No podemos pasar por alto, a la hora de definir el término, el especial debate que surge en cuanto a la victimología como ciencia o como rama de la Criminología.
A pesar de las diferencias que establecen los diferentes autores en su definción, ambas disciplinas comparten que, con su respectivo objeto material (en la Victimología, la víctima, en la criminología, el delito) las dinámicas de trabajo son las mismas, como ciencias empíricas, buscan tendencias y patrones que puedan englobar varios casos de forma genérica.
Por otro lado, el debate respecto a la función de la disciplina queda también vigente ¿es eminentemente teórica o práctica? De acuerdo con algunos investigadores, el victimólogo tiene una aproximación eminentemente teórica y contrapuesta al trato práctico de aquellos que asisten a las víctimas. Pero ello no impide la colaboración entre los mismos, es decir, el victimólogo es un investigador que evalúa la labor de los asistentes y otras personas, a parte de la víctima. A su vez, el resultado de los estudio que los mismos lleven a cabo, han de ayudar a aquellos que tienen un contacto cercano con las víctimas, desde personal médico a psicólogos, trabajadores sociales, voluntariado, religiosos…
Aproximaciones teóricas a la disciplina.
Aunque como hemos visto anteriormente existe un amplio debate en cuanto a la independencia de ambas disciplinas, podemos decir que a lo largo de su evolución las corrientes criminológicas han dejado huella en las diferentes líneas de investigación que la Victimología ha desarrollado.
Victimología positivista. En esta etapa, los distintos autores trabajan en la línea tradicional (factores de contribución victimal) de concepción de la víctima. Esta corriente se fundamenta en la identificación de los factores inherentes a los individuos, que contribuyen a la victimización, además de enfocarse en el crimen interpersonal para identificar los factores precipitantes de las víctimas. Hace énfasis a los aspectos socioculturales y determinar el por qué algunas personas son más propensas que otras a sufrir la victimización, así como cuáles son las consecuencias del reconocimiento de la victimización y del hecho cometido, y su impacto en las condiciones sociales generales y de la ley. Fundamentalmente utiliza estrategias metodológicas como: observación sistemática, acumulación de evidencias y factores objetivos de carácter inductivo.
Ellemberger trabaja el concepto de vicimogenesia y anticipa la noción victimológica de vulnerabilidad (Schaffer, 1979). Wolfang es considerado iniciador de los estudios victimológicos empíricos y creador del concepto de precipitación victimal en contextos violentos. Amir traslada la perspectiva interactiva al campo de los delitos sexuales. Gulotta denomina y entiende a la pareja víctima – ofensor como un sistema interactivo y haciendo un símil comparativo a un sistema informático establece que los aportes de uno y otro son mutuamente retroalimentadotes (Gulotta, 1976).
Miers (1989) la define como “aquella que busca identificar los factores que contribuyen a los modelos de victimización, y cómo las víctimas han podido contribuir a su propia victimización”.
Pero no podemos hablar de positivismo, en este sentido, sin referirnos a la Teoría de las Actividades Rutinarias, de Lawrence Cohen y Marcus Felson (1979). Estos autores querían estudiar las altas tasas de criminalidad, en diferentes sociedades y en diferentes vecindarios, sin tener que recurrir a las diferencias individuales. Para ello definieron rutina y la estudiaron en una determinada sociedad. Concluyeron que el crimen es el solapamiento en tiempo y espacio de los siguientes elementos: un delincuente motivado, que encuentra un blanco adecuado, que carece de un guardián capaz. Ausente uno o más de estos elementos es muy improbable que se manifieste el crimen. A su vez, esta teoría busca como los tres elementos convergen en espacio y tiempo para, al ser manipulados, poder reducir las oportunidades de criminalidad.
A partir de esta primera teoría, Hindeland, Gottfredson y Garófalo exponen, en 1978, el Modelo de Oportunidad basado en el Estilo de Vida de la víctima. Uno de los hallazgos más importantes, fue determinar cómo la victimización no se distribuye en espacio y tiempo al azar, sino que hay particulares zonas y momentos dónde el riesgo de convertirse en víctima es exponencialmente mayor.
