Subcultura criminal
El factor determinante específico de la subcultura criminal es un vecindario que aloja en su zona un mundo criminal adulto. Este último comprende dos elementos importantes. Primero, una organización piramidal por edades, donde los mayores dirigen, controlan, enseñan y entrenan a los menores. En segundo lugar, conexión y connivencia del mundo criminal con el mundo convencional o supuestamente conformista.
El tipo de desviación social predominante tiene que ver con una motivación de tipo utilitario, es decir, el lucro que permite alcanzar los símbolos de status socialmente prescritos. Ejemplos de ilícitos de esta índole son el hurto, el robo, el secuestro, etc.
El modus operandi es racional. La banda se organiza en muchos aspectos como si fuera una empresa. Dispone de una dirección, control y apoyo económico, técnico, jurídico y emocional.
Subcultura conflictiva
El factor determinante específico de la subcultura conflictiva es un barrio inestable e inestructurado y, por lo tanto, incapaz de ejercer un control social efectivo sobre sus habitantes. Esto se debe en gran parte a la elevada movilidad de los vecinos. En consecuencia, carece, por un lado, de un mundo criminal adulto, sin el cual los adolescentes no pueden acceder a los medios u oportunidades ilegítimas.Por otro lado, tampoco cuenta con un vecindario inestable pero que cuyo mundo convencional adulto sea organizado, elúnico capaz de surtir al joven con oportunidades legítimas para su proyecto de vida.
En síntesis, los adolescentes se hallan huérfanos de apoyo comunitario y se tienen que arreglar solos. Por eso crean la subcultura del conflicto con el fin de que los contenga, motive, apoye y dignifique según patrones propios y peculiares. Por consiguiente, esta subcultura es propia de barrios pobres y desorganizados, con alta movilidad social y geográfica, cuyos habitantes viven en condiciones de precariedad. Los valores desviados no están integrados con la sociedad del crimen organizado. La criminalidad tiene un marcado carácter individualista. Todo ello incrementa el desencanto y la frustración dado que viven en áreas donde el triunfo no puede lograrse de forma convencional, ni se poseen modelos adultos para lograrlo de forma lícita. La única forma de conseguir cierto estatus social es mediante la violencia, manteniendo un conflicto permanente.
El tipo de desviación social predominante consiste en conductas de índole rebelde, violenta y vandálica. Estas responden a una motivación fundada en una profunda frustración ante la desatención comunitaria, que los lleva a protestar simbólicamente mediante actos negativos y violentos.
Debido a que los jóvenes atrapados en las subculturas conflictivas a menudo ponen en peligro sus propias vidas y las vidas de otros y causan considerables daños materiales, la forma de conflictos de la delincuencia es una fuente de gran preocupación pública. Su prevalencia, por lo tanto, es probablemente exagerada. No hay evidencia que sugiera que la subcultura conflictiva está más extendida que en las otras subculturas, pero la naturaleza de sus actividades hace que sea más visible y así atrae la atención del público. Como consecuencia de ello, muchas personas erróneamente equiparan la delincuencia con la conducta delictiva.
Subcultura abstencionista o retraída
El factor determinante específico de esta subcultura es un barrio de clase baja (slum), dotado, por lo menos, de algunas oportunidades para la actividad tanto criminal como conformista. En este ambiente el menor prueba ambos caminos, pero fracasa una y otra vez. Lo que conlleva finalmente a un estado de frustración.
El tipo de desviación social preponderante tiene como motivación dicho doble fracaso ante el bloqueo de la vía que conduce a las actividades legítimas y también a lasilegitimas. Estos adolescentes se dedican, por caso, al uso de drogas, alcohol, y otras conductas de evasión antisocial.
El modus operandi se basa en la participaciónsubcultura en actividades de huida de la realidad, que sumergen al menor en el mundo fantasmagórico de la evasión antisocial.
Cabe advertir que las subculturas delincuentes, concebidas desde la perspectiva que aportan Cloward yOhlin, son tipos puros. En el mundo real de las ciudades, las tres clases de subculturas se mezclan y yuxtaponen en distintas formas y medidas, aunque casi siempre es posible detectar el predominio de una sobre las otras dos.
Es preciso, además, considerar, en relación a todo el tema de las subculturas delincuentes, el proceso de maduración del adolescente, quien avanza gradualmente hacia formas de conducta adulta, sujeto a presiones sociales que lo impulsan hacia la conformidad. Por eso, la mayor parte de los delincuentes juveniles suelen convertirse en adultos convencionales, transcurrido cierto tiempo. Sin embargo, una minoría adopta alguna forma de delincuencia adulta. Por ejemplo, los más identificados y capaces de la subcultura criminal tienen una alta probabilidad de hacer carrera en el crimen adulto organizado, mientras que el resto de los que no logran adaptarse a un rol adulto convencional, es muy posible que adhieran a alguna modalidad de conducta retraída[i][ii].
