Tratamiento del agresor doméstico.
Tratamiento psicológico.
En este tipo se hace necesaria la intervención psicológica en el tratamiento psicológico de los agresores domésticos, junto a otras de las medidas judiciales y sociales.
Muchos de los agresores son responsables de sus conductas, aunque pueden presentar limitaciones psicológicas importantes en el control de impulsos, abuso de alcohol, un sistema de creencias, deficientes habilidades de comunicación y problemas en la resolución de problemas, deficiencias en el control de los celos, etc.
Un tratamiento psicológico (que en algunos casos no es necesario), podría ser de utilidad para enfrentarse a las limitaciones de este tipo de agresor, que aun siendo responsables de sus actos, no tienen las habilidades suficientes para poder resolver los problemas que puedan surgir en su vida cotidiana. El tratamiento psicológico de un agresor doméstico es posible en la actualidad, dependiendo en gran medida de si el sujeto asume la responsabilidad de sus conductas y dispone de la motivación necesaria para motivar el cambio (Hamberger, Lohr y Gottlieb, 2000).
Una razón para el tratamiento de los agresores, sería el carácter crónico de la violencia contra la mujer. Podríamos estar ante una conducta sobreaprendida por el maltratador, ya consolidada en un elenco de conductas por los beneficios reportados, tales como, sumisión de la mujer, sensación de poder, etc. (Dutton y Golant, 1997). En el caso de producirse una separación, y el sujeto agresor se vuelve a emparejar, se podría predecir, que más allá del enamoramiento que de forma transitoria se pudiere producir, podríamos asistir a una reiteración de las conductas de maltrato sobre la nueva pareja. Es por esto, que para la prevención de futuras víctimas, es necesario o aconsejable el tratamiento psicológico del agresor.
Los tratamientos psicológicos aplicados a agresores domésticos en el hogar, han ofrecido resultados satisfactorios, se ha conseguido la reducción de las conductas de maltrata y evitar una posible reincidencia, mejorando el bienestar para el agresor y para su víctima.
Razones para la intervención psicológica con hombres violentos en el hogar.
Separación de pareja: (Echeburúa, 2004)
- Riesgo de homicidio contra la ex esposa.
- Acoso, hostigamiento y reiteración de la violencia.
- Relación obligada de la mujer con el agresor por diversos vínculos (familiares, económicos, sociales, etc.), que la pone en peligro de ser maltratada.
- Posibilidad de reincidencia de los malos tratos con otra mujer.
Convivencia con la pareja: (Echeburúa, 2004)
- Peligro de que el maltrato continúe o de que, si cesó de forma anterior, vuelva a aparecer.
- Una alta probabilidad de que la violencia se extienda a otros miembros de la familia (hijos, abuelos, etc.)
- Malestar psicológico del agresor, de la víctima y del resto de la personas que conviven en el hogar familiar.
Motivación para el tratamiento.
La ausencia o falta de reconocimiento del problema, mediante la justificación de un aparente dominio de la situación, pone en dificultad la búsqueda de una posible ayuda terapéutica. Se trata de una actitud que refleja una resistencia a posibles cambios. Aunque en ocasiones, el miedo a la pérdida de la mujer e hijos, así como una pérdida de poder adquisitivo futura, pueden actuar como revulsivo, aunque esto no se considera una motivación adecuada y el compromiso al cambio de conductas resulta escaso y fluctuante (Dutton y Golant, 1997). Por ello, los tratamientos obligatorios, que carezcan de una implicación adecuada por parte del agresor, obtienen resultados muy limitados.
La decisión de acudir a un programa terapéutico es adoptada cuando se cumplen varios requisitos de forma previa:
- Reconocer que existe un problema.
- Ser consciente el sujeto de que el problema no lo puede resolver por sí mismo.
- Valorar que el cambio mejorará el bienestar propio y de su familia.
El agresor, estará motivado cuando se cerciore de que los inconvenientes del hecho de seguir maltratando son superiores a las ventajas de seguir haciéndolo. Esta será la misión del terapeuta, el que deberá ayudar al agresor a una interpretación correcta de la realidad actual, y saber que tiene soluciones para afrontar el problema.
Se hace necesaria la evaluación en el primer contacto para comprobar el nivel de motivación al cambio, así como para determinar el grado de peligrosidad del mismo. La motivación inicial para el tratamiento del agresor doméstico suele presentarse débil e inestable.
Resulta importante el mantenimiento del tratamiento, ya que las consultas iniciales no garantizan la continuidad en la terapia. Habrá que establecer una relación terapéutica que se base en la confianza, la confidencialidad y un deseo sincero de ayudar por parte del terapeuta. Por lo que deberá persuadir al sujeto sobre las ventajas de un cambio de comportamiento: Como sentirse mejor, aprendizaje del control de emociones, el establecimiento de relaciones de pareja adecuadas, mejora de su autoestima y valoración social. Resulta imprescindible eludir términos como el de maltratado o agresor, por parte del terapeuta.
