Psicopatía

La psicopatía es un trastorno de personalidad que se caracteriza por una insensibilidad afectiva, una carencia de empatía y una ausencia de remordimientos, y que normalmente está ligado a una impulsividad y falta de autocontrol que lleva a los sujetos a delinquir.

Sin embargo esta definición no se considera unánime, y han sido muchos los autores que han definido la psicopatía a lo largo de los años hasta la llegada de Rober Hare en 1991 con la creación de la escala de evaluación de la psicopatía revisada (PCL-R), una herramienta que permite su diagnóstico y que contiene una serie de 20 rasgos que caracterizan a esta clase de individuos.

La tipología delictiva y la diferencia con respecto a otros trastornos de la personalidad similares, así como su tratamiento, han sido objeto de estudio en los últimos tiempos, ayudado por la gran alarma social que acontecen sus crímenes.

El concepto de psicopatía no se definió de forma clara ni se estableció desde el principio de forma completamente unánime. De hecho no fue hasta el año 1991 cuando se estableció la descripción de la psicopatía más ampliamente aceptada de la mano de Robert Hare.

Una de las primeras concepciones que se utilizó en la esfera del diagnóstico clínico vino de la mano del psiquiatra Pinel (1809), que definió la psicopatía como “manía sin delirio”, configurándose como “acciones aparentemente normales, pero con extraños ataques de ira sin estar ligados a sentimientos de culpabilidad”. Por su parte, Pritchard (1835) atribuyó el término a un ambiente negativo, y designó al Psicópata como “moralmente insano” refiriéndose a personas cuyo poder de autocontrol está muy deteriorado, o incapaces de razonar sobre  algún tema propuesto.

El término de Pritchard sirvió de referencia hasta que en el año 1888 Koch, un médico Alemán, decidiera sustituir el término de “moral insana” por el de “inferioridad psicopática”, o por lo que se conocería más adelante  como “personalidad psicopática”, dado que el término de Pritchard había suscitado objeciones y  opiniones adversas en el ámbito religioso.

Benjamin Karpman (1941) clasificó a los psicópatas en 2 tipos: primarios y secundarios. Los psicópatas primarios serían personas emocionalmente estables, superficiales, insensibles sentimentalmente y se esforzarían en aparentar una buena presencia física. Los psicópatas secundarios, sin embargo, serían personas que padecen un trastorno neurótico, emocionales o de ansiedad, y denotarían una notable irritabilidad y agresividad reactiva. Estos últimos también presentarían un historial de abuso infantil, aunque no de forma necesaria ni relevante. Un apunte importante de este autor es que ambos psicópatas se comportarían de forma similar, pero solo uno de ellos, el psicópata secundario, sería susceptible al tratamiento.

Cleckley (1941, 1976) designó una serie de rasgos significativos en la esfera de la psicopatía, algunos de los cuales compartidos con otros ya designados por Gray y Hutchinson (1964). Esta lista comprendería la descripción más significativa y compleja de aquella época,  y se mantendrían hasta la descripción de Hare en 1991. Contiene los siguientes rasgos:

  1. Encanto externo y notable inteligencia.
  2. Ausencia de alucinaciones y de otras alteraciones del pensamiento irracional.
  3. Ausencia de nerviosismo o de reacciones neuróticas.
  4. Indigno de confianza.
  5. Mentiras e insinceridad
  6. Falta de sentimientos de culpabilidad y vergüenza.
  7. Conducta antisocial sin aparente remordimiento.
  8. Razonamiento insuficiente y falta de capacidad para aprender de la experiencia.
  9. Egocentrismo patológico e incapacidad para amar.
  10. Gran pobreza de reacciones afectivas primordiales
  11. Pérdida específica de intuición.
  12. Irresponsabilidad en las relaciones interpersonales corrientes.
  13. Comportamiento fantástico y poco recomendable por lo que respecta a la bebida, e incluso enajenado en algunas ocasiones.
  14. Amenazas de suicidio raramente cumplidas.
  15. Vida sexual impersonal, trivial y poco integrada.
  16. Incapacidad para seguir cualquier plan de vida.

Así mismo, entendía que el principal síntoma de la psicopatía era la deficiente respuesta afectiva hacia los demás (López, 2008).