Tras esta etapa interaccionista y convencional surgirá una fuerte oposición a estas tendencias científicas que acabará produciendo un salto cualitativo potenciado en gran parte por:
Razones históricas. Relativas al nuevo clima humanitario y solidario propio de la segunda postguerra mundial, que justificaría la nueva pujanza de los objetivos asistenciales y paliativos en sociedades saturadas de violencia (Elías, 1986).
Razones sociológicas. Relativas a la emergencia de nuevos movimientos de víctimas que comienzan a descubrir la eficacia de concentrar esfuerzos en la persecución de sus objetivos solidarios y que actúan de catalizadores y reclamos de una nueva conciencia cívica ante las víctimas (Maguire y Shapland, 1990; Cairo, 2000).
Razones ideológicas. Que atañen básicamente a la pujanza del pensamiento feminista de carácter científico-reivindicativo, que denunciará la legitimación social de la victimización de la mujer a través de la doble moral y la victimización secundaria, generadora de desamparo e impotencia (Herrera Moreno, 1996).
A partir de aquí comienza una nueva etapa (ideología reivindicativa) contraria a la tendencia culpabilizadora de la víctimas. En esta nueva etapa se manifiesta una hermandad entre la Victimología y los Movimientos de víctimas descubriendo una base ideológica común (Herrera Moreno, 2006). Tal concepción se basa en tres grandes postulados:
- La víctima es identificada por una anómala condición deficitaria de tipo biológico, actitudinal o comportamental.
- Este déficit es causal y determinante de la victimación.
- La víctima debe rectificar sus défits y carencias para evitar ser revictimizada.
Además esta nueva etapa denuncia los siguientes aspectos de la victimología positivista (y su modelo víctimo-contribuyente) (Herrera Moreno, 2006):
- Su arbitrariedad, parcialidad y falta de objetividad científica.
- Su déficit fenomenológico (eliminando la percepción de la víctima e incluyendo la percepción policial o del infractor).
- Su circularidad y tautología argumentativa (vinculada al problema de la arbitrariedad, parcialidad y falta de objetividad científica).
- Su debilidad empírica.
- Su aptitud para legitimar la victimación y hacerla socialmente tolerable.
Victimología radical. Esta corriente nace en la década de los setenta y se basa en el estudio de grupos particularmente vulnerables, es decir, las víctimas de los crímenes cometidos por los poderosos y los estados contra ellos.
Esta corriente no contempla exclusivamente a las víctimas del hecho criminal, además le interesa la victimización, los victimarios de las violaciones de los DDHH, los victimarios del abuso de poder, y los presupuestos que conducen a la opresión, la estratificación y la discriminación racial por parte de los Estados. Pretende ser una alternativa para llamar la atención del rol que juega la ley en la sociedad capitalista para construir o dar origen, tanto al criminal, como a la víctima. Desde esta perspectiva, se fija la atención en la manera en que el sistema de justicia criminal ha ejercido su influencia en la definición de los actos del criminal y de sus víctimas y de qué manera se configuran los delitos, los ofensores y las víctimas. Es decir, el eje principal de esta corriente son las víctimas de las autoridades, y de las Instituciones gubernamentales, de la Guerra y de la violencia Estatal. La tesis central está en el contexto de la estratificación social, la explotación y el discurso público de los intelectuales, la ideología y la discriminación.
De esta manera, se enfoca en cuatro factores de interés: el ofensor, la víctima, la policía y los aparatos de control social formal o informal. Por lo tanto, el crimen es reconocido como el resultado de unas relaciones sociales que están profundamente afectadas tanto por el micro, como por el macro-contexto.
La etapa reivindicativa con sus críticas a la victimología positivista provoca un cambio de concepción de la disciplina. Pasamos de entender la victimología como del acto (criminal) a entenderla como la victimología de la acción (promocional),siendo uno de sus principales rasgos distintivos la movilización social de apoyo en la persecución de logros concretos a favor de las víctimas del delito (Joutse, 1986, pág. 51).
La nueva etapa constructivista (también denominada etapa realista; Walkate y Mawby, 1994) plantea nuevos objetivos:
- La reivindicación de objetivos promocionales relativos a los derechos de las víctimas.