El objeto de una intervención terapéutica es la consolidación del cambio de conducta a largo plazo. En los primeros meses después de la finalización del tratamiento, suelen tener mayor frecuencia las recaídas. Para la prevención de las recaídas, se tratan distintos elementos o aspectos que aparecen asociados frecuentemente a estas, tales como déficit de autoestima y un consumo abusivo de alcohol y drogas. Para evitar la reincidencia, es necesario aprender a identificar las posibles situaciones de riesgo que puedan generar el descontrol en la conducta y la utilización de estrategias de afrontamiento que sean adecuadas.
Tratamiento del agresor sexual.
Tratamiento cognitivo-conductual.
Estas intervenciones, están basadas en la teoría del aprendizaje social (Bandura, 1986) y en los pensamientos que puedan influir en el comportamiento. Son utilizadas para los delincuente de un modo general, siendo aplicables también al delincuente sexual (Burton y Smith-Darden, 2001).
El objetivo de la terapia, es la modificación de los pensamientos, actitudes y creencias negativas, fomentando un comportamiento adecuado a través del refuerzo (Grossman, Martis, y Fichtner, 1999).
Es necesario para que el tratamiento tenga eficacia, determinar cuáles son las necesidades individuales de los delincuentes sexuales. Por ello, de forma previa al tratamiento debe realizarse una evaluación del riesgo futuro y de las necesidades actuales del sujeto. Dependiendo de los resultados de la evaluación el delincuente será clasificado para recibir un tratamiento adaptado al riesgo y las necesidades del delincuente.
El tratamiento debe estar basado en los siguientes aspectos: Autoestima, distorsiones cognitivas, empatía, intimidad, y apego, estilos de afrontamiento, preferencias sexuales y autogestión. El fin primordial del tratamiento es que el delincuente sexual aprenda el reconocimiento y la reducción del riesgo incidiendo en factores de riesgo dinámicos (capacidad para modificarse).
El papel del terapeuta.
Con el fin de asegurar la eficacia del tratamiento, son importantes los tos procedimientos específicos que se utilicen, además de la relación establecida entre el sujeto a tratar y el terapeuta. El hecho de elegir un tratamiento con mayor flexibilidad y centrado en el proceso, aporta numerosos beneficios, aumentándose la autoestima de los delincuentes, generando un ambiente unido en el grupo, así como una mayor motivación. Sería necesario encontrar un equilibrio entre proporcionar apoyo, ser directivo, cuestionar y reforzar, con el objeto de ayudar a los delincuentes sexuales, a que acepten su responsabilidad y se orienten a tomar decisiones para hacer cambios positivos sobre su vida.
En conclusión, el enfoque que resulta más efectivo combina el trato respetuoso hacia el delincuente sexual, la motivación a través del refuerzo positivo, el reconocimiento de los puntos fuertes, el desarrollo y la puesta en práctica de metas positivas. La intensidad y duración del tratamiento deben basarse en el riesgo y las necesidades del delincuente sexual, siendo un tratamiento flexible que aporte beneficios al terapeuta, tales como un ambiente terapéutico completo y variado, y menos estresado.
Tratamiento del agresor psicopático.
Hasta el momento, sólo se han realizado dos revisiones sistemática que pondrán en consideración la efectividad del tratamiento que se realice a los delincuentes que padecen psicopatías. En el primero, los autores Garrido, Esteban y Molero (1996), analizan sirviéndose del meta-análisis todos los trabajos publicados en inglés y castellano en el periodo comprendido entre los años 1983-1993, dividiendo los estudios en dos categorías. Siendo la primera el Meta-análisis A, el cual comprendía las investigaciones que comparaban el tratamiento de sujetos psicópatas con el tratamiento de otras entidades diagnósticas (N=34). El segundo, meta-análisis B, compara los resultados del tratamiento en grupos de psicópatas contratándose con los valores obtenidos en esos grupos de forma previa a la intervención, se trata de un diseño pre-post, sin grupo de control (N=19).
Los autores observaron, que sólo cuatro de los estudios habían utilizado un grupo de control, y pocos utilizaron la medida de reincidencia como variable dependiente de criterio éxito de la intervención.