En 1991, a partir del perfil clínico diseñado por Cleckley, Robert Hare propone una nueva clasificación basada en 20 ítems en su forma revisada (a partir de un primer listado con 22 realizada en 1980) y la llama Psychopathy Checklist-Revised (o Escala de Evaluación de la Psicopatía Revisada en español) convirtiéndose, a día de hoy, en la descripción de la psicopatía más ampliamente utilizada (Hare, 1991).

Esta clasificación revisada fue publicada originariamente en 1991 y más tarde se volvió a revisar en 2003, obteniéndose así la versión final. Contiene una serie de subconjuntos relacionados entre sí, pero notablemente diferenciados, llamados “Factores”.  Así pues, el factor 1 se refiere al ámbito interpersonal-afectivo, dividiéndose en dos facetas: interpersonal y afectiva; el factor 2 se refiere al estilo de vida antisocial, el cual puede dividirse a su vez en estilo de vida impulsivo-irresponsable, y comportamiento antisocial (Hare,2003).

Lejos de la clasificación propuesta por Hare, se distinguirían dos tipos de psicópatas:

  • Los psicópatas primarios, que cumplen con todas las características y criterios propuestos por Cleckley.
  • Los psicópatas secundarios, que incumplen con alguno de los criterios (como por ejemplo la presencia de remordimientos o el establecimiento de vínculos afectivos).

La relación de factores y facetas de esta escala queda resumida en el siguiente esquema:

 

psicopatíaUno

La lista entera de ítems en su versión española, divididos por factores y facetas,  es la siguiente:

psicopatíaDos

psicopatíaTres

psicopatíaCuatro

El DSMIV (publicado en 1994)  y el DSM-V (publicado en 2013) incluyen la psicopatía dentro del Trastorno Antisocial de la Personalidad y los grupos de personalidad del grupo B (APA,2002).

Los factores que establece para su diagnóstico son los siguientes:

psicopatíaSeis

La realización del  cuestionario PCL-R requiere, previa su utilización, necesita de una serie de información para su correcta evaluación, que deriva de las entrevistas semi-estructuradas, no solo a los propios pacientes, sino también a los familiares y conocidos, de manera que se obtenga de la manera más fiable posible los resultados esperados por el evaluador.

La entrevista debe contener la situación actual del paciente, su historial educativo, su experiencia laboral, los objetivos profesionales, su salud, la historia familiar y de amistad, el abuso de sustancias, el control de la ira y emociones y las conductas antisociales. Esta información se puede obtener directamente del sujeto, o de otras fuentes colaterales, como por ejemplo a partir de expedientes penitenciarios, de fichas policiales, del historial médico o de los servicios sociales.

En cuanto al procedimiento de puntuación de cada ítem, este consiste en una escala likert con 3 niveles de respuesta:

  • 0: El ítem no se aplica.
  • 1: El ítem se aplica parcialmente o de manera incompleta.
  • 2:: El ítem se aplica completamente.
  • -X: No hay suficiente información para la valoración del ítem.

El máximo de ítems que se pueden dejar sin información para una correcta información son 5, aunque se limite a 2 por factor.

El máximo de puntuación que se puede obtener con el cuestionario es de 40, aunque para el diagnóstico clínico es necesario una puntuación 35 puntos o más, en el caso de Europa, y de 25 puntos o más en el caso de Estados Unidos, acompañando a la puntuación total una valoración y motivación del profesional, adherida al caso concreto.

La Escala de la Evaluación de la Psicopatía en Versión Cribado (PCL: SV, Hart et al., 1995) se utiliza en contextos donde los sujetos no necesariamente han delinquido. Cuenta con 12 ítems y el modo de evaluación es similar al PCL-R (r=.8)

Existe otro cuestionario establecido para la población juvenil con edades comprendidas entre los 14 y los 21 años llamada PCL:YV. Esta versión se basa prácticamente en todos sus ítems en el PCL-R, salvo por la diferencia que hay que considerar en la información del paciente. También consiste en una evaluación en escala likert de 3 niveles, pero , al contrario que el PCL-R, su diagnóstico no se basa en la puntuación directa de sus ítems o factores, si no que es más flexible y está más motivada y condicionada al caso del menor (Sánchez, 2015)

Aunque la escala de Hare presente similitudes con respecto a la de Cleckley, también presentan diferencias; además, la escala de Cleckley se consideró como la más relevante y más solida durante más años. Una de las diferencias más importantes es la carrera delictiva del psicópata, considerada como una regla en el caso de Hare, pero una excepción en el caso de Cleckley, ya que no era del todo relevante en la evaluación. Otro de los puntos característicos entre ambos es que Hare, durante el desarrollo psicométrico, eliminó los rasgos de ajuste positivo e incluyó criterios como la criminalidad o la carrera delictiva, además de la nula presencia de ansiedad o emocionalidad negativa en sus escalas.