- La victimología promocional entiende, así, que el Estado social y democrático sólo se consolida éticamente por la solidaridad cívica con las víctimas. Cualquier intento de regenerar el presente queda deslegitimado si se quiere actuar al margen de las víctimas.
- Elaboración de nuevas praxis de tratamiento y asistencia a las víctimas.
- Se incide en las necesidades asistenciales, comprensivas de apoyo informal, asesoría jurídica, y ayuda financiera institucional, así como en sus requerimientos terapéuticos en el caso de producirse impacto físico y emocional.
- Metodología empírica propia. Se proponen las encuestas de victimazión como base ya que enriquecen los parcos conocimientos que ofrecen las estadísticas oficiales sobre el delito (Cerezo Domínguez et al., 2004).
- Consolidación de una perspectiva victimológica en tanto Ciencia Global, acotada por la Sociedad Mundial de Victimología (1980). Sociedad que se contempla a sí misma como asociación científica, críticamente orientada, se ofrece como foco de discusión, punto de divulgación e intercambio científico y centro conformador de la nueva conciencia social hacia las víctimas (Schneider, 2001).
Victimología crítica. Por último, esta corriente tiende a examinar el papel del contexto social de la victimología, involucrando el análisis de las respuestas policivas y el servicio dado o proporcionado a las víctimas del crimen. La escuela Crítica ve al individuo como un actor, como un agente activo y no como un mero sujeto que se adapta a las influencias de la estructura social. Enfatiza en el rol de los valores y en los procesos sociales de la identificación de las víctimas como tales. Estos desarrollos teóricos varían dependiendo de aspectos culturales y contextos jurídicos específicos. La victimología crítica constituye un intento por apreciar como los mecanismos generales del capitalismo, las condiciones materiales y las legales en las que los movimientos a favor de las víctimas han florecido.
Por otro lado, podemos decir que esta corriente deriva de la teoría criminológica del etiquetamiento o labelin approach, que considera el poder de las etiquetas por su poder estigmatizados. Tannenbaum (1938) consideraba que el elemento que más contribuía a la creación del criminal era el proceso de identificación de éste con la etiqueta de ofensor que se le atribuía. Para los teóricos de esta escuela, el crimen no son tanto realidades que son descubiertas sino creadas y definidas: de ahí que consideren que no hay crimen independiente de normas y valores culturales.
Aparece una nueva tendencia que intenta dotar a la nueva corriente constructivista de un espíritu de autocrítica y reflexión científica y así evitar limitarse al espíritu humanitario y casi utópico de dicha corriente. Algunos aspectos criticados por esta nueva tendencia fueron (Herrera, 2006):
- Concepto de Victimación social. Se denuncia la naturaleza opresivo-estructural e institucional de gran parte de las victimizaciones; el papel distorsionador de los medios de comunicación; la Justicia volcada en la retribución y el castigo ejemplar, etc.
- Instumentalización de la víctima. Se explota ideológicamente a las víctimas; se les obliga a aceptar todo “beneficio” (emocional, económico, penal) que le sea arrojado desde el edificio político, más allá de su capacidad para seleccionar sólo aquello que directa y lógicamente vaya a mejorar su calidad de vida (Elías, 1993).
- Justicia restauradora. Desde esta perspectiva (Cairo, 2005), se tiene en cuenta la plena humanidad de la víctima y del ofensor, como potenciales agentes de reconstrucción comunitaria, y se enfatiza la cohesión social a través de un abordaje pacificador o restaurador que incida sobre la misma raíz del conflicto (Weitekamp, Kerner, 2002, García-Pablos de Molina, 2005).
- Obsesión por la seguridad. Se denuncia el contemporáneo diseño de una colectividad recelosa e inmersa en enfermizas cruzadas defensivas, que inhiben la espontaneidad y la calidad de las interacciones sociales.
- Emotivación victimológica. Se denuncia una regresiva emotivización de la vida cotidiana (Tamarit Sumalla, 2000) a través de una prevalerte “cultura de la quejumbre” y de la victimidad (Furedi, 2004).