Por otro lado, respecto a las condiciones sociales específicas que contribuyen a la aparición de las diferentes subculturas delincuentes, Cloward yOhlin atienden a la integración de los diferentes niveles de edad de los delincuentes, y la integración de los portadores de los valores convencionales y desviados, ya que las respuestas delincuenciales varían de un barrio a otro según la articulación de estas estructuras en el barrio.
La subcultura delictiva, como el conflicto y las adaptaciones retraídas, requieren un entorno especializado para prosperar. Entre los apoyos ambientales de un estilo de vida criminal podemos observar las integraciones de los delincuentes en diversos niveles de edad y una estrecha integración de los portadores de los valores convencionales y los ilegítimos.
Tal y como citan Cloward y Ohlin en su libro Delincuencia y oportunidad: «En ninguna parte de la literatura criminológica está el concepto de integración entre los diferentes niveles de edad del infractor más explícito que en los debates sobre el aprendizaje criminal. La mayoría de criminólogos están de acuerdo en que el comportamiento criminal presupone conjuntos estampados de las relaciones a través del cual los valores y las habilidades requeridas son comunicadas o transmitidas desde un nivel de edad a otro».
En cuanto a los modelos criminales a imitar, la clase baja no está exenta de sus propios modelos de éxito ilegítimos distintivos e indígenas. Muchas cuentas en la literatura sugieren que los adultos de la clase baja que han alcanzado el éxito por medios ilegítimos no sólo son altamente visibles para los jóvenes de los barrios pobres, sino que además, a menudo están dispuestos a establecer relaciones íntimas con estos jóvenes.
Simplemente como un joven de clase media, como consecuencia de la íntima relación con un banquero o un hombre de negocios, él aspirara a ser un banquero o un hombre de negocios, de la misma manera que un joven de clase baja puede asociar sus aspiraciones con la “política del pez gordo”. El punto crucial aquí es que los medios- metas no están igualmente disponibles para una persona en diferente posición social.
En la medida en que las líneas de clase social actúan como barreras para la interacción entre personas de diferentes estratos sociales, los modelos de éxito convencionales pueden no ser importantes para los jóvenes de la clase más baja. El criminal exitoso, por otro lado, puede ser una figura íntima y personal en la creación de la zona de clase baja. De ahí que una de las fuerzas que conducen a la racionalidad, la disciplina y la delincuencia organizada puede ser la disponibilidad de modelos de éxito criminales a seguir.
Respecto a la integración de los valores, a menos que los portadores de los valores penales y convencionales están estrechamente vinculados entre sí, los roles delictivos estables no pueden desarrollarse. El criminal, como el ocupante de un papel convencional, debe establecer relaciones con otras categorías de personas, los cuales contribuyen todos de una forma u otra para el buen desarrollo de la actividad criminal. Los rebuscados sistemas de relaciones entre estas personas legítimas e ilegítimas constituyen el tipo de entorno en el que la subcultura criminal juvenil puede llegar a darse.
El tipo de ambiente que alienta una orientación criminal entre los delincuentes es, por tanto, el que se caracteriza por la estrecha integración de los portadores de los valores convencionales y los ilegítimos. El contenido de la subcultura delictiva es una respuesta más o menos directa con el entorno local en el que surge. Y es el barrio «integrado» es el que produce el tipo criminal de la subcultura delincuente.
En resumen, la subcultura criminal es probable que se produzcan en un barrio caracterizado por estrechos lazos entre los diferentes niveles de edad de los delincuentes, y entre los elementos criminales y convencionales. Como consecuencia de estas relaciones de integración, una nueva estructura de oportunidades surge y proporciona vías alternativas para el éxito de las metas. De ahí que las presiones generadas por las restricciones al acceso legítimo del éxito de las metas se drenan.
Cloward y Ohlin aceptaron también la hipótesis de Merton de que la tensión conduce a la desviación y a la delincuencia, como resultado de la situación de anomia[iii]. Incorporaron también algunas de las sugerencias de Cohen sobre los factores que propician la aparición de las subculturas juveniles y, como novedad, añadieron un nuevo elemento teórico: la noción de estructuras de oportunidad ilegítima. En este concepto propusieron que las bandas juveniles surgirían en contextos en los cuales las oportunidades legítimas de conseguir los objetivos sociales típicos (tales como el dinero, bienestar o estatus) son escasas. De ahí que en aquellos barrios en los que la delincuencia profesionalizada se encuentra organizada, los miembros de las bandas juveniles acabarán enrolándose en los estamentos delincuenciales adultos, y perpetuando de este modo sus carreras delictivas. En cambio, si no existen organizaciones delictivas adultas, la subcultura de la banda adoptará formas divergentes más blandas, y se manifestará en forma de conductas vandálicas o de peleas entre bandas. Finalmente, quienes, en tales contextos sociales, no se ubiquen ni en el orden social establecido ni en la subcultura delincuencial de la banda, acabarán, según Cloward y Ohlin, como sujetos refugiados en actividades marginales tales como el consumo de drogas.