Patrick, Flowes y Kruger (2009) propusieron un modelo basado en la interacción de 3 fenotipos: desinhibición (control de impulsos),  audacia (refiriéndose a la dominancia social, resiliencia y osadía) y maldad (obtención de recursos mediante la violencia). A este modelo se le llama “Modelo triárquico de la psicopatía” y tiene el objetivo de unificar todas las conceptualizaciones realizadas a lo largo de la historia para la psicopatía dado que permiten explicar los factores etiológicos promulgados por científicos anteriores. Estos fenotipos se ajustarían a las distintas variables ambientales que pudieran condicionar las características y rasgos de la psicopatía, y se ajustarían a su vez a la imagen del psicópata que hubiera dado cada autor. Así por ejemplo la audacia se ajustaría al modelo de Cleckley.

“Modelo Triárquico de la Psicopatía” (Lasala, 2013)

Psicopatía6

 

Aunque la psicopatía se considere según el DSM-IV por un trastorno antisocial de la personalidad, hay muchos autores que han establecido diferencias entre la psicopatía y el TAP. Estos autores expresan con frecuencia se suele confundir la psicopatía con el TAP dado que, en primer lugar, el DSM-IV incluye el concepto de psicopatía en el de TAP, y en segundo lugar, porque los componentes de la psicopatía son francamente más difíciles de medir que los del TAP, haciendo de este último una herramienta más útil para diagnosticar un trastorno aparentemente equivalente, y por último, las herramientas diagnosticas no son las mismas, ya que la psicopatía se suele medir mediante el PCL-R de Hare. (Widiger, 2006  y Robins, 1966).

El Trastorno Antisocial de la Personalidad se caracteriza por “un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que comienza en la infancia o el principio de la adolescencia y continúa en la edad adulta” (APA, 2002). Por lo general, y en cuanto a la concepción social de ambos términos, cuando nos referimos a la conducta como daño social, sería más adecuado utilizar el término TAP, sin embargo el término de psicopatía haría referencia a las características psicopatológicas del individuo.  (Luengo y Carrillo, 1995).

Por otro lado, utilizando el diagnóstico clínico del DSM-IV frente al diagnóstico utilizando la escala PCL-R, la población reclusa presentaría un mayor diagnóstico de TAP con respecto al de psicopatía, concretamente, entre un 50% y 70% de TAP, frente a un 15% y 25% de psicopatía (Hare, 2003; Moltó, Poy y Torrubia, 2000; Stalenheim y Von Knorring, 1996). Sin embargo, a pesar de que se trata de valoraciones y diagnósticos no equivalentes, si que presentan una clara asimetría , ya que mientras que la mayoría de los sujetos diagnosticados como TAP no poseen criterios suficientes para ser diagnosticados como psicópatas, estos sí que presentan criterios para ser diagnosticados como TAP, y se debe a que el TAP está asociado con las facetas estilo de vida y antisocial, y no con las facetas interpersonal-afectiva (Felthous, 2007; Ogloff, 2006; Hare, 1996; Warren, 2006), características a tener en cuenta ya que la clasificación en el DSM-V de la psicopatía y el TAP entra dentro del mismo cuadro diagnóstico

También comparte similitudes en sus rasgos con el trastorno límite de la personalidad (TLP), el cual se define como “una alteración persistente en la capacidad de manejar emociones, tolerar la soledad, mantener relaciones estables y confiadas y controlar los impulsos autodestructivos”. Padecen una inestabilidad tanto en las relaciones personales, como en la autoimagen y la afectividad, con una impulsividad muy fuerte, lo que le lleva con frecuencia a una conducta suicida. Estas personas se sienten vacías e inadaptadas en muchos ámbitos (sobretodo el social y el laboral). Estos rasgos les lleva frecuentemente a consumir sustancias tóxicas, frecuentar ambientes marginales y a tener reacciones de ira aversivas muy violentas.