- Clarificación de la asistencia. Se postula una mayor explicitud de las técnicas de abordaje, para una urgente clasificación victimológica de la eficacia asistencial dispensada a la víctima.
El proceso de victimización
Inicialmente, es necesario analizar que el hecho delictivo o trágico como tal genera en las víctimas consecuencias que sobrepasan los efectos legales y dolorosos iniciales.
Es obvio comprender, que a través de la consecuencia natural de una pérdida de cualquier naturaleza, tanto económica, como física, psicológica o social, la víctima sufre la sensación de vulnerabilidad e impotencia por el daño causado y que esto produce consecuencias en todas las actividades rutinarias que venía desempeñando.
Dependiendo de estas consecuencias producidas por la acción del delito la victimología ha considerado que existen tres grados de victimización, denominados victimización primaria, victimización secundaria y victimización terciaria.
- Victimización primaria. Proceso por el cuál una persona sufre, de modo directo o indirecto, daños físicos o psíquicos derivados de un hecho delictivo o acontecimiento traumático. Deriva de haber padecido un delito y va acompañada de efectos físicos, económicos y psicosociales que se mantienen en el tiempo. La víctima no solo sufre los perjuicios derivados del daño, sino que en muchos casos, se produce otra serie de consecuencias que inciden en la gravedad material del daño producido.
- Victimización secundaria. Es alusiva a las respuestas del sistema legal, a las expectativas de la víctima y la actitud de ésta ante el mismo. Es considerada la más negativa, ya que es producida por el propio sistema que victimiza a quien se dirige a solicitar justicia. El término victimización secundaria fue acuñado por Khüne (1986) para referirse a todas las agresiones psíquicas (no deliberadas poro efectivas) que la víctima recibe en su relación con los profesionales de los servicios sanitarios, policiales, o de la judicatura (interrogatorios, reconstrucción de los hechos, asistencia a juicios, identificaciones de acusados, lentitud y demora de los procesos, ect), así como los efectos del tratamiento informativo del suceso por parte de los medio de comunicación.
- Victimización terciaria. En cuanto a esta definción existe controversia entre los autores. Por un lado, se denomina victimización terciaria al resultado de las consecuencias negativas de las dos anteriores y consiste en el comportamiento que adopta la víctima como resultado de la victimización, intentando sacar provecho o aceptando su rol como tal. De igual manera, a veces emerge como resultado de las vivencias y los procesos de adscripción y etiquetamiento. De otro punto de vista, es entendida como socio estructural, institucional, colectivo y abuso del poder. Por otro lado, los autores describen la victimización terciaria como las situaciones en que un detenido o acusado puede resultar victimizado por parte de los operadores del sistema legal durante la fase de investigación, juzgamiento y ejecución de la sentencia. Esta tendencia extiende la problematización victimológica hasta la persona del criminal cuando sus derechos o bienes pueden resultar vulnerados en tales circunstancias.
En tercer lugar, otra definición es que esta victimización se refiere al conjunto de costes de la penalización sobre quien la soporta personalmente o sobre terceros, y la literatura existente documenta los efectos sobre los internos en centro penitenciarios, sobre los hijos de personas encarceladas, o sobre los efectos de las órdenes de alejamiento en casos de violencia de pareja, bien sobre los ofensores, como sobre las víctimas o su descendencia.
La cifra negra
El estudio de las víctimas implica un acercamiento directo a la “cifra negra” de la criminalidad, esta cara oculta presupone la aprehensión de parte de las conductas antisociales de relevancia penal que no llegan a conocimiento de la justicia o de la policía. A tal fin, resulta interesante la investigación acerca del sexo, edad, clase social, origen racial, profesión, religión, estado civil, familia, parentesco, y las razones que llevaron a la víctima a no realizar la denuncia.
Rodríguez Manzanera realizó un estudio en la ciudad de Jalapa con los fines de establecer la victimización oculta, o por ende, de la “cifra negra” de la criminalidad. Resultó que una de cada dos personas fue víctima de un delito en 1988 lo que llamó la atención del autor debido a la alta tasa de hechos que no llegaron al conocimiento de la justicia. Ello implica que 4 de cada 5 delitos quedan en la “cifra negra”.
