Muchos autores consideran que los delincuentes psicopáticos comienzan su carrera criminal a una edad muy temprana, muestran una frialdad, un menor remordimiento y presentan un mayor número de quebrantamientos de condena y de reincidencia que otros delincuentes no psicopáticos (Blackburn y Coid, 1998; Hemphill et al., 1998; Anderson et al., 1999; Moltó et al., 2000). Las características tan peculiares que poseen las personas con este trastorno llevan a afirmar que la psicopatía va unida ineludiblemente a la delincuencia, aunque no todos los psicópatas presenten similares comportamientos delictivos.
Muchos investigadores han señalado que la relación entre el PCL-R y la violencia se atribuye en gran medida a la sub-escala de la desviación social (Walters et at., 2008) ya que esta sub-escala mide rasgos como son la impulsividad, que incrementa el riesgo de involucrarse en la violencia general (Skeem et al, 2005).
Según Cleckley (1976) la violencia empleada por los delincuentes psicópatas es mucho más instrumental que la utilizada por otro tipo de delincuentes. Este tipo de delincuencia se define como un medio utilizado para conseguir un beneficio propio o un objetivo deseado. Es diferente a la violencia reactiva que se define como una respuesta impulsiva y dependiente de la emoción del sujeto a una provocación o amenaza percibida (Meloy, 1988). Este empleo de la violencia instrumental puede deberse a que no interpretan los signos y rasgos de malestar emocional en sus víctimas dado que no perciben la violencia como aversiva y que el funcionamiento de la amígdala se ve reducido (Blair, 2001; Nestor et al. 2002; Blair, 2007).
Respecto al sadismo en la violencia del psicópata, hay estudios que afirman que los delincuentes psicópatas son más sádicos en sus actos que los delincuentes que no presentan esta personalidad. Woodworth y Porter (2002) investigaron a 125 homicidas que estaban en prisión y descubrieron que aquellos que habían puntuado en más de 30 puntos en la escala PCL-R habían tenido más violencia sádica en sus actos que los que poseian una puntuación menor, por lo que llegaron a la conclusión de que la psicopatía aumentaba considerablemente la probabilidad de cometer actos sádicos.
Otro aspecto a destacar de los psicópatas es la victimología. Las víctimas de los psicópatas son, en general, personas alejadas de las esferas familiares, extraños o personas con poco componente emocional para el sujeto activo en el caso de delitos de contenido no sexual (Williamson et al., 1987; Weizmann-Henelius et al. 2002; Häkkänen-Nyholm y Hare, 2009).
A continuación se explicarán dos tipos de perfiles que han estado en el punto de mira de los investigadores a lo largo de todos estos años, y que son de especial interés para conocer más aun en detalle el comportamiento de esta clase de delincuentes.
El primer perfil es el del delincuente sexual. Estos delincuentes tenían la peculiaridad de haber obtenido puntuaciones altas en el Factor 1, referido al ámbito Interpersonal-afectivo (Porter et al., 2000). También existen evidencias entre la asociación y variación entre la psicopatía interpersonal-afectiva del factor 1 con la psicopatía comportamental del factor 2.
En cuanto a los tipos de delincuencia sexual, los violadores y los violadores-pederastas obtuvieron puntuaciones mucho más altas en el Factor 2 que los que eran exclusivamente pederastas, incluso entre los delincuentes no sexuales y estos últimos, según se deduce de la investigación de Porter.
La instrumentalidad y la falta de empatía hacia sus víctimas también aparece y son característica en los actos sexuales de los psicópatas (Knight y SimsKnight, 2003). Además, Knight y Guay (2006) concluyeron a lo largo de un estudio de 50 años que los delincuentes psicópatas tenían mucha más probabilidad que los no psicópatas de violar, y que los rasgos psicopáticos predecían la violación entre las muestras no delincuenciales, además de que los psicópatas constituyen un grupo particular de violadores violentos y reincidente.
El segundo perfil particularmente interesante es el del delincuente psicópata homicida. La tasa de homicidios cometidos por este tipo de trastorno es de un 11% a un 32% según Häkkänen y Hare (2009). Por otra parte también hay que tener en cuenta que la prevalencia de la psicopatía varía según el tipo de homicidio, como por ejemplo en el infanticidio, en el cual no se da esta prevalencia, e incluso se tacha de extraño que se dé entre psicópatas (Putkonen et al., 2009).
Según un estudio de Häkkänen y Hare (2009) en el que estuvieron implicados 546 delincuentes homicidas, los delincuentes que abandonaban la escena del crimen sin declararse culpables, obtuvieron puntuaciones altas en la escala del PCL-R, sobretodo en las de Estilo de vida y Antisocial. Otro estudio realizado por Porter y Woodworth (2007) llegó a la conclusión de que los delincuentes psicópatas tenían más probabilidad que el resto de delincuentes homicidas en exagerar la reactividad de su crimen y de omitir detalles importantes de sus delitos, llegando a mentir de una manera considerable y aparentemente creíble.
En consonancia con el tipo sexual, la mayoría de los delincuentes que han cometido un homicidio de este tipo reúnen los criterios para la psicopatía (entre un 58 y un 97% según Firestone y Meloy (2000). Además los delincuentes que cometen homicidios sexuales obtienen una puntuación más alta en el PCL-R que el resto de delincuentes que han cometido el mismo tipo de delito, sobretodo en la escala Interpersonal-Afectiva.
Como punto final en este apartado, es conveniente hablar de la carrera o trayectoria criminal de los psicópatas y su reincidencia en el marco penal.
Numerosos autores, entre ellos Anderson (1999), Blackburn y Coid (1998) e incluso Hemphill (1998) han constatado que estos delincuentes, de manera general, tienen un inicio precoz en sus carreras delictivas, por lo que empiezan a delinquir a una edad muy temprana y poseen un historial criminal más consolidado que el de el resto de delincuentes carentes de este trastorno. Específicamente, Porter (2001) estudió la carrera de 317 delincuentes con una puntuación mínima en el PCL-R de 30, y concluyó que su carrera criminal se alargaba alrededor de unos 30 años, empezando en la adolescencia y acabando a los 40 años, cometiendo actos de todo tipo, tanto delitos violentos como de ámbito sexual. En su estudio también pudo observar que, una vez puestos en libertad, aquellos que tenian más bajas puntuaciones en PCL-R mejoraban su historial delictivo con el paso de los años.
En cuanto al transcurso criminal conforme avanza la edad del sujeto, hay un claro desgaste entre los factores del PCL-R en el sujeto (como muestra la imagen), siendo el Factor 2 (Desviación social) el que más disminuía con la edad, y el Factor 1 (Interpersonal-Afectivo) el que se mantiene más estable. (Harpur y Hare, 1994).
“Efectos de la edad en los factores 1 y 2 de la psicopatía por Harpur y Hare” (Lasala,2013).
Sobre la reincidencia de estas personas, Hemphill et. al (1998) estudiaron las tasas de reincidencia en una larga lista de delincuentes psicópatas que habían salido ya del centro penitenciario, mediante estudios prospectivos, y obtuvieron correlaciones medias de .27 para la reincidencia general y violenta respectivamente, y de .23 para la reincidencia de índole sexual. Por otro lado también se encontraron diferencias significativas en cuanto a los Factores del PCL-R, puesto que el Factor 2 es el que más correlacionado se encuentra con la reincidencia general, o el Factor 1 con la reincidencia violenta, como afirman otros autores (Salekin et al, 1996).