Otro de los trastornos el cual comparte características es el trastorno narcisista de la personalidad, aunque este no esté asociado a implicaciones jurídicas. Este trastorno se caracteriza por la necesidad de admiración y una carencia de empatía. Estas personas no aceptan las críticas o los fracasos, dado que para ellos manchan su magnificencia y sus logros. Se comportan de manera arrogante con los demás y tienden a utilizar a las personas de su alrededor para su propio beneficio, sin importarles las consecuencias de sus actos.(Soria y Sáiz, 200)

Las características que crean confusión diagnóstica entre el TAP, el TPL , el trastorno narcisista y la psicopatía se encuentran las reacciones de ira y la habilidad para la manipulación. Lo que diferencia al trastorno psicopático con el resto de trastornos es la afectividad, dado que carecen de ella, y por otro lado los ataques de ira, que son breves y sin razón aparente, seguidos de un descenso en la excitación fisiológica, lo que aparentemente no deja secuelas inminentes en el sujeto.

Muchos autores consideran que los delincuentes psicopáticos comienzan su carrera criminal a una edad muy temprana, muestran una frialdad, un menor remordimiento y presentan un mayor  número de quebrantamientos de condena y de reincidencia que otros delincuentes no psicopáticos (Blackburn y Coid, 1998; Hemphill et al., 1998; Anderson et al., 1999; Moltó et al., 2000). Las características tan peculiares que poseen las personas con este trastorno llevan a afirmar que la psicopatía va unida ineludiblemente a la delincuencia, aunque no todos los psicópatas presenten similares comportamientos delictivos.

Muchos investigadores han señalado que la relación entre el PCL-R y la violencia se atribuye en gran medida a la sub-escala de la desviación social (Walters et at., 2008) ya que esta sub-escala mide rasgos como son la impulsividad, que incrementa el riesgo de involucrarse en la violencia general (Skeem et al, 2005).

Según Cleckley (1976) la violencia empleada por los delincuentes psicópatas es mucho más instrumental que la utilizada por otro tipo de delincuentes. Este tipo de delincuencia se define como un medio utilizado para conseguir un beneficio propio o un objetivo deseado. Es diferente a la violencia reactiva que se define como una respuesta impulsiva y dependiente de la emoción del sujeto a una provocación o amenaza percibida (Meloy, 1988). Este empleo de la violencia instrumental puede deberse a que no interpretan los signos y rasgos de malestar emocional en sus víctimas dado que no perciben la violencia como aversiva y que el funcionamiento de la amígdala se ve reducido (Blair, 2001; Nestor et al. 2002; Blair, 2007).

Respecto al sadismo en la violencia del psicópata, hay estudios que afirman que los delincuentes psicópatas son más sádicos en sus actos que los delincuentes que no presentan esta personalidad. Woodworth y Porter (2002) investigaron a 125 homicidas que estaban en prisión y descubrieron que aquellos que habían puntuado en más de 30 puntos en la escala PCL-R habían tenido más violencia sádica en sus actos que los que poseian una puntuación menor, por lo que llegaron a la conclusión de que la psicopatía aumentaba considerablemente la probabilidad de cometer actos sádicos.

Otro aspecto a destacar de los psicópatas es la victimología. Las víctimas de los psicópatas son, en general, personas alejadas de las esferas familiares, extraños o personas con poco componente emocional para el sujeto activo en el caso de delitos de contenido no sexual (Williamson et al., 1987; Weizmann-Henelius et al. 2002; Häkkänen-Nyholm y Hare, 2009).

A continuación se explicarán dos tipos de perfiles que han estado en el punto de mira de los investigadores a lo largo de todos estos años, y que son de especial interés para conocer más aun en detalle el comportamiento de esta clase de delincuentes.

El primer perfil es el del delincuente sexual. Estos delincuentes tenían la peculiaridad de haber obtenido puntuaciones altas en el Factor 1, referido al ámbito Interpersonal-afectivo (Porter et al., 2000). También existen evidencias entre la asociación y variación entre la psicopatía interpersonal-afectiva del factor 1 con la psicopatía comportamental del factor 2.