De esta manera, mediante los métodos científicos de la victimología y sus herramientas, como son la encuesta de victimización y los informes de autodenuncia, podemos conocer aquella parte de la criminalidad que queda oculta a los organismos y entes oficiales y que contribuyen a la mayor parte de los actos ilícitos, así como sus precursores, los comportamientos antisociales.
Asistencia a la víctima del delito
Uno de los aspectos esenciales que se propugnan desde la victimología es la asistencia a la ayuda, el socorro moral y material de la víctima, en especial cuando cometido el delito se encuentra bajo su impacto emocional.
Durante los últimos años, se ha venido centrando en dos aspectos principales: la prevención victimal y la asistencia a las víctimas.
La prevención dirigida a la víctima se puede mirar desde tres momentos.
- La prevención primaria. Dirigida a la sociedad en general identificando las víctimas potenciales, buscando la colaboración entre autoridades y sociedad. De esta manera se pretende fortalecer el control formal de la autoridad mediante el fortalecimiento del control social informal de la comunidad.
- La prevención secundaria. Se dirige a grupos potenciales de riesgo en zonas donde el peligro de ser victimizado es conocido; propiciando la solidaridad de la comunidad y aumentando la vigilancia y la denuncia de los miembros de la sociedad en la prevención de la presentación de delitos plenamente identificados.
- La prevención terciaria. Consiste en la creación dentro de la comunidad de programas de asistencia y tratamiento a la víctima. Estos programas procuran prestar ayuda inmediata a la víctima, para que pueda iniciar la superación de la victimización sufrida y a evitar de esta manera la victimización secundaria.
La victimología, de esta manera, ha venido impulsando la creación de programas de asistencia, reparación, compensación y tratamiento a las víctimas del delito. Los programas desarrollados hasta el momento, dependen particularmente de la clase de víctima, los servicios que se prestan, los fines perseguidos, la institución que los financia, el grado de autonomía que disfrutan para prestar la atención, la relación con el sistema legal, la ideología política, etc. (Díaz Colorado, 2006).
En opinión de GARCIA-PABLOS (1994), los programas desarrollados hasta el momento se pueden resumir en:
- Asistencia inmediata. Programas que ofrecen servicios relacionados con la satisfacción de las necesidades más imperiosas e inmediatas, de orden material, físico y psicológico, que experimentan las víctimas de delitos que han sido o no denunciados. Generalmente reciben asesoría legal, intervención terapéutica, acompañamiento, y en ocasiones ayuda material y económica.
- Reparación o sustitución a cargo del infractor. Estos programas tratan de instrumentar la reparación del daño o perjuicio causado mediante el pago de una cantidad de dinero, de la realización de una actividad o de la prestación de un servicio realizado por el infractor en beneficio de la víctima. Estos programas se dan preferentemente dentro del sistema legal y pretenden desarrollar una positiva relación entre víctima y ofensor. La reparación de esta manera implica una respuesta al delito razonable y humanitario que compromete al infractor con una respuesta más allá de la consecuencia legal. Sin embargo, la viabilidad de estos programas se circunscribe a delitos de poca gravedad y atendiendo a las particulares condiciones del sujeto activo del delito.
- Compensación a la víctima. Se caracterizan por la naturaleza de los fondos de financiación que en este caso son públicos, mediante seguros o indemnizaciones que se ofrecen a las víctimas, con el objetivo de satisfacer parte de los daños. Evita el desamparo de la víctima en los casos de insolvencia del infractor. La prestación de este tipo de ayuda depende de diversos requisitos como: inocencia de la víctima, cooperación de esta con el sistema legal, solicitud expresa de las ayudas, eventual demostración e la falta de medios que justifique dicha petición, etc.
- Asistencia a la víctima-testigo. Están dirigidos a la víctima que ha de intervenir como testigo en el proceso legal, por lo que no sólo se orienta en provecho de la víctima sino en interés del propio sistema que necesita de su cooperación. La figura del abogado de la víctima-testigo, es dispensar a la víctima el oportuno asesoramiento jurídico y asistencial personal durante todo el proceso y en las diversas instancias o momentos ante la Fiscalía, la Policía y los Tribunales.