores, la motivación que les lleve a plantearse delinquir surge de deseos humanos ordinarios (Cornish y Clarke, 2001). Los responsables de la naturaleza de los deseos y las necesidades delictivas son los impulsos fisiológicos básicos, las preferencias personales adquiridas durante el desarrollo, y las prioridades generadas por los placeres y situaciones del modo de vida del delincuente.

En el caso de los delincuentes novatos (primarios), el hecho de vivir o estar en contacto con modos de vida marginales puede hacer que se vean atraídos de forma selectiva a la delincuencia como una solución a sus problemas. En el caso de los delincuentes habituales (reincidentes) puede que la actividad delictiva se convierta en una parte fundamental de su modo de vida, ya sea como un medio para satisfacer los distintos anhelos que no pueden saciar fácilmente de forma legal (por ejemplo, para mantener un ritmo de vida de “fiesta continua”) o como un fin en sí mismo (por ejemplo, el abuso de sustancias). Sin embargo, tanto para los primarios como para los habituales, la motivación proviene característicamente de los rasgos de sus modos de vida, que han mantenido desde antaño y no son el resultado casual de factores situacionales puntuales.

Toma de decisiones

El enfoque de la elección racional formula la hipótesis de que el proceso de toma de decisiones que ocurre en los delitos cometidos por delincuentes depredadores es un proceso por etapas. El delincuente estará preparado para cometer un delito concreto una vez se haya motivado y cuando logre resolver si le será más fácil alcanzar un objetivo deseado a través de medios delictivos en lugar de medios no delictivos. El conocimiento directo o indirecto que se adquiere en el transcurso de la vida diaria entrena al delincuente potencial para generar una serie de posibles recursos (algunos de ellos delictivos) que satisfagan sus posibles necesidades y anhelos (Cornish y Clarke, 1986).

Según Cornish y Clarke (1987, 1989), estas opciones se evalúan en función de si el delincuente potencial es capaz y está dispuesto a poner dichas opciones en práctica, y en función de los elementos relacionados con la toma de decisiones racionales[1], los cuales influyen en los delitos que se están evaluando. En el caso de que los escrúpulos morales sean un problema para el delincuente, también éstos contribuirán en el proceso de evaluación de soluciones posibles en ese momento. Si los medios delictivos se seleccionan como los más adecuados para lograr los objetivos personales, se considerará entonces que el delincuente está listo para delinquir.

Una vez estén listos para cometer un delito, el proceso únicamente quedará determinado por las consideraciones instrumentales y los factores de oportunidad. La prevención situacional relega a los modelos de elección racional sobre la implicación (o, de hecho, a las teorías de la criminalidad en general). Para explicar cómo se consigue la “disposición delictiva”[2], cómo se mantiene o reduce. Para expresarlo en términos criminológicos tradicionales: se presupone la existencia de un delincuente motivado y se centra en frustrar las subsecuentes decisiones instrumentales que fueron tomadas durante la comisión del delito. Esta división de la toma de decisiones delictiva en dos etapas básicas, relacionada con la implicación delictiva y el hecho delictivo respectivamente, tiene una serie de consecuencias (negativas) en cuanto a la manera en la que se percibe a los delincuentes depredadores. En primer lugar tiende a confinar las cuestiones motivacionales a etapas tempranas de la toma de decisión. La intención delictiva o “disposición”, según esta teoría, está modelada en esencia por procesos motivacionales ya presentes en la vida del delincuente. La disposición delictiva también conlleva una “crueldad” temporal, pues en este punto las consideraciones morales —si es que hay alguna—ya se habrán resuelto (Cornish y Clarke, 2008).

La hipótesis que sostiene que las decisiones en torno al hecho delictivo deberían separarse de las decisiones de implicación también hace hincapié en qué hacen los delincuentes cuando cometen un delito y, de este modo, sigue destacando los aspectos inmorales predatorios y calculadores de la delincuencia. Las decisiones que se tomen en este punto, en general están relacionadas con los aspectos técnicos de la “caza”, el “asesinato”, y la huída de la escena del delito.

Clarke y Felson (1998) aseguran que, indudablemente, algunos principios de oportunidad sí pueden aplicarse a todos los delitos. Pero incluso esos principios deben aplicarse teniendo en cuenta el escenario concreto y el modus operandi. Dicho de otra forma, la teoría de la elección racional es aplicable a cualquier delito, pero es imprescindible tomar en consideración la situación en que ocurre el hecho delictivo y la variabilidad del procedimiento[3].

Gráfica 1. Modelo de implicación inicial. Adaptada y traducida de Cornish y Clarke (1985).

Elección racional Cornish yClarke1

 

[1] Del inglés Choice-structuring properties, que se desarrollan previamente en la Introducción.

[2] Traducido del término en inglés: readiness. Cabe señalar que los autores emplean como sinónimo de este concepto la expresión criminal intention, en español “intención delictiva.”

[3] Véase lo expuesto previamente en el apartado “enfoques de la elección racional de la delincuencia”.

[1] Véase propiedades que estructuran la elección en el apartado “Introducción”.

En base al enfoque propuesto, Cornish y Clarke plantean una serie de técnicas cuyo objetivo es aumentar el esfuerzo y hacer la comisión del delito más difícil, o al menos hacer que lo sea a la percepción del delincuente.

Tabla 1. Las veinticinco técnicas de la prevención situacional del delito de Cornish y Clarke, extraída de Summers, (2009).

Elección racional Cornish yClarke2

 

Teoría de la elección racional, rational choice theory (RCT), modelo económico, prevención situacional, teoría de las actividades rutinarias, implicación delictiva, hecho delictivo, choice-structuring properties.

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