La segunda revisión sistemática, centrada en los estudios empíricos de bien diseñados, es realizada por Wong (1998). En eta se descartó a los sujetos menores de 18 años, a los sujetos psicóticos o con CI menor de 70. Una vez empleados criterios exigentes, sólo se encontraron dos estudios aprovechables de un total de 74 que se habían seleccionado. Como conclusión, Wong (1998, 2000), señala que todavía no existía una investigación bien diseñada que permitiese extraer conclusiones acerca del tratamiento de los psicópatas, y que en vez de preguntar si <<es posible tratar con éxito a los psicópatas>>, tenía más sentido preguntar si los psicópatas responden a los tratamientos intentados hasta la fecha.
Diseño de un programa de tratamiento para delincuentes psicópatas.
Como objetivo fundamental se ha de disminuir la frecuencia y la gravedad de la conducta violenta, y no modificar las características de la personalidad. La idea primordial, es considerar que el tratamiento puede modificar el modo de interacción con los otros, pero no cómo amar, ser empático o llegar a sentirse culpable.
El programa debe basarse en una aproximación cognitivo-conductual, en base al modelo de prevención de recaída (Laws, 1989). Resulta útil el empleo modelado y el refuerzo positivo para la enseñanza de conductas y actitudes pro-sociales. Otro tipo de especificaciones a destacar seria el predominio del refuerzo positivo sobre el castigo, contando con profesiones plenamente cualificados y entrenados. Wong, recomienda la realización de evaluaciones actuariales del riesgo antes y después del tratamiento, en los que se incluyan los factores de riesgo dinámicos (actitudes, estilo de vida, amigos, conductas agresivas, abuso de alcohol y drogas).Para la selección de los sujetos con características psicopáticas, se recomienda el uso del PCL-R.
Como conclusión final, con respecto al tratamiento de los psicópatas, aún no se sabe que se puede obtener con estos, esto conlleva a la exigencia del impulso de esfuerzos y programas renovados, para que al menos algunos jóvenes psicópatas no se consoliden como psicópatas adultos.
Tratamiento en el sistema penitenciario.
Técnicas individuales y grupales.
Se trata de programas que se dirigen a trabajar directamente con los sujetos (de forma general en formato grupo), con la intención de mejorar las posibilidades de inserción comunitaria la no reincidencia, basándose en los siguientes planteamientos teóricos:
- Trastornos emocionales y terapias psicológicas no conductuales. Fundamentado en la creencia de que los delincuentes experimentan problemas emocionales y patologías psicológicas, por lo que debería dirigirse el tratamiento a los citados problemas, que puedan estar más unidos al comportamiento delictivo. Este modelo incluye técnicas basadas en el modelo psicodinámico, en una concepción patológica del crimen, o centrada en la terapia del sujeto.
- Déficit educativos e intervención educativa. Gran parte de los delincuentes proceden de ambientes marginales, presentando déficit culturales y educativos, que en parte dificultan una incorporación apropiada a la sociedad. Con el objeto de ayudarles, deben de resolverse los déficit por medio de programas intensivos de educación, capacitación laboral, etc.
- Intervenciones cognitivo-conductuales y habilidades de interacción social. Se centran en la necesidad de enseñar a los delincuentes habilidades de conducta y pensamiento, que resultan imprescindibles para la interacción no violenta con otras personas, en distintos contextos, como la familia, el trabajo etc. (Ross y Fabiano, 19856; Ross y Ross, 1995).
Técnicas ambientales e institucionales.
Son programas que operan sobre un ambiente global dentro de las instituciones penitenciarias. Como objetivo de plantean introducir cambios y mejoras en los citados ambientes, con el fin de promover cambios en los comportamientos, actitudes y la valoración de los sujetos internos.
- Ambientes institucionales saludables y comunidades terapéuticas. Esta teoría parte desde la perspectiva de que en un contexto participativo y comunitario en los centros penitenciarios y centros de reforma de menores, se favorecerá el equilibrio psicológico de los internos, reduciendo el comportamiento violento, tanto en la estancia dentro del centro penitenciario, como de forma posterior con su puesta en libertad.
- Aprendizaje del comportamiento delictivo e intervención conductual. El objeto de estos programas conductuales es la enseñanza de nuevos comportamientos prosociales, los cuales serán incompatibles con los comportamientos delictivos, utilizándose los mismos principios y mecanismos con los que se aprendió a delinquir.
Para concluir, podríamos afirmar, que si se trabaja con los delincuentes de manera sistemática e intensiva, aplicando los programas que se han mostrado efectivos, podrían obtenerse buenos resultados en los diferentes contextos penales. Cuanto más abiertos y comunitarios sean los contextos donde se lleven cabo los programas, mayor será la oportunidad para que los sujetos puedan practicar en la realidad social las habilidades aprendidas. Pero en el caso de no habérseles enseñado o entrenado de forma previa, resulta prácticamente imposible ponerlas en práctica para la vida social.