En cuanto a los tipos de delincuencia sexual, los violadores y los violadores-pederastas obtuvieron puntuaciones mucho más altas en el Factor 2 que los que eran exclusivamente pederastas, incluso entre los delincuentes no sexuales y estos últimos, según se deduce de la investigación de Porter.

La instrumentalidad y la falta de empatía hacia sus víctimas también  aparece y son característica en los actos sexuales de los psicópatas  (Knight y SimsKnight, 2003). Además, Knight y Guay (2006) concluyeron a lo largo de un estudio de 50 años que los delincuentes psicópatas tenían mucha más probabilidad que los no psicópatas de violar, y que los rasgos psicopáticos predecían la violación entre las muestras no delincuenciales, además de que los psicópatas constituyen un grupo particular de violadores violentos y reincidente.

El segundo perfil particularmente interesante es el del delincuente psicópata homicida. La tasa de homicidios cometidos por este tipo de trastorno es de un 11% a un 32% según Häkkänen y Hare (2009). Por otra parte también hay que tener en cuenta que la prevalencia de la psicopatía varía según el tipo de homicidio, como por ejemplo en el infanticidio, en el cual no se da esta prevalencia, e incluso se tacha de extraño que se dé entre psicópatas (Putkonen et al., 2009).

Según un estudio de Häkkänen y Hare (2009) en el que estuvieron implicados 546 delincuentes homicidas, los delincuentes que abandonaban la escena del crimen sin declararse culpables, obtuvieron puntuaciones altas en la escala del PCL-R, sobretodo en las de Estilo de vida y Antisocial. Otro estudio realizado por Porter y Woodworth (2007) llegó a la conclusión de que los delincuentes psicópatas tenían más probabilidad que el resto de delincuentes homicidas en exagerar la reactividad de su crimen y de omitir detalles importantes de sus delitos, llegando a mentir de una manera considerable y aparentemente creíble.

En consonancia con el tipo sexual, la mayoría de los delincuentes que han cometido un homicidio de este tipo reúnen los criterios para la psicopatía (entre un 58 y un 97% según Firestone y Meloy (2000). Además los delincuentes que cometen homicidios sexuales obtienen una puntuación más alta en el PCL-R que el resto de delincuentes que han cometido el mismo tipo de delito, sobretodo en la escala Interpersonal-Afectiva.

Como punto final en este apartado, es conveniente hablar de la carrera o trayectoria criminal de los psicópatas y su reincidencia en el marco penal.

Numerosos autores, entre ellos Anderson (1999), Blackburn y Coid (1998) e incluso Hemphill (1998) han constatado que estos delincuentes, de manera general, tienen un inicio precoz en sus carreras delictivas, por lo que empiezan a delinquir a una edad muy temprana y poseen un historial criminal más consolidado que el de el resto de delincuentes carentes de este trastorno. Específicamente, Porter (2001) estudió la carrera de 317 delincuentes con una puntuación mínima en el PCL-R de 30, y concluyó que su carrera criminal se alargaba alrededor de unos 30 años, empezando en la adolescencia y acabando a los 40 años, cometiendo actos de todo tipo, tanto delitos violentos como de ámbito sexual. En su estudio también pudo observar que, una vez puestos en libertad, aquellos que tenian más bajas puntuaciones en PCL-R  mejoraban su historial delictivo con el paso de los años.

En cuanto al transcurso criminal conforme avanza la edad del sujeto, hay un claro desgaste entre los factores del PCL-R en el sujeto (como muestra la imagen), siendo el Factor 2 (Desviación social) el que más disminuía con la edad, y el Factor 1 (Interpersonal-Afectivo) el que se mantiene más estable. (Harpur y Hare, 1994).

“Efectos de la edad en los factores 1 y 2 de la psicopatía por Harpur y Hare” (Lasala,2013).

psicopatíaOcho

 

Sobre la reincidencia de estas personas, Hemphill et. al (1998) estudiaron las tasas de reincidencia en una larga lista de delincuentes psicópatas que habían salido ya del centro penitenciario, mediante estudios prospectivos,  y obtuvieron correlaciones medias de .27 para la reincidencia general y violenta respectivamente, y de .23 para la reincidencia de índole sexual. Por otro lado también se encontraron diferencias significativas en cuanto a los Factores del PCL-R, puesto que el Factor 2 es el que más correlacionado se encuentra con la reincidencia general, o el Factor 1 con la reincidencia violenta, como afirman otros autores (Salekin et al, 1996).