En síntesis, las teorías subculturales, de la que forma parte la teoría de las oportunidades diferenciales de Cloward y Ohlin, unidas a los postulados sobre la anomia y la tensión, propusieron que las discrepancias entre fines y medios, que se dan en la colectividad, especialmente entre las clases menos pudientes, producen estrés e incomodidad social, y que estas vivencias, a su vez, conducirían a la delincuencia (Siegel, 2010). Estos análisis también sostuvieron que un joven marginal que realice pequeñas actividades delictivas no necesariamente se convertirá en un delincuente de carrera, si no existen referentes delincuenciales adultos. La falta de modelos delictivos, de recompensas sociales por el delito y de medios adecuados para llevarlo a cabo, puede sustraer al joven de la delincuencia, o, en el peor de los casos, reducirlo a una situación de marginalidad no delictiva.
Tal y como señalan Garrido Genovés y Redondo Illescas, en el manual “Principio de la Criminología” (2013) que, en todo caso, es muy frecuente que los jóvenes cometan delitos en compañía de otros (Melde y Esbensen, 2011). Melde y Esbensen (2011) exploraron, a partir del análisis empírico de 1.400 jóvenes, los mecanismos mediadores que podían facilitar el efecto criminógeno de la entrada de un joven como miembro de una banda juvenil. La incorporación a la banda favorecería en el individuo cambios emocionales, actitudinales y en sus rutinas vitales, los cuales incidirían directamente en el incremento de su actividad delictiva. Estos cambios podrían incluso tener efectos duraderos y no revertir pese al abandono posterior de la banda juvenil.
Un análisis específico sobre las bandas delictivas juveniles en diversos países europeos, bajo el patrocinio del EuropeanProgram, ha puesto de relieve dos datos relevantes (Klein, Weerman y Thornberry, 2006). El primero, que los jóvenes vinculados a bandas delinquen de forma más violenta que los delincuentes juveniles que actúan de modo aislado. El segundo, que, a pesar de todo, la violencia delictiva de las bandas juveniles en Europa es significativamente menor que la violencia de banda existente en Estados Unidos, apareciendo como razones principales para ello la menor disponibilidad de armas de fuego y los menores niveles de propensión a defensa de un territorio.
Un aspecto vinculado a las subculturas es la observación frecuente de que en barrios de concentración subcultural existiría una gran impunidad delictiva, de modo que muy pocos delitos llegan realmente a conocerse y ser perseguidos. Kirk y Matsuda (2011) han acuñado la expresión “cinismo normativo” para referirse al descreimiento de algunas personas y grupos sociales acerca de la legitimidad de la ley. Según estos autores, en muchos barrios de concentración de minorías de clase baja existiría un alto “cinismo normativo”, que se asociaría a una menor eficacia colectiva en dirección a la prevención del delito y, a la postre, a una menor cooperación para el control de los delitos cometidos, muchos de los cuales quedarían de este modo impunes.
En la misma dirección, recientes estudios han obtenido que la probabilidad autoinformada de denuncia de hechos delictivos se asocia inversamente al nivel de pobreza del barrio en que se vive, pero no de forma aislada, sino en interacción con variables individuales como las actitudes y experiencias de los sujetos en relación con la policía, el delito y sus percepciones de la comunidad(Garrido Genovés & Redondo Illescas, 2013).
Por otro lado, según cita Vázquez González (2003) Una combinación de la teoría de la anomia y de la teoría de la asociación diferencial, en la que también intervienen elementos de la teoría de la subcultura, constituye la teoría de la desigualdad de oportunidades (opportunitystructure) desarrollada por Richard Cloward y Lloyd Ohlin.
En palabras de los propios autores, “el concepto de la estructura de la desigualdad de oportunidades nos permite unir la teoría de la anomia, que reconoce el concepto de diferencias en el acceso a medios legítimos, y la “tradición de Chicago” en la que el concepto de diferencias en el acceso a los medios ilegítimos está implícito”. Estos autores aceptan muchos de los argumentos esgrimidos por Merton.
Admiten que en la sociedad norteamericana se produce una profunda desigualdad entre diversas clases sociales a la hora de acceder de un modo legítimo a las metas cultural y socialmente aceptadas. En respuesta a esta frustración los miembros de los grupos más deprimidos utilizan medios ilegítimos para conseguirlo. Pero no en todos los casos, ¿por qué? De acuerdo con Cloward y Ohlin, la clave se encuentra en el diferente o desigual acceso a las oportunidades ilegítimas (differentialaccess to illegitimateopportunities). Mantienen que los medios ilegítimos no son igualmente accesibles para todos. El adquirir un rol o papel conformista o desviado no es necesariamente algo fácil o sencillo de disponer; su acceso depende de una variedad de factores, como la posición económica, la edad, el sexo, la raza, la personalidad, etc.
Solamente en aquellos barrios en los que el crimen aparece como algo estable e institucionalizado, operará como un fértil campo de aprendizaje en el medio ambiente de los jóvenes. Por ello Cloward y Ohlin concentran su teoría de las diferentes oportunidades en un grupo: los jóvenes varones de clase social baja que viven en grandes centros urbanos(Vázquez González, 2003).
*Imagen1. Esquema aportado por Vázquez González donde aparecen reflejados los principales constructos teórico de la desigualdad de oportunidades de Cloward y Ohlin.