 

Estos modelos para el tratamiento de la psicopatía sirven de base para los programas de tratamiento que se están llevando a cabo en la actualidad, dado que han supuesto un paso adelante muy importante para la estandarización de los avances y modelos posteriores.

Modelo RNR

Este modelo fue desarrollado en la década de los 80, y formalizado y estandarizado en 1990. (Andrews y Bonta, 2006)

Se basa en 3 principios:

  1. Principio del riesgo: El comportamiento criminal se puede predecir ajustándose a su nivel de riesgo. Los tratamientos e intervenciones más intensas deben estar dirigidas solamente a aquellos delincuentes que presenten mayor riesgo delictivo, y, caso contrario, las más leves a los delincuentes con menor riesgo. Esto se traduce en evaluaciones más fiables.

Una de las principales evaluaciones de riesgo para establecer la prioridad de esta necesidad en el tratamiento es la puntuación dada por el cuestionario PCL-R. Una puntuación de 30 o más implica riesgo moderado-alto.

  1. Principio de Necesidad: Donde señala la importancia de las necesidades criminógenas (las hay de dos tipos, dinámicas y estáticas) en el diseño y administración del tratamiento. Las necesidades criminógenas dinámicas son factores de riesgo que pueden ser modificados para adaptarse a cambios en la reincidencia del sujeto (Bonta, 2001). Por otro lado tenemos las necesidades criminógenas estáticas, que son aspectos inamovibles marcados por el sujeto, como por ejemplo la encarcelación y el historial delictivo, y que focalizan la intervención en dichas necesidades sin necesidad de modificaciones en su estado posterior.

La Escala de Riesgo de Violencia (VRS) (Wong y Gordon, 2001 y 2004c) es la mayormente utilizada para medir los factores dinámicos.

Finalmente hay una serie de requisitos impuestos por Wong y Hare (2005) que conducen a la eficacia del tratamiento, como por ejemplo, que el tratamiento ha de ser comprehensivo, que el cambio en el tratamiento debe de medir el cambio en los factores criminógenos identificados, y que el tratamiento que se dirige adecuadamente a los factores criminógenos conducirá necesariamente a la reducción del riesgo

  1. Principio de Responsividad: Donde se explica cómo debe ser el tratamiento, dado que existen ciertas características individuales (cognitivo-conductuales y de personalidad) que influyen sobre diversos tratamientos. Una solución es maximizar la capacidad que posee el infractor para así aprender de una intervención de rehabilitación mediante un tratamiento cognitivo-conductual , además de la adaptación de la intervención mediante el aprendizaje,  motivación y habilidades.

A su vez, este principio se divide en dos:

  1. Responsividad general: Usa métodos cognitivos de aprendizaje social (las cuales son las más eficaces sin importar el tipo de infractor) para influir en el
  2. Responsividad específica: Esta responsividad utiliza aspectos característicos del infractor para potenciar sus habilidades cognitivo-conductuales en distintas             áreas, como la educación, la personalidad, la motivación, etc.

Modelo de tratamiento de los dos componentes

Este modelo, propuesto por Wong, Gordon, Gu, Lewis y Olver (2012), surge de la evaluación de los factores de la psicopatía (Factor 1 y Factor 2). Está demostrado que hay una asociación directa entre la puntuación en la escala PCL-R y la violencia, pero no hay asociación entre la puntuación en cada uno de los factores de forma separada y la violencia (Hemphill, Hare y Wong, 1998).

La investigación ha concluido que, por lo general, el tratamiento que se dirige a cambiar los rasgos nucleares de la personalidad del Factor 1, con probabilidad, no producirá una disminución significativa de la violencia, mientras que el tratamiento dirigido a cambiar los rasgos del Factor 2, es decir, comportamientos crónicamente antisociales, sí que es probable que disminuya dicha actividad delictiva (Wong y Coid, 2010).

Wong et al. proponen que el tratamiento puede ser conceptualizado si se relacionan cuestiones de responsividad y comportamientos que interfieren directamente con el Factor 1, con las características de los principios de riesgo y necesidad con el Factor 2. Esto es, reduciendo puntuaciones en el Factor 2, se reducería la psicopatía, ya que supone una representación estática del comportamiento antisocial. Las características del Factor 1 supondrían el Componente interpersonal, y las del Factor 2 supondrían el componente criminógeno.

Modelo de la terapia dialéctica conductual adaptada para el tratamiento de delincuentes psicópatas

Este modelo surge a partir de una adaptación del propio modelo de la terapia dialéctica conductual, pero adaptado a las condiciones particulares la psicopatía, proviniente de los investigadores Michele Galietta y Barry Rosenfeld (2012). Nace también de la crítica hacia otros sistemas para el tratamiento de delincuentes en el ámbito penitenciario que se centraban solo en el cambio de pensamientos y conductas, alejándose de la regulación de las emociones y el control de impulsos.

Requiere de una serie de estadios o etapas que han de seguirse para un correcto tratamiento.

El primer estadio es el del pre-tratamiento, en el que es importante que el paciente se comprometa con el propio tratamiento y tenga metas de mejorar.

A continuación, en el inicio del tratamiento se ha de realizar un análisis de la cadena de conductas que ha realizado el psicópata en el pasado, recogiendo toda la información posible de la historia de violencia del sujeto (En la TDC tradicional se recoge todo el historial autolesivo y de intención de suicidio).

Seguidamente se establecen los objetivos principales del tratamiento a partir del historial delictivo en sesiones individuales, y se apuntan en un diario toda clase de comportamientos antisociales y alejados de dichos prefijados anteriormente. La idea principal es la de colaborar con el terapeuta para modificar dichas conductas de la agenda, de manera que se puedan añadir o quitar aquellos comportamientos que beneficien la meta de la terapia y que establezcan el cambio positivo del paciente.

Por otro lado, las sesiones en grupo podrian consistir en habilidades que van dirigidas al reconocimiento, la solución de problemas o el uso de la toma de conciencia respecto de la generación de las emociones.

Por último, el equipo de consulta es un mecanismo a través del cual los terapeutas son retroalimentados sobre sus acciones en términos de consistencia con el modelo de TDC, como por ejemplo el hecho de que impulse su capacidad de compasión hacia los pacientes con los que se trabaja.

Modelo de la terapia de esquemas aplicado al tratamiento de los psicópatas

La terapia de esquemas es una de las más novedosas en el tratamiento de la psicopatía. David Bernstein (2012) procedente de la Universidad de Maastrich, ideó un sistema que funcionaba incluso para los casos más graves. Este sistema está en desarrollo actualmente en Holanda con resultados mayoritariamente satisfactorios, en hospitales de máxima seguridad llamadas TBS, las cuales son destino de tratamiento obligatorio por parte de las prisiones cuyos reos tienen una pena de prisión de más de 4 años y una puntuación alta en PCL-R.

Esta terapia fue inicialmente desarrollada por Jeffrey E. Young y utilizada contra pacientes con trastornos de personalidad del Eje I, los cuales han fracasado en otras terapias menos intrusivas.

Una de las características fundamentales de este tratamiento es que se centra en los aspectos emocionales del paciente, y no en aquellos considerados “inmodificables”, y una de las técnicas más importantes que se realizan en ella es la llamada “Reparentización limitada” en la que el terapeuta posee un rol parental, con aspecto compasivo, en el que intenta conseguir vencer el desapego emocional y hacerlos más vulnerables emocionalmente. Después de esta reparentización, se le enseña al paciente a expresar sus emociones mediante la técnica del lenguaje de modos. Estos modos son estados emocionales que se activan ante determinados estresores, y que son importantes de cara a su comportamiento violento (estados violentos). Estos estados poseen una vulnerabilidad que será la fuente para tratarlos, y que supondría el objetivo primordial de este tratamiento, ya que cambiaría la personalidad del paciente en base a sus fuertes emociones de carácter violento. (Young, 2003).

Autocontrol, comportamiento antisocial, DSM-IV-TR, programas de intervención penitenciarios, psicopatía, trastorno de personalidad antisocial, valoración del riesgo

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